martes, 26 de febrero de 2013

PETER PAN ON ICE: tic-tac, tic-tac, tic-tac....


Santander, 23 de febrero de 2.013

Es cierto que anoche durmieron con la ventana cerrada pero eso no ha impedido que los peques se hayan despertado hoy con ganas de disfrazarse.
Hemos abierto el baúl de los disfraces y nos hemos puesto manos a la obra: unas bolsas de color verde, unos tijeretazos por aquí, unos tijeretazos por allá, unas dagas de plástico, un cinturón, un gorro hecho con cartulina verde, una pluma de color rojo y… ¡tachán!: ya tenemos a dos pequeños Peter Pan correteando por casa.

Peter Pan es un niño terco, egoísta y vanidoso, pero con buen corazón, creado por el escritor escocés J. M. Barrie para una obra de teatro estrenada en Londres en 1.904.

Walt Disney lo inmortalizó trasladándolo al cine en 1.953.

Después de comer hemos buscado acomodo en el sofá del salón para vivir junto a la pequeña Wendy y sus hermanos una historia que ya ha sucedido antes y que, sin duda, volverá a suceder.
Un pensamiento encantador, algo bello y muy hermoso, y una pequeña dosis del polvo dorado de las hadas son suficientes para poder volar.
Abrimos la ventana y siguiendo a Peter Pan y su pequeña compañera, la coqueta y celosa Campanilla, volamos hacia la segunda estrella y girando a la derecha viajamos hasta el País de Nunca Jamás donde conoceremos a los niños perdidos del bosque, las sirenas, los indios y los peligrosos piratas, liderados por el malvado Capitán Garfio, huyendo siempre del pérfido cocodrilo.

Estamos preparados para vivir apasionantes aventuras y nos dirigimos al Palacio de Deportes para asistir a un atractivo espectáculo, “Peter Pan on ice”.


Se trata de una pobre adaptación del clásico de J.M. Barrie en la que se ha colado el divertido Jack Sparrow pero en la que hemos echado de menos a las sirenas, a los indios y, sobre todo, al inquietante cocodrilo que atemoriza al Capitán Garfio.
La voz en off de los dobladores resta credibilidad a un musical sobre hielo cuyas coreografías carecen de brillantez y en el que la interpretación de los cantantes resulta muy decepcionante.
Un espectáculo al que le falta calidad pese a que la fuente de la que bebe haya sido suficiente para entretener a los más pequeños.


El tiempo pasa pero en nuestro corazón conservamos un pedazo del niño que fuimos: tic-tac, tic-tac...

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