miércoles, 11 de septiembre de 2013

SIERRA DE PEÑA CABARGA: el Pico Llen custodia mi bahía

La Concha de Villaescusa, 6 de julio de 2.013


Paseando por la Avenida Reina Victoria me cruzo con la serena figura de Gerardo Diego.
Me siento junto a él y a nuestros pies se desparrama una de las bahías más bonitas del mundo.


"Cristal feliz de mi niñez huraña,
mi clásica y romántica bahía...
La muerte, madre mía, a ti me una:
agua en tu agua, arena de tu arena"

("Bahía natal", Gerardo Diego)


Volvemos la vista a nuestra derecha y al fondo, entre los árboles, vislumbramos la imponente silueta de Peña Cabarga que, perezosa, se yergue para contemplar la más hermosa postal de Santander.

Peña Cabarga,
norma humanizada de mi arte y mi alma en piedra viva,
maestra de la noble perspectiva, siempre fiel de tus valles rodeada,
ya te me acerques agria en la otoñada, si el ábrego te empuja y no derriba,
ya tras la lluvia, ciego, te conciba
o, ausente, palpe tu memoria amada,
ya te cubras de nieblas,
o te destoques, nimbada del abril, novia de foques, reina de mi paisaje, hermosa y larga, 
tu lomo puro y grave -línea, quicio de mi cielo y mi tierra- te acaricio
y nace el verso así, Peña Cabarga.

("Peña Cabarga",Gerardo Diego)


Una y otra vez he pospuesto mi propósito de recorrer la Sierra de Peña Cabarga desde Obregón hasta el Pico Llen (568 m) pero hoy, por fin, decidí no dejarlo para otro día.

Mis "Cincuenta rutas por las montañas de Cantabria" contemplan el comienzo de nuestro recorrido en la explanada de acceso al Parque de la Naturaleza de Cabárceno, pasando bajo el trazado del antiguo ferrocarril Santander-Ontaneda y subiendo por una carretera de fuerte pendiente, pero esta opción implica el abono de la entrada al parque -algo que hoy carece de sentido-, por lo que nos vemos obligados a buscar una ruta alternativa.

Junto a la antigua estación de tren de la Concha de Villaescusa, desde la Vía Verde de Villaescusa, parte un camino que debería llevarnos hasta el cordel de Peña Cabarga.
Entre árboles comenzamos a subir por un camino en el que el hormigón no tarda en ser sustituido por tierra y roca y pronto atravesamos una portilla y llegamos a un hermoso y amplio pastizal en el que destacan dos cabañas y un árbol solitario en cada extremo.



Continuamos subiendo junto al árbol de la izquierda (este) y pronto llegamos a la carretera que circunvala el Parque de la Naturaleza de Cabarceno.
Estamos dentro del parque y una escandalosa familia de papiones acude a darnos la bienvenida. Bordeamos su recinto y tras pasar el mirador del Alto de Rubi (260 m) llegamos al espacio dedicado a los linces boreales.

Con el poderoso rugido de los leones retumbando en nuestros oídos abandonamos el parque y empezamos a recorrer el cordal en dirección este disfrutando de las impresionantes vistas del parque que se despliegan bajo nosotros.
La fauna salvaje de Cabárceno es sustituida por apacibles vacas que pastan pacientemente y por intrépidas cabras cuya silueta se recorta, a lo lejos, entre las rocas. 
Alcanzamos un collado en el que sobreviven al paso del tiempo los restos de algunas instalaciones mineras y desde ahí subimos a Castril Negro (458 m) cuya cima esta coronada por varias antenas.
La ascensión a este pico no hubiese sido necesaria pero merece la pena para comenzar a disfrutar de las impresionantes vistas que dominan la vertiente septentrional de la sierra.



Una vez allí deberíamos haber vuelto sobre nuestros pasos y continuar nuestro camino por una cómoda pista que se extiende hacia el este por un terreno fácil y despejado en la vertiente norte de la montaña pero no quisimos volver atrás y nos empeñamos en seguir la línea del cordal atravesando un incómodo y exigente lapiaz que nos dificultó bastante el paseo.
Después de un buen rato, entretenidos y magullados, nos reencontramos con el camino que nunca debimos abandonar. Buscamos el este, con los repetidores de televisión como referencia, y pronto acometemos la corta pero exigente ascensión final al pico Llen (568 m).



Allí el Monumento al Indiano y a la Marina de Castilla preside las impresionistas vistas que nos rodean por los cuatro costados alzándose, vigilante, sobre la bahía de Santander.



El popular 'Pirulí' de Peña Cabarga fue diseñado por Ángel Hernández Morales y José Calavera Ruiz y fue inaugurado el 8 de julio de 1.968. Consta de una desaprovechada sala circular atravesada por una torre a la que se accede por una alargada estructura tipo puente. 


La Diputación Provincial de Santander dedica este monumento entre el cielo y el mar a la gloria de nuestra Marina y de nuestros emigrantes. Que siempre, como hasta aquí, Dios alumbre el rumbo de los navíos españoles por todos los mares y aliente las esperanzas de los que se arrancaron de su patria para abrirse paso por el mundo. Sepan marinos e indianos, desde su puesto en la historia como Pero Niño o Juan de la Cosa, en el ápice del triunfo de su generosidad como Valdecilla o Comillas, o desconocidos en el anónimo del deber cumplido o del empeño inalcanzado, que su dulce Cantabria tiene siempre para ellos abiertos los brazos de sus montañas y propicios los arrullos de sus olas.


Nos zampamos el bocata y saboreamos las vistas pero la niebla no tarda en envolvernos y comenzamos un prolongado y exigente descenso de casi seis kilómetros por una carretera salpicada con los nombres de algunos de los deportistas que han subido esta montaña cuando la Vuelta Ciclista a España ha visitado estos lares.



El descenso es lo más duro.
A los pies de Peña Cabarga nos espera el segundo coche (el primero lo dejamos en La Concha de Villaescusa). Nos descalzamos y aliviados regresamos a Santander.
Vuelvo a la Avenida de Reina Victoria y saludo a Don Gerardo.
Me siento a su lado y, como él, miro a lo lejos...
Una sonrisa ilumina mi rostro: ¡ésta también es mi bahía!


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