Santander, 12 de noviembre de 2.013
La semana pasada se dio el pistoletazo de salida a la tercera edición de la Muestra Escénica de Cantabria (MUECA), una iniciativa promovida por la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria y la Asociación Cántabra de Empresas Productoras de Artes Escéncias (ACEPAE) que pretende mostrar a los espectadores el trabajo hecho por compañías de Cantabria o vinculadas de algún modo a nuestra región.
Es el caso de Arrieritos, una compañía de danza que nació en Madrid en 1.996 a raíz de una propuesta del Teatro Pradillo para la realización de un espectáculo incluido dentro del proyecto "La otra mirada del Flamenco" y entre cuyos fundadores se encontraba el cántabro Florencio Campo, que actualmente desempeña funciones de dirección, coreografía e interpretación.
Él y su compañera Patricia Torrero nos han presentado esta noche en el escenario de la Sala Bonifaz "El sollozo del hierro", una coreografía estrenada en 2.010 inspirada en la historia de amor de Miguel Hernández y Josefina Manresa en la que el fantástico trabajo de ambos nos permite adentrarnos en los sentimientos del poeta y su esposa.
Sus pies y sus manos laten, los corazones llora...
Sus pies y sus manos laten, los corazones llora...
Miguel Hernández conoció a Josefina Manresa en 1.934.
Sus tiempos se fundieron para escurrírseles entre los dedos...
Ella era una modista recatada que se mostraba esquiva ante los requiebros amorosos del pastor de cabras.
Sus tiempos se fundieron para escurrírseles entre los dedos...
Ella era una modista recatada que se mostraba esquiva ante los requiebros amorosos del pastor de cabras.
Me tiraste un limón, y tan amargo,
con una mano cálida, y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo.
Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de seno duro y largo.
Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,
se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.
Te me mueres de casta y de sencilla:
estoy convicto, amor, estoy confeso
de que, raptor intrépido de un beso,
yo te libé la flor de la mejilla.
Yo te libé la flor de la mejilla,
y desde aquella gloria, aquel suceso,
tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
se te cae deshojada y amarilla.
El fantasma del beso delincuente
el pómulo te tiene perseguido,
cada vez más potente, negro y grande.
Y sin dormir estás, celosamente,
vigilando mi boca ¡con qué cuido!
para que no se vicie y se desmande.
Se convirtió en el vínculo que lo mantuvo anclado a la realidad rescatándolo del onírico mundo en el que habitaban él y su poesía, pero su relación fue tormentosa y epistolar y su amor estuvo plagado de ausencias.
Miguel Hernández visitaba Madrid con frecuencia y pasaba allí largas temporadas. El estilo de vida de la capital le abrió las puertas a un nuevo mundo muy alejado de su Orihuela natal y de la sociedad rural a la que pertenecía: "La gente de los pueblos es tonta perdida, Josefina mía: por eso me gustaría tenerte aquí en Madrid, porque aquí no se esconde nadie para darse un beso, ni a nadie le escandaliza cuando ve a una pareja tumbada en el campo uno encima de otro... Tú fíjate en que casi todos los que hablan mal de esas cosas, tan naturales como el mear, son solteronas o curas, las dos clases de personas que menos falta hacen en el mundo, porque lo envenenan".
Las diferencias entre ellos eran cada vez mayores y las discrepancias hicieron mella en la pareja hasta provocar su ruptura.
Hubo otras mujeres pero el 1 de febrero de 1.936 Miguel escribió una carta al padre de Josefina disculpándose y pidiéndole que intercediera ante su hija para tratar de reanudar su noviazgo:
Mi querido y respetado amigo: he dejado pasar algún tiempo para escribirle a usted con serenidad y hablarle de mi violenta situación frente a usted y su señora por lo sucedido entre Josefina y yo. Le pido me perdone por todo. No le he escrito antes porque siempre he pensado que las relaciones dee su hija conmigo volverían a reanudarse, ya que los motivos porque las interrumpimos fueron muy poca cosa de importancia. Yo le agradecería que usted viera si es posible hacer lo que sería mi mayor deseo que hiciera y es esto: si cree que Josefina todavía puede tenerme algún afecto y no está comprometida con ningún otro hombre, vea la manera de hablarle sencillamente y decirle si está dispuesta a continuar su amistad de mujer conmigo. No quiero que esto sea motivo de problema ni de disgusto para nadie. Si usted cree que ella no me tiene ninguna voluntad ya, le ruego no intente resolver nada en absoluto.
Todo quisiera poder ver resuelto felizmente. Usted comprenderá que no tiene nada de extraño la riña entre dos personas que se quieran o se han querido bien. Haga el favor de perdonarme por todo una vez más y escribirme cuando lo crea conveniente sobre el enojoso asunto éste, que quisiera ver arreglado buenamente y cuanto antes.
Le saluda y le recuerda siempre con cariño, así como a su señora, su amigo,
En julio de 1.936 estalla la Guerra Civil...
Miguel Hernández se alistó en el bando republicano y fue trasladado al frente pero en 1.937 pudo 'escaparse' unos días a Orihuela para casarse con Josefina: "Te digo que yo estoy dispuesto a pasar por la iglesia, ya que tú lo quieres así... No creo que el casamiento sea cosa de Dios, sino cosa de dos... Yo no he dejado de creer en Dios ni he dejado de no creer, pero ahora no lo necesito."
El nacimiento de sus dos hijos y la muerte de uno de ellos transformó sus vidas: "Cada vez que lo miro en la fotografía lo encuentro más hermoso y más parecido a ti... Y miro la del otro hijo que se nos fue y entonces me veo a mí".
El 1 de abril de 1.939 terminó la guerra pero unos meses después Miguel Hernández ingresó en prisión y la cárcel los distanció para siempre: "Sigues siendo tan poco puntual como otras veces. Dime que es lo que no tienes, Josefina: papel, tinta, pluma o ganas. No me gusta este retraso de tu carta. El día que se me hinchen los narizones voy a dejar de escribirte por años...".
Miguel Hernández visitaba Madrid con frecuencia y pasaba allí largas temporadas. El estilo de vida de la capital le abrió las puertas a un nuevo mundo muy alejado de su Orihuela natal y de la sociedad rural a la que pertenecía: "La gente de los pueblos es tonta perdida, Josefina mía: por eso me gustaría tenerte aquí en Madrid, porque aquí no se esconde nadie para darse un beso, ni a nadie le escandaliza cuando ve a una pareja tumbada en el campo uno encima de otro... Tú fíjate en que casi todos los que hablan mal de esas cosas, tan naturales como el mear, son solteronas o curas, las dos clases de personas que menos falta hacen en el mundo, porque lo envenenan".
Las diferencias entre ellos eran cada vez mayores y las discrepancias hicieron mella en la pareja hasta provocar su ruptura.
Hubo otras mujeres pero el 1 de febrero de 1.936 Miguel escribió una carta al padre de Josefina disculpándose y pidiéndole que intercediera ante su hija para tratar de reanudar su noviazgo:
Mi querido y respetado amigo: he dejado pasar algún tiempo para escribirle a usted con serenidad y hablarle de mi violenta situación frente a usted y su señora por lo sucedido entre Josefina y yo. Le pido me perdone por todo. No le he escrito antes porque siempre he pensado que las relaciones dee su hija conmigo volverían a reanudarse, ya que los motivos porque las interrumpimos fueron muy poca cosa de importancia. Yo le agradecería que usted viera si es posible hacer lo que sería mi mayor deseo que hiciera y es esto: si cree que Josefina todavía puede tenerme algún afecto y no está comprometida con ningún otro hombre, vea la manera de hablarle sencillamente y decirle si está dispuesta a continuar su amistad de mujer conmigo. No quiero que esto sea motivo de problema ni de disgusto para nadie. Si usted cree que ella no me tiene ninguna voluntad ya, le ruego no intente resolver nada en absoluto.
Todo quisiera poder ver resuelto felizmente. Usted comprenderá que no tiene nada de extraño la riña entre dos personas que se quieran o se han querido bien. Haga el favor de perdonarme por todo una vez más y escribirme cuando lo crea conveniente sobre el enojoso asunto éste, que quisiera ver arreglado buenamente y cuanto antes.
Le saluda y le recuerda siempre con cariño, así como a su señora, su amigo,
Miguel Hernández.
Apenas cuatro días después reanudaba la correspondencia con Josefina: "Te confieso que he tenido una experiencia muy grande aquí y que me encuentro muy solo. He sabido que mujeres como tú hay pocas y he apreciado más tu valor de esta manera... Te quiero y te querré siempre, porque he nacido para quererte a ti sola. Encuentro y trato a muchas mujeres. Estoy a diario con mujeres que me hablan y a las que hablo de muchas cosas, y ninguna encuentro como tú, y mi corazón sólo te quiere a ti entre todas."
Miguel Hernández se alistó en el bando republicano y fue trasladado al frente pero en 1.937 pudo 'escaparse' unos días a Orihuela para casarse con Josefina: "Te digo que yo estoy dispuesto a pasar por la iglesia, ya que tú lo quieres así... No creo que el casamiento sea cosa de Dios, sino cosa de dos... Yo no he dejado de creer en Dios ni he dejado de no creer, pero ahora no lo necesito."
El nacimiento de sus dos hijos y la muerte de uno de ellos transformó sus vidas: "Cada vez que lo miro en la fotografía lo encuentro más hermoso y más parecido a ti... Y miro la del otro hijo que se nos fue y entonces me veo a mí".
El 1 de abril de 1.939 terminó la guerra pero unos meses después Miguel Hernández ingresó en prisión y la cárcel los distanció para siempre: "Sigues siendo tan poco puntual como otras veces. Dime que es lo que no tienes, Josefina: papel, tinta, pluma o ganas. No me gusta este retraso de tu carta. El día que se me hinchen los narizones voy a dejar de escribirte por años...".
Miguel Hernández falleció en la enfermería del Reformatorio para Adultos de Alicante el 28 de marzo de 1.942, con sólo treinta y un años de edad.
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