lunes, 2 de diciembre de 2013

FERRERÍA DE EL POBAL: forjando lazos difíciles de romper

Muskiz, 30 de noviembre de 2.013


Un trágico e inoportuno golpe de mar arrastró consigo ayer demasiadas ilusiones pero cada uno hemos estado hoy donde teníamos que estar y pese a todo hemos podido saborear una deliciosa jornada familiar forjando lazos difíciles de romper.

La cuenca del vizcaíno río Barbadún es una zona de gran interés cultural que mantiene viva la memoria del pasado. A lo largo de sus orillas proliferaron las ferrerías -instalaciones en las que el mineral de hierro se transformaba en metal- y los molinos cuyos mecanismos eran activados gracias a la energía de unas aguas que regresaban después a su cauce.
Las infraestructuras de muchos de estos complejos se han conservado, en mejor o peor estado, hasta nuestros días.
La Diputación Foral de Bizkaia adquirió el complejo de El Pobal, el más importante de todos ellos, con el fin de restaurarlo y recuperar su valor patrimonial, y en el año 2.004 lo abrió al público convertido en museo.


La Ferrería de El Pobal fue construida a comienzos del siglo XVI por la familia Salazar, linaje banderizo que dominaba la comarca encartada desde el Castillo de Muñatones.
Durante el siglo XVIII alcanzó su máximo esplendor. Pertenecía entonces a la familia de La Cuadra que ampliaron sus instalaciones y modificaron toda la infraestructura hidráulica: presa, canales, túnel hidráulico, rebosadero...
A finales del siglo XIX se reformó el espacio edificado y se incorporó nueva maquinaria para tratar de mejorar la producción y adecuarse a los nuevos tiempos. La ferrería dejó de funcionar como tal pero la fragua, donde se forjaban todo tipo de herramientas y útiles de hierro, consiguió prolongar su vida productiva hasta 1.965, convirtiéndose así en la más longeva de Vizcaya.

En torno a la ferrería se articulaba un complejo productivo que estaba formado por los montes de donde se extraía el carbón y la madera, las tierras próximas destinadas al cultivo de hortalizas y árboles frutales, la vivienda de los ferrones, unos hornos de pan y un molino harinero que aprovechaba las infraestructuras hidraulicas existentes.

La Casa-Palacio de los Salazar era la vivienda de los ferrones; fue construida en el siglo XVI y en la actualidad alberga la recepción del museo y una sencilla exposición sobre el origen y los tipos de molinos.


En su parte posterior se pueden visitar dos hornos de pan, recientemente restaurados, y un molino harinero que constituye una fiel reconstrucción del original, del siglo XVII.
Al abrir la compuerta del canal el agua hace girar una rueda colocada en posición horizontal y su movimiento es trasladado a los dos pares de piedras en los que se muele el grano de trigo o maíz. Éste se deposita en una sencilla tolva que lo conduce hasta la zona comprendida entre las dos muelas; la inferior (durmiente) permanece quieta mientras que la superior (volandera) gira sobre ella provocando el rozamiento que muele el grano y transfornándolo en harina.


La ferrería es el elemento más singular del conjunto.
Se construyó aprovechando la topografía del terreno y se dispusieron muros cortafuego que evitasen la propagación de los posibles incendios a los que el edificio estaba expuesto. En su interior se pueden visitar todas la instalaciones necesarias para transformar y trabajar el hierro: un almacén de carbón vegetal, unos émbolos con los que insuflar aire a un horno de reducción, el propio horno, un martillo pilón y una fragua.


La apertura de sus correspondientes compuertas permite que el agua, procedente de la presa y conducida por el canal, ponga en movimiento sendas ruedas -en esta ocasión verticales- que a su vez activan los émbolos y el martillo pilón.


El mineral de hierro se colocaba en el horno de reducción semienterrado en el suelo junto con el carbón vegetal y para garantizar la correcta combustión y poder alcanzar la temperatura necesaria para convertirlo en metal se recurría a algún sistema con el que insuflar aire en grandes cantidades.
Una opción era utilizar fuelles de grandes dimensiones, similares a los utilizados para avivar las chimeneas, pero los trabajos llevados a cabo por la Diputación cuando se recuperó la ferrería permitieron descubrir los enormes cilindros de piedra con los que se ha reconstruido el sistema de émbolos utilizado en este complejo.


Cuando el mineral alcanzaba la temperatura óptima se colocaba en el martillo pilón para compactarlo y eliminar las impurezas, repitiendo la operación tantas veces como fuese necesario para conseguir un metal de calidad óptima.



El martillo pilón existente en El Pobal data del siglo XIX cuando la ferrería ya no era utilizada como tal sino como un taller en el que se elaboraba todo tipo de herramientas.
El martillo pesa más de trescientos kilos y permitía convertir los lingotes de hierro que llegaba a las instalaciones en barras toscas que posteriormente se trabajaban en la fragua dispuesta junto a él, un taller dispuesto en torno a un gran fogón central con cuatro hornos y unos fuelles activados manualmente donde se calentaban los barras que utilizando tenazas, martillos y yunques los artesanos convertirían en todo tipo de herramientas metálicas: anclas, rejas, clavos, agujas...


La demostración ferrona a la que hemos asistido contempla la puesta en marcha de las instalaciones de la ferrería y una exhibición del trabajo artesanal del hierro llevada a cabo por el maestro herrero Luis Padura y se complementa con la visita a una pequeña exposición relacionada con la industria ferrona.


El ruido y el fuego podían habernos asustado pero sabíamos lo que íbamos a ver y estábamos preparados. La lluvia y el mal tiempo nos impidió pasear por los alrededores y visitar la presa y el puente pero seguro que volveremos...
Comimos en Sopuerta, tomamos un cafetín en una preciosa cafetería junto a la playa de La Arena y regresamos a casa con la sensación de haber forjado algunos lazos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario