Mogro, 29 de noviembre de 2.013
Cuando hace unas semanas en 'Antena 3' estrenaron la versión televisiva de "El tiempo entre costuras" yo preferí empezar a leer la segunda novela firmada por María Dueñas: "Misión Olvido", sin renunciar a dejarme cautvar más adelante, cuando pueda verla del tirón, por las aventuras de una Sira Quiroga interpretada por Adriana Ugarte.
Me gusta que las historias tengan un principio y un final, y que no se conviertan en un rentable filón que sus autores explotan sin escrúpulos.
Durante un encuentro con la escritora el pasado verano, en el Paraninfo de la Magdalena, tuve la oportunidad de agradecerle el habernos privado de una secuela de las aventuras y desventuras protagonizadas por Sira Quiroga -que a buen seguro se hubiese convertido en un éxito de ventas-, para atreverse a escribir una novela que en casi nada se parece a la anterior.
Blanca Perea, su protagonista, es una mujer con la que María Dueñas reconoce tener muchas cosas en común pero que en ningún caso es su alter ego. Es una mujer de nuestro tiempo: está casada, es madre de dos hijos y trabaja en la universidad.
Durante veinticinco años luchó por ver crecer a sus hijos, tener cerca un compañero y construir un hogar en el que por las mañanas se colara la luz del sol. Cuando le dejaron de querer y le asaltaron el abandono y la incertidumbre frente a la crudeza irreversible de la realidad se defendió como pudo, batallando con las armas que tuvo a su alcance.
Aceptó una beca en la Universidad de Santa Cecilia, en California, y viajó a los EE.UU. para catalogar el legado del hispanista Andrés Fontana con la esperanza de que el tiempo y la distancia le ayudasen a recuperarse de sus heridas pero aprendió que a las cosas hay que darles siempre el final que necesitan, aunque resulte desolador, para que todo termine curándose sin dejar cicatrices.
Blanca se refugia en su trabajo, encuentra nuevas amistades y se enfrenta a su presente superando desencuentros y rencores. Su labor de investigación se convierte en el hilo conductor de una novela que nos sumerge en un mundo de aventuras cotidianas protagonizado por gente corriente.
Me gusta que las historias tengan un principio y un final, y que no se conviertan en un rentable filón que sus autores explotan sin escrúpulos.
Durante un encuentro con la escritora el pasado verano, en el Paraninfo de la Magdalena, tuve la oportunidad de agradecerle el habernos privado de una secuela de las aventuras y desventuras protagonizadas por Sira Quiroga -que a buen seguro se hubiese convertido en un éxito de ventas-, para atreverse a escribir una novela que en casi nada se parece a la anterior.
Aceptó una beca en la Universidad de Santa Cecilia, en California, y viajó a los EE.UU. para catalogar el legado del hispanista Andrés Fontana con la esperanza de que el tiempo y la distancia le ayudasen a recuperarse de sus heridas pero aprendió que a las cosas hay que darles siempre el final que necesitan, aunque resulte desolador, para que todo termine curándose sin dejar cicatrices.
Blanca se refugia en su trabajo, encuentra nuevas amistades y se enfrenta a su presente superando desencuentros y rencores. Su labor de investigación se convierte en el hilo conductor de una novela que nos sumerge en un mundo de aventuras cotidianas protagonizado por gente corriente.
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