Bárcelona, 22 de febrero de 2.014
Mi último encuentro con Rebeca Jiménez, a principios de año, no me había dejado muy buen sabor de boca. Por eso, cuando supe que íbamos a coincidir en Barcelona, aposté por desquitarme.
Ella ha viajado a la ciudad condal para tocar en la mítica sala Luz de Gas y yo estoy aquí visitando a Mari que, a punto de completar su periodo de residencia en Cruces, afianza su formación trabajando en otros hospitales.
La sala impresiona: ¡es preciosa!
Una espectacular barra central cubre los trescientos sesenta grados y la pista de baile, en la que han repartido sillas para que podamos disfrutar del concierto cómodamente sentados, se extiende frente a un discreto tablao. Seis fastuosas lámparas y un puñado de faroles iluminan ténuemente la sala.
Rebeca ha venido sola pero sobre el escenario le espera un espléndido piano de cola. Juntos nos han regalado una de sus mejores noches.
Sus canciones han sonado como nunca, aunque empiezo a echar de menos en su repertorio algún tema nuevo o alguna versión diferente.
Ha invitado a David Espín a acompañarle sobre el escenario: un joven músico con el que ha compartido un par de canciones.
Carlos Vega estaba entre el público. Ha subido el escenario y juntos han afrontado una "Lucha de gigantes" que hoy ha resultado especialmente emotiva ya que, según nos ha contado su propio hermano, aquí fue donde Antonio nos dejó su último acústico.
Los perros ladran en la oscuridad...
¡¡¡Hay mil maneras de ver las cosas sobre el papel!!!
"¡¡¡Soy mexicana!!!", ha gritado la segoviana.
Ha entonado una ranchera y lo ha ratificado pegando un buen trago del tequila de una petaca que, emulando lo acontecido nuestra primera vez, ha compartido con nosotros.
Hoy Rebeca ha vuelto a ser la mejor...
Ha entonado una ranchera y lo ha ratificado pegando un buen trago del tequila de una petaca que, emulando lo acontecido nuestra primera vez, ha compartido con nosotros.
Hoy Rebeca ha vuelto a ser la mejor...
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