miércoles, 13 de agosto de 2014

LA SAL DE LA VIDA: esos locos bajitos...

Mogro, 12 de agosto de 2.014

Anna Gavalda publicó "La sal de la vida" en 2.001, pero la novela, corta y de fácil lectura, tardó casi diez años en traducirse al castellano; antes tuvo que saborear el éxito de "La amaba", "Juntos nada más" y "El consuelo"...


"La sal de la vida" es un relato alegre, lleno de sonrisas, de juegos, de reyes, reinas y ases, que nos recuerda que todo es posible todavía."
(Anna Gavalda)

Cuando Garance y Lola conocieron a su cuñada Carine, ésta sujetó con fuerza la mano de su hermano Simon, como si temiese que se lo fueran a quitar... Junto a ellas tiene miedo. Está celosa. Siente que no da la talla, aunque en realidad es la persona que le anima cada día, que tira de él hacia delante y le obliga a espabilarse. 
Simon es un ser de otro planeta: no le gustan los conflictos y huye de los enfrentamientos. Todo el mundo le adora. No se irrita nunca, nunca habla mal de nadie, no tiene malicia y no juzga a sus semejantes. Para perder los nervios y decir cosas desagradables ya están ellas.

Falta Vincent...

Los cuatro hermanos han compartido montones de cosas: música y escritores, senderos, manos y escondites, trocitos de estrellas fugaces anotados en recibos de tarjetas bancarias, páginas arrancadas, recuerdos felices y también recuerdos horribles, canciones y estribillos, mensajes guardados, libros importantes, ositos de gominola y discos rayados, sus infancias, sus soledades, sus primeros amores y sus proyectos de futuro, montones de horas buscando escondites y puertas custodiadas en los baños del colegio, escenas de película, bailes, olores, sabores, fantasías propias de provincianos y agobios la víspera de un exámen, abuelos, secretos e infinidad de instantes únicos...

Que más da que unos copien sonetos en cuadernos mientras otros se bajan música de internet, que unos admiren la pintura y otros prefieran la fotografía, que unos no digan jamás lo que piensan y otros digan todo lo que se les pasa por la cabeza, que a unos les guste estar un poco 'piripi' y otros prefieran beber, que a unos no les guste salir y a otros volver o que a unos les guste jugar y a otros no les guste perder. Son diferentes, pero se necesitan: juntos ganan mucho. No se juzgan. Se aceptan tal como son.


Crecieron...

Maduraron, unos más que otros, cada uno a su manera, hasta que su sistema solar se fue al garete. Entonces bebieron, lloraron y tiraron p'alante: estaban juntos y la vida se recompuso pero temían que se difuminase aquéllo que les mantenía unidos y que el tiempo les separase...
Dicen que ya nada perdura, pero es mentira. Siempre se puede firmar una tregua o abrir un paréntesis para sisar una hora a los demás, saltar la verja del colegio y disfrutar de una pizquita de felicidad. Crecer no significa tener que abrir la palma de la mano y dejar caer la camaradería, la ternura y el amor rugoso que compartieron cuando eran niños...

Nosotros somos tres pero, como ellos, nos hemos chupado el dedo juntos forjando una complicidad inquebrantable. ¡¡¡Os quiero!!!

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