martes, 17 de febrero de 2015

DOWNTON ABBEY (temporada 5): los tiempos están cambiando...

Mogro, 10 de febrero de 2.015

Hace solo un año Mary pensaba que iba a estar sola para siempre y que se dedicaría a llorar a Matthew el resto de sus días. Ahora sabe que no es verdad y que algún día comenzará una nueva vida para ella. Ha abandonado el luto y los pretendientes se agolpan a sus pies. Se siente un poco cruel teniéndoles en vilo, pendientes de ella, pero sabe que su destino es salvar Downton y conservarlo para el pequeño George. 


Ella les quiere a su manera, fría e insensible, pero teme equivocarse. Quiere vivir el presente y no pasarse la vida lamentando el pasado o temiendo el futuro. Desea volver a casarse pero pretende ser tan feliz con su segundo esposo como lo fue con el primero.


Estamos en 1.924 y los tiempos están cambiando: las grandes mansiones se están quedando sin personal de servicio porque la gente humilde prefiere trabajar en fábricas y tiendas, con un horario establecido. Ahora tienen más opciones, intereses e información a su alcance, que les permite abrir los ojos a un mundo del que antes no sabían nada.
Lord Grantham piensa que el nuevo primer ministro se ha propuesto destruir a la aristocracia inglesa pero lady Mary prefiere esperar a ver que pasa antes de que cunda el pánico. Su padre, Tom y ella forman un buen equipo...


Tom, sin embargo, se siente como un pez fuera del agua.  Sabe que la familia Grantham le quiere pero pronto él y su hija Sybill viajarán a Bostón. Atrás quedaron sus ideales políticos: ahora se conforma con ser sólo un hombre en busca de un mundo mejor...

La esencia de la naturaleza humana no es la permanencia sino la fluctuación.

Hace tiempo que los celos y la envidia de Edith esconden su amargura: desea una vida distinta a la que tiene. Ha visto como sus dos hermanas se casaban y ella se siente sola e infeliz.
En la casa no hay mucho que hacer. Para mantenerse ocupada escribió algunas cartas a un periódico londinense. Fue contratada y su editor y ella se enamoraron pese a que él fuese un hombre casado con una mujer perturbada ingresada en un centro psiquiátrico.


Michael Gregson viajó a Alemania con la esperanza de conseguir allí el divorcio que en Inglaterra nunca le concederían, pero desapareció. Llegó a Munich y se registró en el hotel. Esa noche salió y nunca más regresó: se había desvanecido en el aire y era imposible contactar con él.
Edith le quería, y habría querido también a su bebé, pero temiendo convertirse en una mujer repudiada, de la que todo el mundo hablase, se planteó la posibilidad de abortar: ¡no pudo hacerlo!
Su tía Rosamund le propuso hacer un largo viaje al extranjero de manera que el bebé pudiera ser adoptado por una pareja sin hijos fuera del país. Estuvo a punto de aceptar pero no estaba dispuesta a resignarse a no formar parte de su vida y después de pasar ocho meses en Ginebra con su tía regresó a Inglaterra para entregar a su hija, en secreto, a un granjero de Downton Abbey y así poder verla crecer.


Edith regresó a Inglaterra justo a tiempo de asistir en Londres a la fastuosa ceremonia de presentación en sociedad de su prima Rose McClare.




Sus padres estaban a punto de divorciarse y habían enviado a la pizpireta jovencita a vivir con los Crawley con la esperanza de que aprendiese que la familia puede ser un nido de amor.

El amor es como montar a caballo o hablar francés, si no lo aprendes cuando eres joven ya es difícil cogerle el truco.

Sin embargo, en Downton Abbey no es oro todo lo que reluce...
La de Cora no era una familia privilegiada cuando vivían en Cincinati, y aún menos cuando se mudaron a Nueva York: su padre era judío, y su dinero reciente, pero tenían mucho y ella era bonita... Su madre pensó que en Londres encontraría un mejor partido con el que casarse y de repente se encontró en los enormes salones de las mayores mansiones de la capital inglesa sin saber qué hacer, qué ponerse o cómo coquetear pero con muchos nombres en sus carnets de baile.
Anhela poder hacer algo de lo que la gente hablará después de su muerte pero siente que nadie recordará nada de lo que ha hecho cuando su cuerpo esté frío. Siente que su esposo no otorga ningún valor a sus opiniones y coquetea con Simon Cricker, un marchante de arte interesado en la colección de pintura de Downton y que parece concederle la atención que ella necesita.


Le permitió entrar en su vida privada y el aprovechó para colarse en su dormitorio. Robert les sorprendió antes de que ella hubiese tenido tiempo de echarle: estuvo enojado unos días pero el incidente le sirvió para darse cuenta de que había ignorado a su esposa durante demasiado tiempo.


El señor Merton no le pidió matrimonio a Isobel a causa de su soledad, o por su comodidad futura, sino por una razón de carácter romántico. Declaró libre y con orgullo que se había enamorado de ella y que deseaba pasar lo que le restase de vida en su compañía porque creía que podía hacerla feliz y, en cualquier caso, le gustaría tener la opción de al menos intentarlo.
Su proposición quedó sobre la mesa e Isobel prometió pensárselo...


Verles juntos le hacía a la condesa Grantham sentirse triste, no porque fuese a ser difícil aceptar que sus posiciones fuesen a cambiar y que Isobel fuese a ocupar un lugar entre los líderes del condado, sino porque se había acostumbrado a tener una amiga y compañera con quien hablar de las cosas y sabía que la echaría en falta.

Su reencuentro con Igor Kuragin podría haberlo cambiado todo. Se trata de un príncipe ruso exiliado al que conoció en San Petersburgo hace muchos años. Ambos se sintieron atraídos el uno por el otro pero los dos estaban casados y su amor era imposible.
Ahora las cosas son diferentes. Ella está viuda y él lleva mucho tiempo separado de su mujer: emigró a Japón y desapareció. Ésta puede ser su última oportunidad.


Él desea pasar sus últimos años junto a ella como su amigo y su amante. No quiere un escándalo, sólo amor, pero Violet localizó a su esposa y la trajo a Downton. Ella le impidió cometer un error que le hubiese privado de sus hijos y arrastrado a un destino incierto: ahora su deuda está saldada...

La esperanza es un señuelo destinado a evitar que aceptemos la realidad.

La Condesa de Grantham rechazó al hombre que amaba e Isobel hizo lo mismo con Lord Merton para no enemistarle con sus hijos. Son amigas: juntas verán lo que les depara el enigmático futuro...

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