martes, 17 de marzo de 2015

LIÉBANA: paisajes infinitos y rincones únicos (III)

Potes, 11 de marzo de 2.015


...regresamos al coche y nos dirigimos al Monasterio de Santo Toribio, monasterio franciscano situado en el municipio de Camaleño y declarado monumento nacional en 1.953.
Nos adentramos en el valle de Valdebaró y acariciando el cielo, a nuestra izquierda, presidiendo la Sierra de la Viorna, descubrimos una gran cruz de piedra. Se alza en la cumbre a la que cuenta la leyenda que subió Santo Toribio para lanzar su bastón diciendo: "allá donde caiga mi cayada estará mi morada".


La fundación del monasterio ser podría atribuida a un obispo de Palencia llamado Toribio que en el siglo VI se retiró a estas tierras junto algunos de sus acólitos para seguir una vida acorde a la regla benedictina.
Todo hace indicar, sin embargo, que el origen del actual monasterio, consagrado inicialmente a San Martín de Turieno, habría que situarlo en época del rey Alfonso I de Asturias, responsable de la fundación a mediados del siglo VIII de varios asentamientos monásticos en la comarca con los que pretendía consolidar la política de repoblación llevada a cabo en Liébana.

Fue en el siglo VIII cuando, para ser protegido del avance musulmán, el cuerpo de otro obispo, Santo Toribio de Astorga, fue trasladado al monasterio junto a las reliquias que en el siglo V había traído a la península desde Tierra Santa y entre las que se encontraba el trozo más grande que se conserva de la Cruz de Cristo: el Lignum Crucis.
Esto hizo que el 23 de septiembre de 1.512 el papa Julio II promulgase una bula mediante la cual otorgaba al monasterio el privilegio de celebrar el Año Jubilar Lebaniego, convirtiéndolo en un importante centro de peregrinación. Desde entonces, aquellos años en los que el día 16 de abril, festividad de Santo Toribio, cae en domingo se abre la puerta del perdón y se celebra en el monasterio el Año Santo Lebaniego.


El elemento arquitectónico más importante del monasterio es su iglesia, construida en 1.256 sobre los restos de un edificio románico, de estilo gótico pero remodelada en varias ocasiones. 
Tiene planta rectangular y está formada por tres naves sobrias y esbeltas, con una torre a los pies de la central y tres ábsides poligonales en su cabecera. 


Dos puertas de tradición románica se abren en el muro meridional: la principal y la del perdón, por la que deben pasar los pecadores para ser redimidos.
En el interior de la iglesia, observamos las sobrias bóvedas de crucería que cubren el templo y recorremos sus tres elegantes y armoniosas naves. La central está presidida por un icono contemporáneo de la crucifixión mientras que los ábsides laterales contienen una imagen de Santa María de los Ángeles del siglo XVI y una talla de madera del siglo XIV que representa a Santo Toribio, obispo de Astoga.


Una capilla aboveda situada en el muro norte de la iglesia, de estilo barroco, diseñada por Pedro Martínez de Cardeña en 1.705 y promovida por Francisco Gómez de Otero y Cossío -inquisidor de Madrid y arzobispo de Santa Fe Bogotá-, alberga la gran cruz relicario de plata dorada en la que se custodia el Lignum Crucis.


Junto a la iglesia, dos arcos apuntados dan paso a un discreto claustro concluido en el siglo XVII que alberga en la actualidad una exposición permanente que muestra una copia de algunas de las miniaturas que ilustran los 'Comentarios del Apocalipsis' de Beato de Liébana.




Este monje, abad del Monasterio de San Martín de Turieno, escribió e ilustró en el año 776 una obra de erudición, poco original, que constituye en realidad una compilación de textos, más o menos largos, de los Padres y Doctores de la Iglesia, y contiene una traducción latina integra del Apocalipsis de San Juan y que alcanzó una enorme difusión durante la Alta Edad Media.

En torno al monasterio, disemenidas por el monte Viorna, se encuentran los restos de numerosas  ermitas que dependieron del primitivo cenobio: lugares adecuados para el retiro, la meditación y la oración que a raíz de la desamortización de Mendizabal entraron en un proceso de degradación y ruina pero que recientemente se han rehabilitado.
Cogemos el coche y subimos hasta la próxima ermita San Miguel, situada al norte del monasterio. Sus orígenes se remontan al siglo XIII y su espigada espadaña es perfectamente reconocible desde lo más hondo del valle.


Los imponentes Picos de Europa custodian el paisaje infinito que nos envuelve mientras el sol empieza a esconderse.
Dejamos atrás las laderas de la Viorna y remontamos el valle de Valdebaró para dirigimos a Fuente Dé y dejarnos envolver por los cautivadores vestigios de las copiosas nevadas acaecidas hace unas semanas y acumulados en las paredes de este impresionante circo glaciar.



Es hora de volver a Santander pero antes dejamos que un café calentito, una reconfortante hoguera y el hipnótico crepitar de la madera ardiendo pinten el cálido rincón desde el que hoy le decimos adiós a Liébana.



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