lunes, 24 de julio de 2017

IGLESIA DE SAN MARTÍN DE TOURS: románico palentino (II)

Frómista, 22 de junio de 2.017


Camino de San Sebastián de los Reyes, después de visitar el Monasterio de San Andrés de Arroyo, hacemos un alto en el camino en Frómista y reponemos fuerzas en un restaurante ubicado justo enfrente de la espectacular Iglesia de San Martín de Tours.


Con el estómago lleno volvemos a la calle. El sol aprieta con fuerza pero la canícula del mes de junio no puede impedir que aprevechemos la ocasión de admirar los hermosísimos detalles de esta perla románica restaurada por el arquitecto Aníbal Álvarez en 1.904.


La Iglesia de San Martín de Tours, construida durante la segunda mitad del siglo XI por orden de Muniadona de Castilla, reina consorte de Pamplona merced a su casamiento con el rey Sancho Garcés III, formaba parte de un monasterio benedictino abandonado en el siglo XIII del que en la actualidad no se conserva ningún vestigio, con cuyas dependencias es posible que se comunicase a traves de la pequeña puerta de arco ojival situada en el hastial sur del transepto.

De planta basilical sobre cruz latina, está formada por tres naves de escasa altura -la central de mayores dimensiones que las laterales-, rematadas con ábsides circulares. Sobre sus bóvedas de cañón, justo encima del crucero, se alza un vistoso cimborrio octogonal.



A lo largo de sus recios muros de piedra, a modo de cornisa y a diferentes alturas, se extiende un vistoso adorno ajedrezado, y bajo los aleros de puertas y tejados se reparten más de trescientos canecillos decorados con figuras que representan a animales de toda índoles, figuras humanas y seres mitológicos y fantásticos. 


Los cuerpos cilíndricos del ábside se dividen en lienzos mediante semicolumnas adosadas que, rebasada la moldura ajedrezada del nivel inferior de las ventanas, se prolongan hasta sustentar el alero de la cubierta.



Lass arquivoltas de las puertas y las de los pequeños ventanales abiertos en sus paredes, principalmente en la cabecera, descansan sobre columnas con capiteles bellamente decorados.

Tanto en la fachada norte como en la fachada sur se abren sendas puertas ligeramente resaltadas, con triple arquivolta de medio punto remarcada con guardapolvo de taqueado jaqués, similares a otras repartidas a lo largo del Camino de Santiago.


A lo largo del siglo XV el edificio sufrió varias modificaciones: se añadieron varias dependencias que sirvieron de sacristía y sobre el cimborrio original se construyó una torre que servía de campanario, al cual se accedía por una pintoresca escalera con galería volada.
Posteriormente experimentó un lento deterioro que propició que en el siglo XIX fuese declarado inadecuado para el culto y clausurado definitivamente.


Afortunadamente, en 1.894 fue declarado Monumento Nacional y poco después se iniciaron las labores de restaruación dirigidas por Aníbal Álvarez, quien, siguiendo los criterios de la época propuestos por Viollet-le-Duc, se propuso devolver el templo a su estado original, eliminando los añadidos posteriores, reconstruyendo partes completas y sustituyendo los capiteles y canecillos más deteriorados por reproducciones de los originales.


Los flancos meridional y occidental eran los más deteriorados y experimentaron la intervención más notable y evidente. Es muy posible que la puerta principal, situada a los pies de la iglesia, flanqueada por dos graciosas torres cilíndricas y ricamente adornada, no existiera originalmente y sea fruto de la restauración llevada a cabo por el arquitecto madrileño.


La intervención fue de tal calado que la iglesia parece una pipiola por la que no pasan los años. Sus dimensiones y proporciones son perfectas y sus volúmenes están tan equilibrados que uno se queda extasiado contemplando la belleza de sus formas, pero el tiempo se nos echa encima... ¡Volveremos!

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