Santander, 5 de enero de 2.018
“Corazón de nápalm” es una de las novelas
que Mercedes Corbillón recomendó cuando, después de los atentados terroristas
de Cataluña, Susana Pedreira dedicó su programa de radio a la ciudad condal.
En
nuestras relaciones sociales con los demás, siempre representamos un papel,
aunque sea de forma inconsciente: no nos mostramos tal y como somos, sino como
desearíamos ser vistos, disimulando los defectos o las debilidades de que nos
avergonzamos, extremando la cortesía y la educación de modo forzado. Cuanto más
desconocida es la persona a la que deseamos cautivar, mayor es el disfraz y el
esmero que ponemos en la representación.
La catalana Clara Usón funde dos novelas
en una, y teje dos historias entrelazadas con las que en 2.009 ganó el premio
Biblioteca Breve de Seix Barral. Las vidas de Fede y Marta avanzan por el mismo
rail, condenadas a encontrarse, revelando la cruda realidad de dos mundos
diferentes.
En 1.984 él tiene trece años y vive en
Santander con su padre, su madrastra y la hija de ambos. Suyos son los
capítulos impares…
Es un inadaptado social con un complejo de
Edipo galopante. Su ‘conjura de los necios’ le lleva de vuelta a Barcelona, de
donde se marchó hace un año, dejando atrás a una madre heroinómana a la que no
ha vuelto a ver desde entonces.
“I was
born to lose…
Soy
el chico olvidado del mundo,
con
el corazón lleno de nápalm,
buscando
que destruir…”
Los capítulos de Marta son los pares…
Ser artista es una búsqueda perpétua que
no lleva a ningún lado, porque, cuando parece que encuentras una salida, estás
perdido: dejas de indagar y abandonas el laberinto. Ser artista es una actitud,
una disposición, un estado de ánimo…, con independencia del resultado.
Lamentablemente, en la pintura prima la
idea sobre la práctica. El arte conceptual es una tomadura de pelo, pero
también una buena manera de ganar dinero. Los nuevos ricos se dan de tortas por
conseguir una de esas estúpidas obras basadas en meras ocurrencias, lo más
chocantes o provocativas posible, que sorprenden, escandalizan y, con un poco
de suerte, incluso asquean: ¡que sea algo nuevo es lo único que importa!
Fruto de su colaboración con el gran
Maristany surgieron algunos de sus mejores cuadros: él ponía la idea y ella la
ejecutaba. La crítica no comprendía cómo era posible que el veterano artista
hubiera alcanzado la plenitud a los ochenta y pico años... Ella era su plenitud,
pero estamos en 2.004 y él ha muerto: ¿qué la deparará el futuro?
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