viernes, 31 de mayo de 2019

NO HAY GALLETAS PARA LOS DUENDES: ni la luna ni las estrellas tornaban más amable la creciente oscuridad

Santander, 29 de mayo de 2.019


Me acerco a la Biblioteca Central con la intención de buscar algunos cuentos para Fran y en el espacio dedicado a lo que sus responsables denominan ‘centros de interés’, dedicado esta semana a ‘La cocina y los cuentos’, me topo con “No hay galletas para los duendes”: otro cuento de Cornelia Funke que cae en mis manos por casualidad…



No resisto la tentación. Me lo llevo y lo devoro. Casi sin darme cuenta, me topo con un bonito canto a la amistad que me traslada a un inquietante bosque lleno de pequeños y misteriosos duendes…

Antes los duendes recolectaban, comían y vivían de las bayas y setas que encontraban en los bosques, pero ahora los humanos arrasan con todo. Hasta hace poco, podían vivir de la basura que los excursionistas dejaban en el bosque, pero de un tiempo a esta parte el camping está cada vez más vacío. Sus desperdicios no son suficientes y ellos se han visto obligados a robar aquí y allá parte de su comida. Al fin y al cabo, tienen tanta: ¡basta con mirar sus enormes panzas!

Se acerca el invierno. Bisbita, Cabeza de Fuego y Sietepuntos tienen mucho hambre. Apenas han conseguido hacer acopio de provisiones y las pocas que tenían se las han arrebatado sus propios congéneres. Durante años han tenido que pelearse con cazadores ansiosos por apretar el gatillo, niños que querían atraparlos para llevarlos a su casa como si fueran animales de peluche, zorros hambrientos y gatos vagabundos, pero no contaban con tener que enfrentarse a un puñado de duendes capaces de quitarles la comida a sus propios hermanos. ¡Algo tendrán que hacer para recuperarla!

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