Madrid, 9 de abril de 2.010
Frente a nosotros tenemos a un Antonio delgado,
enfermo, que se abraza a su guitarra y, tímido, esconde su mirada tras su
flequillo.
Su
sensibilidad nos envuelve y disfrutamos de sus versos.
Meses
después, el 12 de mayo del 2.009, navegando por internet me sorprende la
noticia de su muerte y creo que, por primera vez, siento que se va alguien que
con sus versos y canciones, de alguna manera, ha dejado huella en el calendario
de mi vida.
Desde
entonces por todos lados se suceden los homenajes espontáneos.
Hoy, casi un año después, en Madrid, su hermano ha querido reunir a un
puñado de artistas para cantar sus poemas.
El
resultado no ha sido el esperado y salvo excepciones (Rosario, Ketama y alguno
más) no he tenido la sensación de ver a admiradores y amigos cantándole a
Antonio sino más bien artistas subidos a un karaoke.
Creo
que a este homenaje le ha faltado sentimiento; incluso el público, los fans de
Antonio, hemos estado fríos y distantes.
Quienes
no han fallado, quienes han estado ahí desde el minuto uno hasta el último
momento, han sido sus músicos, la banda de Antonio.
Ellos
sí que se han entregado y se han subido al escenario para brindarle a su
compañero un tremendo homenaje, adquiriendo un protagonismo que yo no había
apreciado cuando Antonio estaba a su lado.
De
todos modos ésta era una ocasión única y había que estar aquí: ¡VIVA
ANTONIO! y ¡GRACIAS!.
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