miércoles, 17 de abril de 2013

ARGO: la ficción al servicio de la realidad

Santander, 10 de abril de 2.013


"Argo" era en 1.979 el título de un pestilente guión de cine olvidado entre los papeles amontonados en la mesa de un productor de Hollywood.
"Argo" se convirtió entonces en el nombre de una operación secreta de la CIA, desclasificada por el presidente Bill Clinton en el año 2.000, y hoy en el título de una película dirigida y protagonizada por Ben Affleck ganadora este año del Oscar a la Mejor Película, al Mejor Guión Adaptado y al Mejor Montaje.




La revolución iraní de 1.979 desembocó en el derrocamiento del Shah Mohammad Reza Pahlevi, que había consolidado su poder tras el golpe de estado orquestado por británicos y estadounidenses en 1.953 para derrocar al primer ministro Mohammad Mosaddeq, que pretendía nacionalizar los recursos petrolíferos del país, y en la instauración de una república islámica liderada por el imán fundamentalista Ruhollah Jomeini.
El Shah, enfermo de cancer, buscó asilo en EE.UU. y el gobierno del Ayatalá Jomeini reclamó a los americanos su extradición para poder juzgarle en su país por "crímenes contra el pueblo iraní".




La negativa del gobierno estadounidense originó el asalto por parte de una multitud de fervientes seguidores del ayatolá de la embajada americana. Un total de sesenta y seis ciudadanos de los EE.UU fueron retenidos, prolongándose su cautiverio durante cuatrocientos cuarenta y cuatro días.
Durante los disturbios, seis americanos consiguieron escapar de la embajada y refugiarse en casa del embajador de Canadá.

La película de Ben Affleck es una recreación de la operación llevada a cabo conjuntamente por la CIA y el gobierno canadiense para sacar a esas seis personas del país.



Se trata de un intenso drama aderezado con sutiles toques de humor que pretenden rebajar la tensión al mismo tiempo que caricaturizan la industria cinematográfica californiana de la época y en el que el extraordinario trabajo de vestuario y maquillaje dan aún más credibilidad a un guión que Ben Affleck afronta con rigor y respeto, sin dejarse atrapar por el fanático patriotismo y los fuegos de artificio que con demasiada frecuencia inundan las pantallas hollywoodenses.

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