miércoles, 2 de diciembre de 2015

LO MEJOR AÚN ESTÁ POR VENIR (I) - PARATRIKE: ¡¡¡ya estoy pensando en repetir!!!

Islares, 24 de octubre de 2.015


Después de veinte años y catorce meses lo mejor aún está por venir y hoy familiares y amigos me han propuesto celebrarlo.
Madrugan, vienen a buscarme a Mogro, me montan en el coche y me vendan los ojos. Cuando vuelvo a abrirlos estamos en Islares, al otro lado de la ría de Oriñón, frente a la mole caliza del Monte Candina. Buscamos las instalciones de la Escuela Cántabra de Parapente (ESCANPA): una destartalada carabana y un prado al que acaba de llegar un todoterreno con un remolque en el que tranporta un paratrike biplaza.




Casi sin darme cuenta me pongo un mono, unos guantes y un casco y estoy montado en él junto a Tino, el director de la escuela.
Estoy tranquilo. Confío ciegamente -puede que de un modo un tanto inconsciente-, en la experiencia del monitor que pilotará la nave. Adopto la posición Nefertiti y despegamos.




En tierra queda un puñado de 'Pegados y Pinedos'. Ellos son los responsables de esta locura: "No estáis todos los que sois, pero sois todos los que estáis. ¡Os quiero!".

Sobrevolamos un mar que hoy parece no haber despertado todavía y nos acercamos a la playa de Oriñón...



Estamos a tres o cuatro metros del suelo y la sensación de velocidad es extraordinaria. Sobrevolamos la orilla y giramos noventa grados para volar hacia el mar con la sensación de que con solo estirar la mano podríamos, si quisieramos, acariciar la cresta de las olas.


Sobrevolamos el puerto de Arenillas y nos acercamos a los acantilados del Monte Candina. Nos asomamos a la vertiente occidental del macizo rocoso para contemplar a lo lejos el Monte Buciero y la Playa Salvé de Laredo.




Ganamos altura. Alcanzamos los seiscientos metros y a nuestros pies se despliega el impresionante circo de Candina.


Volamos sobre la Punta de Sonabia y después de dar unos vertiginosos giros sobre nosotros mismos regresamos a las instalaciones de ESCANPA.


Acariciamos la copa de los árboles, encontramos un hueco entre sus ramas y tomamos tierra.




No he pasado nada de miedo y las sensaciones han sido increibles: ¡¡¡ya estoy pensando en repetir!!! Bajo del paratrike, me quito los guantes, el casco y el mono y trato de compartir la experiencia con mis amigos pero no hay tiempo para mucho: ¡las sorpresas no acaban aquí! 

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