jueves, 12 de mayo de 2016

LISBOA (I): ¡la arruga es bella!

Lisboa, 21-24 de abril de 2.016


Después de visitar Sevilla mi madre y yo coqueteamos con la idea de viajar a Lisboa. Sólo era una idea pero cuando Air Nostrum anunció su intención de programar un vuelo directo a la capital portuguesa desde el aeropuerto de Santander nuestro proyecto comenzó a adquirir visos de realidad...

Aterrizamos en el Aeropuerto de Portela.
Cogemos el metro y nos dirigimos al Hotel Mundial, situado en la plaza Martín Moníz, junto al corazón de la capital portuguesa. La situación es ideal y las habitaciones muy confortables pero el hotel es demasiado grande y esto supone un inevitable ajetreo que resulta incómodo y desagradable.


Hay quienes dicen que Lisboa es una ciudad venida a menos que vivió tiempos mejores. Puede que no les falta razón, pues no hemos de olvidar que ésta fue la capital de un gran imperio, pero el color de la ropa tendida en los balcones y los desconchones que salpican las fachadas de sus casas le confieren una personalidad que a mí me cautiva: ¡¡¡la arruga es bella!!!

Retrasamos los relojes y a las seis de la tarde estamos ya en la caótica y desangelada Plaza del Marqués de Pombal. Situada junto a los jardines del Parque Eduardo VII, se trata del centro de la Lisboa moderna y aunque los edificios que la rodean carecen de encanto, está presidida por un majestuoso monumento dedicado al que fuera gobernador de la ciudad que hace que la visita merezca la pena.
En el suelo, un puñado de adoquines blancos y negros bien dispuestos dan forma al escudo de la ciudad: dos cuervos enfrentados posados en un barco que hacen alusión a la leyenda según la cual dos de estos pajarracos permanecieron junto a los restos de San Vicente -patrón de Lisboa-, cuando éstos fueron trasladados a la capital portuguesa por orden del rey Alfonso I en 1.173 desde el Cabo de San Vicente, situado al sur del país.


Sebastiäo José de Carvalho e Mello (1.699-1.782) -el Marqués de Pombal-, fue un estadista portugués que llegó a gobernar durante el reinado de José I,  entre 1.750 y 1.777, convirtiéndose en el máximo exponente del despotismo ilustrado en Portugal durante la segunda mitad del siglo XVIII. Desempeñó un papel fundamental en el acercamiento de su país a la realidad económica y social del resto de Europa, promoviendo para ello importantes reformas de índole administrativo, económico y social.

El monumento que preside la plaza fue inaugurado en 1.934 y muestra al Marqués de Pombal en lo alto de una robusta columna junto a un león como símbolo de poder y con la mirada perdida sobre su 'Baixa Pombalina'.
En la base del pedestal dos conjuntos escultóricos construidos en torno a unas piedras partidas y a unas olas conmemoran el devastador terremoto que asoló Lisboa en 1.755 y al que la ciudad se sobrepuso merced a la intervención del marqués.



A ambos lados de la columna, sendos conjuntos escultóricos hacen referencia a las reformas políticas, educativas y agrícolas llevadas a cabo por el despótico estadista y varias figuras en pie representan a la Universidad de Coimbra, donde el ministro creó la nueva facultad de ciencias.



La Avenida da Liberdade habrá de conducirnos desde la plaza hasta el centro de la ciudad. La construcción entre 1.879 y 1.882 de este gran paseo arbolado permitió la expansión de Lisboa más allá de su casco histórico.



Un agradable paseo de algo más de un kilómetro por esta amplia avenida vestida con los caracterísiticos adoquines de la ciudad y flanqueada por edificios del siglo XIX que albergan tiendas de alta costura y hoteles de muchas estrellas nos lleva hasta la Plaza de los Restauradores.



La plaza, presidida por un gran obelisco que se alza sobre un robusto pedestal decorado con figuras de bronce que representan a la Victoria y a la Libertad, conmemora la liberación del país del dominio español en 1.640.
En las paredes del obelisco están grabados los nombres y fechas de las batallas de la Guerra de Restauración, conjunto de enfrentamientos armados entre España y Portugal que tuvieron lugar entre 1.640 y 1.668.


La muerte sin herederos del rey Sebastián I en 1.578 y de su sucesor, Enrique I, en 1.580 provocaron un vacío de poder que Felipe II de España aprovechó para ordenar la invasión militar del país y autoproclamarse rey de Portugal. Ese fue el comienzo de un periodo en el que Portugal vivió bajo el dominio de la rama española de la Casa de Habsburgo y fue gobernada por virreyes de los reyes de España.
El levantamiento armado de 1.640, planeado en Lisboa por miembros de la nobleza, el clero y el ejército portugués, permitió destituir a los Habsburgo y proclamar un rey autóctono. Se puso fin a la monarquía dual de la Dinastía Filipina y el Duque de Braganza, convertido en Juan IV de Portugal, fue coronado rey.
Comenzó entonces un largo periodo de enfrentamientos entre España y Portugal que terminó con la firma del Tratado de Lisboa en 1.668 por parte de Carlos II y Alfonso VI en virtud del cual España reconocía la independencia de Portugal.

Abrumados por el peso de la historia continuamos nuestro paseo y muy cerca de la Plaza de los Restauradores nos detenemos frente a la imponente fachada de la  Estación de trenes de Rossio.


Proyectada por el arquitecto Luis Monteiro, la estación cuenta con una exhuberante decoración que la asemeja a un palacio o a un teatro. Fue construida entre 1.886 y 1.887, es de estilo neomanuelino y destacan sobre manera las dos impresionantes puertas con forma de herradura por las que se accede al interior del edificio y la pequeña torre con reloj que remata la parte superior de la fachada principal.

Estamos ya a un paso del la Plaza del Rossio, centro neurálgico de Lisboa desde hace varios siglos y corazón de la Baixa Pombalina...


El 1 de noviembre de 1.755, día de Todos los Santos, el desastre se abatió sobre Portugal y Lisboa fue sacudida por un violento temblor de tierra. El terremoto, y el posterior maremoto que éste provocó, devastaron una ciudad que aún hubo de soportar los incendios que se sucedieron después...
El Marqués de Pombal fue el principal responsable de la reconstrucción de Lisboa y elaboró un interesantísimo estudio que supuso el nacimiento de la sismología como ciencia. En vez de reconstruir la ciudad medieval, decidió demoler los pocos edificios que aún se mantenían en pie para levantar una ciudad nueva conforme a las revolucionarias normas urbanísticas de la época. Adoptando una cuadrícula casi perfecta, diseñó una red de calles ortogonales que posteriormente sería conocida como la Baixa Pombalina.

Se trata de un barrio comercial, con calles que, con el paso del tiempo, se han quedado estrechas, flanquedas por edificios de cuato o cinco alturas forrados con azulejo y en el que destacan plazas como ésta.


En el centro de la plaza se alza una estatua del rey Pedro IV de Portugal, primer emperador del Brasil independiente (1.798-1.834). Alrededor de la esbelta columna sobre la que descansa la imagen del monarca se distribuyen cuatro figuras de mujeres que simbolizan sus principales virtudes: justicia, sabiduría, fuerza y moderación, y a ambos lados del monumento se disponen sendas fuentes gemelas.
En el extremo norte de la plaza se alza la fachada principal del Teatro Nacional Doña María II.


El Palacio dos Estaús, construido en torno a 1.450 como alojamiento para los nobles que visitaban Lisboa, fue durante el siglo XVI sede de la Inquisición portuguesa. El edificio soportó el terremoto de 1.755 pero fue destruido por un incendio en 1.836. Gracias al esfuerzo del poeta y dramaturgo romántico Almeida Garrett el antiguo palacio fue sustituido por un teatro dedicado a la reina María II (1.819-1.853), hija de Pedro IV. El edificio, diseñado por el arquitecto italiano Fortunato Lodi, fue construido entre 1.842 y 1.846 y constituye el mejor ejemplo de arquitectura neoclásica de influencia paladiana en Lisboa.

Junto a la Plaza del Rossio se abre la Plaza de Figueira, desde donde podemos contemplar las murallas del Castillo de San Jorge.
Se trata de una plaza cuadrada ubicada sobre el solar que antes del terremoto ocupaba el antiguo Hospital de Todos los Santos y presidida por una estatua ecuestre del rey Juan I (1.357-1.433) diseñada en bronce por Leopoldo de Almeida en 1.971.


Desde la Plaza del Rossio y la Plaza de Figueira, confinada entre las colinas que la envuelven, la Baixa Pombalina se extiende mojarse los pies en el rio Tajo. Echamos a andar por la peatonal Rua Augusta, la calle principal de este popular barrio, y nos dirigimos a la Plaza del Comercio.



En el extremo sur de la calle nos topamos con la parte posterior del Arco del Triunfo que constituye la puerta de entrada a la plaza. Se trata del arco diseñado en 1.875 por el arquitecto Veríssimo José da Costa, pero antes hubo otro construido a instancias del Marqués de Pombal en 1.775 que fue demolido sólo dos años después, justo después de la llegada al trono de la reina María I.


Cruzamos bajo el majestuoso monumento y accedemos a la Plaza del Comercio. Se trata de una gran plaza situada sobre los terrenos que el Palacio Real de Lisboa ocupó durante más de doscientos años.


A principios del siglo XVI el rey Manuel I decidió construir un nuevo Palacio Real a orillas del río Tajo, modificando por completo el paisaje de la ciudad. En torno al año 1.511 el rey y toda su corte abandonaron el Castillo de San Jorge para trasladarse al recién estrenado Palacio de Ribeira, que habría de convertirse en residencia de la familia real portuguesa hasta su destrucción durante el seísmo de 1.755.
Tras el terremoto, el Marqués de Pombal optó por convertir los terrenos ocupados por el palacio en una gran plaza abierta al río definida gracias a la construcción de tres grandes edificios porticados pintados de amarillo rematados en su extremo sur, junto al Tajo, por dos discretas torres de planta cuadrada. 

Nos desplazamos hasta el centro de la plaza para contemplar la estatua ecuestre del rey Jose I (1.714-1.777) erigida por Machado de Castro en 1.775.


Nos volvemos y contemplamos la cara buena del majestuoso Arco del Triunfo de la Rua Augusta en su máximo explendor.


En la parte superior del arco se alza un conjunto escultórico con alegorías de la gloria, el genio supremo y el valor. Un escalón por debajo aparecen las figuras de varios personajes ilustres de la historia de Portugal como Nuno Álvares Pereira, Viriato, Vasco de Gama y el Marqués de Pombal.

Nos desplazamos hasta el río. Nos dejamos besar por el Tajo y contemplamos a lo lejos la iluminada silueta del Puente 25 de Abril, el gran puente colgante de Portugal.


La noche se nos ha echado encima. Recorremos la Baixa en sentido contrario y regresamos al hotel. Es hora de dormir....

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