Santander, 1 de noviembre de 2.018
No hace mucho tiempo, husmeando en las
estanterías de la Biblioteca Central, me topé con una recopilación de los
tebeos de “El Corsario de Hierro”. No pude evitar viajar atrás en el tiempo y recordar
con nostalgia un cómic con el lomo de color rojo y encuadernado con tapas duras
que tuve cuando era niño, y que, durante, años, leí una y otra vez. Así fue
como conocí al Corsario -un carismático joven, alto y espigado, que siempre vestía
camisola blanca, chaleco rojo y botas de mosquetero-, y a sus entrañables amigos:
Mac Meck y Merlini. Aquella era solo una recopilación de sus mejores aventuras,
pero esta vez he tenido ocasión de conocerlas todas…
Entre 1.977 y 1.981, la editorial Bruguera
llegó a publicar hasta 58 historietas protagonizadas por los intrépidos
personajes creados por Víctor Mora -autor también de “El Capitán Trueno” o
“Jabato”-, y fantásticamente retratados por Miguel Ambrosio, ‘Ambros’. Hábilmente
hilvanadas, sus viñetas le brindan al Corsario de Hierro la oportunidad de
recorrer junto a sus amigos todos los mares del mundo y atravesar el globo de
uno a otro confín luchando contra la injusticia y enfrentándose a infinitud de
villanos, jactanciosos y cobardes, capaces de concebir las más crueles torturas.
Año
1.642. Una soleada mañana, el “Rey del mar” -un galeón español con rico
cargamento de sedas y especias-, es atacado por una galera británcia con la
temida bandera de las tibias y la calavera. Tras un combate desigual, los piratas
pasan al abordaje. Después de vencer la fiera resistencia de los españoles, su
capitán, dispone una suerte muy cruel para los prisioneros: “¡A los tiburones
con ellos!”.
Solo
un jovencito de doce años consigue salvarse. Flotando en el mar, agarrado a un
madero, ve como los escualos devoran a su padre. Poco después, mientras el
barco pirata se pierde a lo lejos, jura vengarse: “¡No te olvidaré jamás, Mano
Azul! ¡Algún día volveré a encontrarte y entonces tú y los de tu calaña
pagaréis la muerte de mi padre y de nuestros compañeros!”.
Han
pasado veinticuatro años desde entonces. Mano Azul, gracias a la piratería y al
tráfico de esclavos, se ha convertido en el riquísimo y respetado de Inglaterra
recibe en sus salones. Desde hace algún tiempo, una maldición parece haberse posado
sobre sus naves. Un galeón formidablemente armado asalta una y otra vez sus
barcos. Su capitán, el Corsario de Hierro, se ríe de las balas; es fuerte como
Hércules y espada en mano, nadie es capaz de vencerle.
Intrigado,
Lord Benburry se pregunta quién será ese hombre y de dónde habrá salido.
Decidido a atraperle, le tiende una trampa. Hunde su barco y lo captura. Hace
que lo encierren en la Torre de Londres y, poco después, el Corsario de Hierro es
condenado a morir decapitado. Camino del patíbulo coincide con una simpática
pareja injustamente tratada por la justicia…
Mac
Meck es un gigantón fornido de origen escocés de pobladas patillas pelirrojas
que siempre se está acordando de su mamá, un enorme hombretón ataviado con el
tradicional kilt a cuadros de su país, un chaleco verde y una boina roja con con
borla azul que no soporta que se rían de él por llevar faldas. Merlini, por su
parte, es un esmirriado y larguirucho prestidigitador de pacotilla, vestido
siempre de verde, cuyo simpático parloteo italiano arranca más de una sonrisa.
Los
tres van a morir, pero todavía no está todo perdido: ¡un pavoroso incendio se
ha desatado en la ciudad! Las calles de Londres son pasto de las llamas y los
reos aprovechan la confusión para escapar. Eluden a los esbirros de Lord
Bemburry y llegan al puerto. Juntos embarcan en un galeón bautizado como ‘El Tigre’
y ponen rumbo al norte de África, desde donde emprenderán infinidad de anacrónicas
aventuras…
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