lunes, 25 de marzo de 2019

EL CORSARIO DE HIERRO: desempolvando recuerdos

Santander, 1 de noviembre de 2.018


No hace mucho tiempo, husmeando en las estanterías de la Biblioteca Central, me topé con una recopilación de los tebeos de “El Corsario de Hierro”. No pude evitar viajar atrás en el tiempo y recordar con nostalgia un cómic con el lomo de color rojo y encuadernado con tapas duras que tuve cuando era niño, y que, durante, años, leí una y otra vez. Así fue como conocí al Corsario -un carismático joven, alto y espigado, que siempre vestía camisola blanca, chaleco rojo y botas de mosquetero-, y a sus entrañables amigos: Mac Meck y Merlini. Aquella era solo una recopilación de sus mejores aventuras, pero esta vez he tenido ocasión de conocerlas todas…

  
  

  

  

  

  

  

  

  

  
  
  

  

  

  

  

  
  

  


Entre 1.977 y 1.981, la editorial Bruguera llegó a publicar hasta 58 historietas protagonizadas por los intrépidos personajes creados por Víctor Mora -autor también de “El Capitán Trueno” o “Jabato”-, y fantásticamente retratados por Miguel Ambrosio, ‘Ambros’. Hábilmente hilvanadas, sus viñetas le brindan al Corsario de Hierro la oportunidad de recorrer junto a sus amigos todos los mares del mundo y atravesar el globo de uno a otro confín luchando contra la injusticia y enfrentándose a infinitud de villanos, jactanciosos y cobardes, capaces de concebir las más crueles torturas.
  
Año 1.642. Una soleada mañana, el “Rey del mar” -un galeón español con rico cargamento de sedas y especias-, es atacado por una galera británcia con la temida bandera de las tibias y la calavera. Tras un combate desigual, los piratas pasan al abordaje. Después de vencer la fiera resistencia de los españoles, su capitán, dispone una suerte muy cruel para los prisioneros: “¡A los tiburones con ellos!”. 



Solo un jovencito de doce años consigue salvarse. Flotando en el mar, agarrado a un madero, ve como los escualos devoran a su padre. Poco después, mientras el barco pirata se pierde a lo lejos, jura vengarse: “¡No te olvidaré jamás, Mano Azul! ¡Algún día volveré a encontrarte y entonces tú y los de tu calaña pagaréis la muerte de mi padre y de nuestros compañeros!”.

Han pasado veinticuatro años desde entonces. Mano Azul, gracias a la piratería y al tráfico de esclavos, se ha convertido en el riquísimo y respetado de Inglaterra recibe en sus salones. Desde hace algún tiempo, una maldición parece haberse posado sobre sus naves. Un galeón formidablemente armado asalta una y otra vez sus barcos. Su capitán, el Corsario de Hierro, se ríe de las balas; es fuerte como Hércules y espada en mano, nadie es capaz de vencerle.


Intrigado, Lord Benburry se pregunta quién será ese hombre y de dónde habrá salido. Decidido a atraperle, le tiende una trampa. Hunde su barco y lo captura. Hace que lo encierren en la Torre de Londres y, poco después, el Corsario de Hierro es condenado a morir decapitado. Camino del patíbulo coincide con una simpática pareja injustamente tratada por la justicia…
Mac Meck es un gigantón fornido de origen escocés de pobladas patillas pelirrojas que siempre se está acordando de su mamá, un enorme hombretón ataviado con el tradicional kilt a cuadros de su país, un chaleco verde y una boina roja con con borla azul que no soporta que se rían de él por llevar faldas. Merlini, por su parte, es un esmirriado y larguirucho prestidigitador de pacotilla, vestido siempre de verde, cuyo simpático parloteo italiano arranca más de una sonrisa.

Los tres van a morir, pero todavía no está todo perdido: ¡un pavoroso incendio se ha desatado en la ciudad! Las calles de Londres son pasto de las llamas y los reos aprovechan la confusión para escapar. Eluden a los esbirros de Lord Bemburry y llegan al puerto. Juntos embarcan en un galeón bautizado como ‘El Tigre’ y ponen rumbo al norte de África, desde donde emprenderán infinidad de anacrónicas aventuras…


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