jueves, 6 de junio de 2019

EL JUEGO DE DIME-DIGO (I): qué bueno es compartir con la familia las cosas que nos pasan...

Santander, 2 de junio de 2.019


Qué bueno es compartir con la familia nuestros sentimientos y las cosas que nos pasan, tanto las positivas, como las negativas.
Expresar sentimientos y emociones, decir lo que pensamos y compartir nuestras vivencias es un hábito muy beneficioso que se puede aprender o mejorar con la práctica, pero no conviene que nadie nos obligue a hacerlo…


Osami es una osa muy alegre: sus ojos brillan y en su cara siempre resplandece una amplia y blanca sonrisa. Al llegar a casa, como si entonase una melodía, suele exclamar: “¡Holaaaa! ¡Holaaaa!”, y corre a abrazar a sus padres y a su abuelo, que teje pacientemente mientras se mece en su balancín.


Por la tarde, suele divertirse jugando con su amigo Pitu mientras baila y silba. Le encanta bañarse rodeada de sus muñecos favoritos: se pasa horas a remojo mientras imagina viajes en barco y apasionantes aventuras. Además, Osami es de risa fácil: todos adoran contarle chistes, pues, aunque sean malos, ella siempre estalla en carcajadas. Y no digamos si Papá Oso le propina una dosis de sus infalibles cosquillas en los pies.

Pero un día, Osami llega a casa en silencio. Saluda con desgana, le devuelve el beso a su mamá y se dirige a su habitación cabizbaja.

-¿Todo va bien, pequeña?”, le pregunta Mamá Osa.

Ella asiente poco convencida y esquiva su mirada.

-¿Ha ocurrido algo en el colegio? -insiste su mamá.

Pero sin levanter los ojos del libro que está leyendo, ella niega con la cabeza. Por más que le preguntan, asegura que no le ocurre nada.


<<Ya se le pasará. Mañana volverá a ser la osa alegre y risueña de siempre. Un mal día puede tenerlo cualquiera>>, piensan sus papás...

-¡Paraaaa! ¡Noooo! -se oye gritar a Osami a medianoche.

Papá Oso se despierta sobresaltado. Corre a la habitación de su hija y enciende la luz. La pequeña está empapada de sudor y tiembla.

-¿Qué ocurre? -le pregunta mientras le abraza.
-He tenido una pesadilla horrible -tartamudea ella.
-Tranquila. Ya pasó. ¿Qué es eso tan terrible que estabas soñando?
-No lo sé, papá. No me acuerdo.
-No te preocupes. Ahora yo estoy aquí contigo. No te pasará nada.

Papá Oso abraza fuerte a su hija y los dos se quedan profundamente dormidos.


Han pasado varios días desde entonces. Los padres de Osami están cada vez más preocupados. A la pequeña le envuelve un aire triste que le impide sonreir y tiene pesadillas casi todas las noches, pero, cuando se despierta, asegura no acordarse de nada. Parece ausente, le cuesta ir al colegio, prefiere no salir de casa por las tardes y ha perdido el apetito. Su amigo Pitu la echa de menos: hace tiempo que no juegan ni se divierten juntos.

Al principio, todos pensaron que sería una situación pasajera, pero por más días que tachan en el calendario la situación no mejora. Osami es como un libro cerrado. Lo peor es su silencio: <<¿Qué le pasa? ¿Por qué no cuenta nada?>>.

Una mañana, a la hora del recreo, Mamá Osa se dirige al colegio para preguntarle a Maestro Ciervo si también él nota rara a Osami y si le ha ocurrido algo recientemente.

-Pues, ahora que lo dices, quizás ultimamente esté un poco más callada y menos participativa, pero no he observado ninguna situación extraña que haya podido producir estos cambios – le explica Maestro Ciervo-. De todos modos, no te preocupes: a partir de ahora la observaré con más detenimiento, por si acaso lo que le sucede está relacionado con el colegio.

Al salir al patio, Mamá Osa busca con la mirada a Osami. Los pequeños revolotean contentos de un lado para otro, pero ella permanece sentada en un banco, con la cabeza baja.


Al llegar a casa, toma una firme decision: no puede quedarse cruzada de brazos. Tiene que descubrir qué le pasa a su hija y hacer algo para ayudarla.

Entonces, de pronto, se le ocurre una idea: busca cartulinas de colores, cartón duro, pegamento, pinturas, tijeras…, y comienza a recortar, pegar, dibujar, colorear y escribir. Construye un tablero, reúne un dado y unas fichas y lo envuelve todo en papel de regalo.
A la mañana siguiente, Osami se despierta temprano. Mamá Osa la espera en el salón con el paquete preparado.
-¿Es para mí? -pregunta la pequeña emocionada.
Lo desenvuelve y, cuando ve de qué se trata, mira a su madre sorprendida:
-¡Es un juego!
-Sí: ‘El juego de dime-digo’. Me lo he inventado yo para que juguemos juntos toda la familia. Jugaremos cuando te apetezca…

Desde entonces, Osami pasa largos ratos en su habitación observando el tablero. Se trata de un juego ideado para que los jugadores compartan sentimientos, experiencias, recuerdos, pensamientos, preocupaciones y alegrías.  Finalmente, una tarde de domingo, se dirige al salón con la caja en los brazos:
-Mamá, papá, abuelo… Me gustaría jugar -dice Osami con decisión.


La familia al completo se sienta alrdedor de la mesa y comienza el juego. Comparten recuerdos, situaciones vergonzosas, momentos bonitos… El juego avanza y Osami cae en una casilla de ‘Sigue la frase…’.
-Osami -dice Papá Oso-, ahora debes concluir la siguiente frase: “Me asusta…”.
Osami traga saliva. Su sonrisa desaparece y sus ojos se humedecen.
-Me asusta… ir al colegio y que se burlen de mí.
Parece que no va a contar nada más, pero entonces rompe a hablar:
-La liebre Lula dice que tengo orejas de soplillo y todos los días me obliga a darle el desayuno. Ha conseguido que nadie quiera jugar conmigo. A la hora del recreo siempre me quedo sola. El otro día, destrozó mi trabajo de naturales sin motivo; tuve que decir que lo había roto yo para que no se metiera más conmigo. A vece me hace la zancadilla y mis compañeros se ríen. ¡No puedo más!


Osami se echa a llorar y todos se levantan a abrazarla. Cuando logra calmarse, la pequeña cuenta más detalles de lo sucedido: desde cuándo ocurre, cómo fue la primera vez, cómo se siente…

Después de sincerarse, Osami se encuentra aliviada y más ligera. Compartir el peso de las piedras que llevaba en su ‘mochila’ ha hecho que se sienta mejor.

Esa noche, mientras la pequeña duerme, Papá Oso, Mamá Osa y Abuelo Oso hablan de lo ocurrido y deciden ir a hablar con Maestro Ciervo.
Al día siguiente se reúnen con él en la escuela. Se muestra comprensivo con ellos. Les confiesa no haberse dado cuenta de nada, pero se compromete a velar por el bienestar de Osami y les promete tomar las medidas oportunas para que la situación cambie: hablar con la Familia Liebre, hacer reflexionar a Lula y exigirle un cambio de comportamiento y concienciar a sus alumnos de que lo que está ocurriendo no está bien, de que no deben guardar silencio ante este tipo de situaciones y de que, ahora más que nunca, es necesario apoyar a Osami.

En poco tiempo, Osami ha vuelto a ser la misma de antes. Cuando llega a casa exclama: “¡Holaaa! ¡Holaaaa!”, y corre a abrazar a sus padres y a su abuelo que, como siempre, teje sentado en la mecedora.


(Texto: Susanna Isern)
(Ilustraciones: Leire Salaberría)

No hay comentarios:

Publicar un comentario