El Bosque, 15 de septiembre de 2.020
Hace seis meses que, por culpa del maldito
coronavirus, nos quedamos todos encerrados dentro de nuestras casas; y tres que
le abrimos las puertas a una ‘nueva normalidad’ en la que ninguno de los dos
contempla, de momento, la posibilidad de reanudar nuestros reconfortantes paseos mañaneros.
Hemos pasado demasiado tiempo sin vernos,
pero, hoy, por fin, en baja forma y equipados con mascarillas, el monte nos ha
brindado la posibilidad de reencontrarnos y yo le estoy agradecido por ello.
Nos reunimos a primera hora de la mañana en
el aparcamiento del polígono industrial ‘El Bosque’, junto a las instalaciones de
Altadis en Solares.
Todavía es de noche cuando echamos a andar
por la carretera que discurre junto al río Miera. Comienza a amanecer cuando
tomamos el sendero que se abre a nuestra izquierda y asciende hasta la pequeña
localidad de Santa Marina, perteneciente al municipio de Entrambasaguas.
Salimos del pueblo y nos adentramos en el
monte Vizmaya, un compacto macizo montañoso de origen calizo que se erige como expectante
vigía de la campiña trasmerana. Tomamos un sendero que parte hacia nuestra
derecha entre encinas, laureles, madroños y algún que otro acebo y buscamos,
sin éxito, el mirador que se abre sobre los restos de la explotación minera que
permitía extraer de las entrañas del monte el hierro con el que se abastecía a
la Real Fábrica de Artillería de La Cavada.
Dejamos la búsqueda de este mirador para otra ocasión y ascendemos, casi sin despeinarnos, hasta el vértice geodésico ubicado en la cumbre del pico Elechino (248 m.), desde donde contemplamos una hermosa panorámica de la bahía de Santander, el macizo de Peñacabarga y las montañas meridionales.
Volvemos sobre nuestros pasos. Descendemos
un poco y exploramos la red de senderos que cosen el monte. Buscamos un camino
que nos lleve hasta la localidad de El Bosque, pero, si hubiéramos querido, habríamos
podido ir a Hoznayo o a Entrambasaguas…
Llegamos al pueblo. Cruzamos la carretera nacional y atravesamos el puente que pasa sobre la autovía para dirigirnos a Solares y completar así una plácida ruta circular que nos ha permitido reencontrarnos con nosotros mismos, con aquellos que éramos antes de que el puñetero bicho pusiera patas arriba el mundo en el que vivimos.
Los pronósticos para el otoño no son demasiado halagüeños. Todo invita a pensar que nos va a tocar librar una dura batalla, pero no podemos permitir que el bicho nos amedrante. ¡Hay que vivir! Con todas las precauciones del mundo, eso sí, pero hay que mirar hacia delante. ¡Volveremos al monte!
No hay comentarios:
Publicar un comentario