Santander, 21 de enero de 2.020
“Un país para escucharlo” es una
producción de Televisión Española en la que Ariel Rot recorre la geografía de nuestro
país de norte a sur, y de este a oeste, buscando cómplices con los que explorar
la música de cada lugar. Hoy se ha detenido en la provincia de Albacete y allí,
junto a los molinos de Consuegra, se ha reunido con María Rozalén, una mujer
que, convencida como está de que no hay nada más fuerte que una caricia,
siempre responde al odio con amor y defiende con su música los derechos de las
minorías y las comunidades más desfavorecidas…
me mira prudente y no quiere hablar:
hay un monstruo gris en la cocina
que lo rompe todo,
que no para de gritar.
Tengo una mano en el cuello
que con sutileza me impide respirar.
Una venda me tapa los ojos.
Puedo oler el miedo y se acerca.
Tengo un nudo en las cuerdas
que ensucia mi voz al cantar.
Tengo una culpa que me aprieta:
se posa en mis hombros
y me cuesta andar…
Pero dibujé una puerta violeta en la pared
y, al entrar, me liberé.
Como se despliega la vela de un barco,
desperté, en un prado verde,
muy lejos de aquí.
Corrí, grité, reí…
(“La puerta violeta”, Rozalén)
“Yo canto desde que hablo -confiesa María-. Comencé a hacerlo en
el coro del colegio y en el de la parroquia de mi barrio”. A los siete años,
empezó a tocar la bandurria -que uno de sus hijos la tocara era la ilusión de
su madre-, y a los catorce, medio jugando, empezó a componer canciones. Su
primer concierto lo dio en Albacete, en el marco de un festival benéfico
organizado por Manos Unidas: ‘Operación Bocata’.
Su padre fue sacerdote durante diez años.
Sus superiores lo enviaron a los pueblos de la sierra del Segura y allí conoció
a su madre. Se enamoraron y la que se lío fue parda, porque en los pueblecicos
pequeños se habla mucho, y se critica, y…
Lo cierto es que dieron mucho que hablar,
pero nunca le contaron nada de todo aquello. Ella tenía la impresión de que se
sentían un poco avergonzados, pero después de escuchar a sus mayores -sobre
todo a su abuela-, ha ido entendiendo qué fue lo que pasó y le ha apetecido
contarlo…
pero la vio como solo puede verse un espejismo:
Él adivinó un destino en su cara; ella intuyó su cruz.
Fue mezclar lo del cielo con la vida a ras de suelo
y comprender que los edenes perdidos
De repente, la una frente al otro,
sin saber lo que sienten.
Paraíso sin serpiente;
no lo busques, que no quedan.
No existen frutas prohibidas,
sino bocas que se cierran.
Y ese amor:
tan sagrado, tan callado,
tan secreto y tan contado,
tan de dos y tan de nadie,
tan puro y de pecado,
tan furtivo y murmurado,
tan sin perdón de Dios…
Y esa historia:
sin focos ni testigos,
tan de sueños enemigos,
tan posible y tan quimera,
tan de noches sin fronteras,
de inocencia y penitencia,
de un quererse porque sí…
Dos solitarios dándole al mundo
su sinrazón de ser.
Y ese afán de estar juntos contra todos,
sin infierno y sin tesoro,
sin premios, sin castigos,
sin qué seré contigo,
con un anillo de oro
escondido en un cajón.
Y ese amor:
tan libre y cautivado,
tan de luz y penumbroso,
tan limpio y peligroso,
que no se calla ni miente,
tan de qué dirá la gente…;
árbol del bien y el mal.
Dos solitarios dándole al mundo
su sinrazón de ser.
(“Amor prohibido”, Rozalén)
Justo es su desaparecido de la Guerra
Civil española. Después de ver lo que supuso para su abuela saber, por fin, dónde
estaba enterrado su hermano, cómo no iba a contarlo…
“¡Calla!
No remuevas la herida.
Llora siempre en silencio.
No levantes rencores, que este pueblo es tan
pequeño.
Eran otros tiempos…”.
Todos le llamaban Justo:
justo de nombre y acción.
El mayor de cinco hermanos:
elegante,
el más prudente de un pueblito de la
Sierra del Segura,
sastre y leñador de profesión.
Se hablaba con la Ascensión,
morenita, la de Amalio.
Era de los pocos que leía,
estudiaba por la noche,
en los tres meses de invierno,
y cantaba por las calles,
siempre alegre, una canción.
Al final del 38 es llamada a la guerra
la generación más joven: la quinta del
biberón.
Se subieron al camión como si fuera una
fiesta,
pero él fue el único que no volvió…
Y ahora, yo logro oírte cantar:
se dibuja tu rostro en la armonía de este
lugar.
Si no curas la herida,
duele, supura, no guarda paz…
Tras trece días sin noticias,
la alegría de un segundo:
llega una carta de vuelta
y otra de su compañero…
“Fue una bala -nos leía el diario-.
Me quedé con su cuchara, la guerrera y el mechero”.
La madre ya nos baja gritando por la
cuesta:
“¡Canallas, me lo habéis matado!”.
Sin una flor…
Sin un adiós…
La única tumba: la de su corazón.
Pero, ahora, yo logro oírte cantar:
se dibuja tu rostro en la armonía de este
lugar.
Si no curas la herida,
duele, supura, no guarda paz…
“Quíéreme niña.
Quiéreme niña: quiéreme siempre.
Quiéreme tanto.
Quiéreme tanto como te quiero.
A cambio de esto yo te daré
la caña dulce, la dulce caña y el buen
café”.
(“Justo”, Rozalén)
Ariel Roth y María se desplazan hasta Toledo:
un círculo de arte rodeado por el Tajo, y juntos recorren unas calles que
acogen nuevas generaciones de músicos, como Alberto Jiménez, de Miss Cafeína…
Su infancia en Talavera de la Reina no fue
sencilla; una ciudad pequeña en la que, en los noventa, ser un chico gay y amanerado
no era fácil…
“Recuerdo que unos meses antes de componer
“Reina” había compuesto otro tema que era todo lo contrario: el rencor y eso
que a veces, erróneamente, pensamos que el triunfo es la mejor venganza, pero
luego me di cuenta de que lo que deseaba era reconciliarme con todo lo que me
había pasado y con la ciudad en sí, porque ahí está mi familia y ahí es a donde
regreso siempre: en Navidad, en vacaciones…”.
hay guerras que se libran solo,
y en esta me toca volver
allí, donde solía tener un padre,
donde jugaba a ser cantante
en una habitación con vistas a un gran centro comercial.
Voy a liberarme,
(“Reina”, Miss Cafeína)
Y de Toledo, a Cuenca, cuyas calles son
fuente de inspiración para José Luis Perales, un compositor que conoce a la
perfección la grandeza de los gestos simples y cotidianos, un hombre del que Gabriel
García Márquez dijo que era capaz de contar en tres minutos historias para las que
él necesitaba cientos de páginas, un cantante que no quería cantar, un letrista
que se puso en la piel de otros artistas para escribir canciones inmortales, y
que, ahora, se prepara para disfrutar de su gira de despedida e irse
calladamente, como llegó, llevándose un cuerpo de guitarra y algún aplauso
entre los puños, y alguna que otra herida, pero sin lagrimas, ni dudas, ni
palabras…, tan solo su equipaje y el polvo del camino, hasta su casa.
Hoy en mi ventana brilla el sol
y el corazón
se pone triste contemplando la ciudad
porque te vas.
Como cada noche, desperté
pensando en ti
y en mi reloj todas las horas vi pasar
porque te vas.
Bajo la penumbra de un farol,
se dormirán
todas las cosas que quedaron por decir;
se dormirán…
Junto a las manillas de un reloj,
esperarán
todas las horas que quedaron por vivir;
esperarán…
Todas las promesas de mi amor se irán
contigo;
me olvidarás…,
me olvidarás…
Junto a la estación, hoy lloraré igual que
un niño,
porque te vas…,
porque te vas…,
porque te vas…
¿Por qué te vas?
(“Porque te vas”, José Luis Perales)
La Mancha es cuna de hidalgos caballeros y
mujeres de belleza y virtud en busca de aventuras imaginarias, gente descomunal
y soberbia en busca de un mundo onírico por vivir…
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