jueves, 28 de agosto de 2014

SAN LLORENTE: forjando tradiciones y anudando lazos bajo el diluvio universal

San Llorente, 2 de agosto de 2.014


Estaba anunciado mal tiempo para este fin de semana pero cuadrar las agendas de tanto Pinedo no resulta fácil y la festividad de la Virgen Blanca se celebra sólo una vez al año así que ya no nos íbamos a echar para atrás...
Nuestros planes eran reunirnos en San Llorente, acompañar a la Virgen en su procesión, escuchar misa y comer unas tortillas a los pies del monte para por la tarde subir a acampar a su cima.


El sábado amaneció soleado y los peques, al subirse al coche, me pidieron a gritos el disco de Vicky Gastelo: nuestro fin de semana se iba a convertir en un ring pero el primer asalto empezaba bien.
Llegamos a San Llorente y salimos de paseo con la Virgen por las calles del pueblo para después subir al gallinero de la iglesia. El cura nos tenía reservada una sorpresa para después de la misa...


A finales de año esta previsto que se organice en Madrid una exposición de arte en honor del cardenal Rouco Varela y los comisarios de la misma han solicitado al obispado de Burgos y a los vecinos de San Llorente contar en ella con el cuadro que cuelga de las paredes de una de las naves laterales de la iglesia de su pueblo, restaurado recientemente en el taller diocesano de Burgos, cuando estuvo presente en una de las exposiciones de Las Edades del Hombre.


Se trata de "La Inmaculada Concepción", obra de grandes dimensiones de la primera mitad del siglo XVI atribuida al pintor flamenco Ambrosius Benson -o a su taller-, y cuyo interés radica principalmente en el elaborado paisaje pintado al fondo y en la riqueza iconográfica de su sorprendente composición que recoge el milagroso encuentro de Joaquín y Ana, padres de la Virgen María, narrado por Santiago Vorágine en la "Leyenda Dorada" a mediados del siglo XIII.

Joaquín, que se había retirado al desierto con los pastores, recibe la visita de un ángel que le anuncia que su esposa, hasta ese momento estéril, iba a darle una hija. El mismo ángel se aparece poco después ante Ana, que se había quedado en Jerusalén, y les cita a ambos frente a la Puerta Dorada de la ciudad.
Fruto del casto beso que los dos se dieron al llegar a este lugar nació la Virgen María...

El cuadro presenta dos medallones centrales que muestran sendas escenas alusivas a las apariciones del ángel a los dos esposos (el anuncio de la Natividad a los pastores y la Anunciación) mientras que la parte inferior de la tela recoge el casto abrazo de los padres de María frente a la Puerta Dorada de Jerusalén.
Del conjunto formado por Joaquín y Ana parten las ramas del árbol de Jesé que rodean los dos medallones mencionados y un tercer medallón situado en la parte superior del cuadro que contiene la imagen de la Virgen con el Niño.

Nos detenemos frente al cuadro y empezamos a planear una escapada a Madrid antes de tomarnos unas cervecitas en el txoko del pueblo mientras compartimos recuerdos de veranos pretéritos y preparamos las mochilas para subir al monte.


Caminamos hasta una de las encinas que se yerguen solitarias a los pies de su falda y extendemos nuestros manteles para sacar tortillas y bocatas y comer rodeados de vacas saboreando los rayos de sol.


A media tarde las abuelas nos abandonan y marchan para Quincoces mientras un batallón de nubes negras comienza a formar en un cielo que se torna peligroso.
A lo lejos reverberan relámpagos y suenan truenos que poco a poco se van acercando, pero sobre nuestras cabezas aún no llueve.
Esperamos a la expedición que ha acompañado a las abuelas pero, presos de una inconsciencia supina, nos mantenemos en nuestras trece: ¡no nos vamos a echar para atrás!
Están a punto de llegar pero antes que ellos lo hace la Divina Providencia. Nos pilla por sorpresa...
Los ángeles, caprichosos, abren de golpe todos los grifos del cielo y cae sobre nosotros el diluvio universal. Granizos del tamaño de canicas golpean nuestras cabezas y los pequeños se asustan. Desmantelamos el campamento y en vez de subir al monte regresamos al pueblo con las orejas gachas y las camisetas mojadas. Nos cambiamos de ropa y buscamos consuelo en un vaso de cola-cao caliente.

Habrá quien piense que nos metimos en la boca del lobo pero no somos unos inconscientes que no supiésemos a lo que nos exponíamos. Puede que tensásemos un poco la cuerda pero queríamos intentarlo y después, sobre la marcha, supimos adaptarnos a las circunstancias e improvisar: los peques compartieron colchón en Santurce y al día siguiente volvió a salir el sol... Nos bañamos en la piscina y celebramos algún cumpleaños.
Habrá quien no lo entienda pero estábamos forjando tradiciones y anudando lazos indisolubles: ¡¡¡de eso se trataba!!!


1 comentario:

  1. Gestando tradiciones? Yo espero q la tradición sea la acampada, no la granizada!!!!

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