martes, 11 de agosto de 2015

ANTONIO LÓPEZ: Madrid descansa en sus pinceles

Bilbao, 21 de enero de 2.012

Antonio López es uno de los pintores vivos más reconocidos en España. Nació en Tomelloso, Ciudad Real, en 1.936 y desde muy joven, influenciado por la obra de su tío, el pintor Antonio López Torres, mostró un gran interés por el dibujo y la pintura, lo que en 1.950 le llevó a ingresar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, donde coincidió con el santanderino Enrique Gran, de quien decía que "pintaba la piel de las cosas".
Permaneció en la academia cinco años tras los cuales viajó becado a Italia donde pudo familiarizarse con la pintura italiana del Renacimiento. Finalizados sus estudios, entre 1.957 y 1.961 realizó sus primeras exposiciones individuales en Madrid.

Recientemente el Museo Thyssen-Bornesmiza de Madrid le dedicó una exposición temporal con obras de todas sus etapas, aunque mayoritariamente pertenecientes a su última producción, muchas de ellas procedentes de colecciones privadas, entre ellas la del propio artista que aportó un buen número de piezas, en muchas ocasiones inacabadas, poniendo de manifiesto una de las principales características de sus trabajos que requieren un proceso creativo que se dilata en el tiempo de un modo interminable: "una obra nunca se acaba; lo que sucede es que uno llega al límite de sus propias posibilidades".


Gran parte del material expuesto en Madrid viajó después a Bilbao, donde el Museo de Bellas Artes nos ha dado la oportunidad de conocer de cerca la obra de este artista.
Pintor figurativo, Antonio López plasma en muchos de sus cuadros los aspectos más cotidianos de la realidad que le rodea, pintándolos con una precisión casi fotográfica que hace que se defina gran parte de su obra como hiperrealista.

La muestra se articula en torno a tres grandes bloques o motivos:
-retratos que ponen de manifiesto la importancia que para el artista tiene la familia. Cuadros cargados de fuerza pero muy formales y tristes.


-escenas cotidianas representadas con una precisión extrema. Antonio López experimenta de un modo magistral con la perspectiva y alcanza un realismo casi absoluto en unos cuadros que capturan escenas cotidianas, sucias y desagradables, que personalmente me invitan a mirar hacia otro lado.


-Madrid. La ciudad es la gran musa del pintor de Tomelloso. Escenas que crecen a medida que Antonio López añade tablas tratando de abarcar una realidad mayor. Cuadros en los que el artista intenta atrapar un instante de luz y en los que la ciudad, casi vacía, y su atmósfera son los únicos protagonistas.


"Decidí pintar "Gran Vía" porque siempre me pareció muy surrealista. La idea me surgió durante un amanecer de domingo paseando con Enrique Gran. Para nosotros, que no teníamos un vínculo de cotidianidad con la vida de esta calle, la seducción que ejercía sobre nosotros era insuperable. No hay más que contemplar esas dos aceras, ese muro continuo. Es algo metafísico.
Enrique la definió perfectamente: "es real como una enfermedad". Era justo esa la sensación que me producía. En esa primera hora del día, lo que contemplábamos era una gigantesca grieta. La Gran Vía vacía y sin coches era verdaderamente impresionante, una imagen muy distinta a la que acostumbrabas a vivir en la ciudad. Quise expresar en la pintura ese aspecto fantasmal que puede tener el mundo en que vivimos. Es algo que sólo se aprecia desde fuera. Tiene un tono onírico muy potente. La sensación fue tan tremenda que, después de tantos años, mantengo fresco ese recuerdo."



Me sonrojo sólo con pensar en la posibilidad de juzgar su obra. Carezco de conocimientos para hacerlo pero tengo que decir que en general, salvo sus maravillosos retratos de Madrid, no me gustan sus cuadros.

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