jueves, 28 de enero de 2016

TENERIFE (I) - COSTA ADEJE: la isla de la eterna primavera

Tenerife, 24 de noviembre - 1 de diciembre de 2.015


Los terroríficos, cobardes y vergonzosos atentados terroristas que el pasado 13 de noviembre asolaron las calles de París me arrastraron precipitadamente hasta Tenerife, la mayor isla del archipiélago canario y la más poblada de nuestro país, una isla muy abrupta formada por sucesivas erupciones volcánicas a lo largo de la historia.


Los guanches -aborígenes de origen bereber dedicados principalmente al pastoreo- llegaron a Tenerife unos quinientos años antes del comienzo de la era cristiana y permanecieron aquí hasta ser expulsados por las tropas de Castilla. En diciembre de 1.493 Alfonso Fernández de Lugo obtuvo de los Reyes Católicos la confirmación de sus derechos de conquista sobre la isla y sólo unos meses más tarde, procedente de Gran Canaria, desembarcó con dos mil doscientos hombres en la costa de la actual Santa Cruz de Tenerife. Los guanches presentaron una tenaz oposición y la conquista tinerfeña se prolongó a lo largo de dos años, hasta septiembre de 1.496. Gran parte de la población nativa fue esclavizada y muchos indígenas fueron pasto de enfermedades infecciosas para las que sus cuerpos no estaban preparados; tras la conquista se produjo una repoblación y colonización paulatina con inmigrantes procedentes de diversos territorios del incipiente Imperio Español.
Tras un siglo y medio de relativo crecimiento, en torno a 1.670, el interés de la Corona por poblar zonas vacías de América con el fin de evitar su ocupación por otras potencias propició la emigración de muchas familias tinerfeñas y la consiguiente despoblación de la isla.
La escasez de materias primas y la lejanía con respecto a Europa provocaron que la emigración se prolongase durante el siglo XIX y principios del XX pero desde hace varias décadas las políticas de protección de la economía canaria y el auge del sector turístico han hecho que la dinámica migratoria se haya invertido y hoy en día Tenerife debe atender el retorno de estos isleños, sus descendientes y otros inmigrantes.

Llegamos al aeropuerto Tenerife Norte al filo de las diez de la noche. Recogemos nuestro flamante coche de alquiler y nos dirigimos al Hotel Vincci Selección La Plantación del Sur, un exclusivo espacio de aire colonial diseñado para el descanso situado en Costa Adeje, muy cerca de la Playa del Duque.


Accedemos a nuestra habitación y desde la terraza contemplamos los hoteles y urbanizaciones construidos junto al paseo marítimo que a lo largo de varios kilómetros se extiende desde Adeje hasta Los Crisitianos.


Durante siete días tendremos ocasión de recorrerlo a distintas horas del día, paseando junto a una interminable sucesión de equipamientos turísticos de todo tipo: hoteles, restaurantes, chiringuitos, tiendas..., y visitando sus concurridas playas, muchas de ellas confeccionadas de manera artificial con arena procedente de África.

Muy cerca de nuestro hotel se encuentra la tranquila Playa del Duque, una pequeña playa artificial de arena dorada situada frente a algunos de los más lujosos complejos hoteleros de la isla.



Al otro lado de la discreta Península del Duque se extiende la Playa de Fañabe y un poco más allá la minúscula Playa de la Pinta, situada junto a las instalaciones de Puerto Colón.




Si continuamos nuestro paseo pasaremos junto a la Playa del Bobo y la Playa de Troya antes de llegar a la zona conocida como Las Américas.


Playa Honda nos da la bienvenida a la zona más bonita del paseo. Los cantos rodados prescinden de la arena importada y, batidos por las olas, se convierten en el hábitat preferido por los surfistas sureños, quienes cabalgan sobre las olas observados de lejos por la misteriosa silueta de La Gomera.



Los chiringuitos destinados a entretener a los turistas se retiran a un segundo plano y las villas y hoteles acarician la orilla del mar permitiendo a los turistas disfrutar de su olor.



Un poco más allá, a primera hora de la mañana se despereza, recién peinada, la discreta y coqueta Playa del Camisón...


Llegamos a la Playa de las Vistas. Entre sus sombrillas, a lo lejos, vemos como uno de los ferrys que atracan en el puerto de Los Cristianos zarpa rumbo a La Gómera.


Junto al paseo vuelven a proliferar las tiendas y los chiringuitos. Se extienden hasta Los Cristianos, una localidad que, como todas por aquí, carece de cualquier tipo de encanto.

Desde Adeje hasta aquí se concentra el mayor número de hoteles de la isla pues éste es el destino preferido por los turistas extranjeros.
Desde Los Cristianos hasta Santa Cruz de Tenerife, junto a la costa, nos encontramos más asentamientos turísticos, pero ya no se solapan unos con otros y están menos masificados. No es mala idea, aunque no haya mucho que ver, escaparse en coche hasta El Médano y comer un pescadito en una de las terrazas que coquetean con al mar...


Dicen que para pasárselo bien en Tenerife hay que venir al sur pero yo no lo comparto. Más allá de una sucesión infinita de playas de mentira no hay nada. Darse un paseo merece la pena pero yo prefiero descubrir otros rincones...

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