miércoles, 15 de junio de 2016

SEVILLA (I): la primavera aquí es una maravilla

Sevilla, 23-28 de mayo de 2.016

El año pasado teníamos pensado viajar a Sevilla pero nuestras vacaciones coincidieron con la Feria de Abril. Decidimos posponer la visita a la capital hispalense: viajamos a Granada y nos instalamos en el Hotel Granada Center. La experiencia fue fantástica así que, este año, al organizar nuestras vacaciones, hemos tenido muy pocas cosas que pensar: ¡nuestro destino sería Sevilla y nuestro hotel el Sevilla Center!


"Una habitación con cama de matrimonio situada en una planta lo más alta posible". Ésas fueron las únicas peticiones que hicimos al formalizar la reserva pero los responsables de la rececpción del hotel no han podido satisfacer ninguna de las dos pero no ha pasado nada: nos han proporcionado una fantástica habitación situada en la tercera planta, a solo un par de puertas del acceso a la terraza con piscina en la que cada tarde, después de exprimir los tesoros de la ciudad, tendremos ocasión de refrescarnos y descansar...


El hotel está junto a los Jardines de la Buhaira, situados sobre una antigua laguna que los musulmanes desecaron para plantar unos huertos de recreo que regaban con el agua procedente de una gran alberca. En 1.999 la zona fue rehabilitada, creándose unos amplios jardines urbanos de estilo musulmán entre cuyos árboles aún se pueden contemplar las ruinas del antiguo Palacio de la Buhaira y el pequeño pabellón de estilo neomudejar que el arquitecto Aníbal González proyectó en 1.892.


Estamos a sólo diez minutos andando de los Jardines de Murillo, situados junto al hotel en el que mamá y yo nos alojamos cuando visitamos la ciudad el año pasado: el Hotel Alcázar. El conjunto formado por el Paseo de Catalina de Ribera y los Jardines de Murillo tiene su origen en unos terrenos de la Huerta del Retiro del Alcázar cedidos por la corona a finales del siglo XVIII para paliar la estrechez de los barrios colindantes.


En 1.920, con motivo de las intervenciones llevadas a cabo en la ciudad antes de la inauguración de la Exposición Iberoamericana de 1.929, el arquitecto Juan Talavera y Heredia diseñó el trazado de estos románticos jardines dispuestos junto a un largo paseo peatonal interrumpido en su punto medio por una monumental fuente circular ejecutada por el escultor Lorenzo Coullaut Valera.


Sobre un pedestal con bustos de Cristobal Colón y de los Reyes Católicos, se alzan dos robustas columnas que soportan, a medio fuste, las proas de dos carabelas, y en la parte superior, un entablamiento pétreo coronado por la figura de un león.

Recorremos el paseo hasta llegar a su extremo sur, donde nos topamos con la Plaza de Don Juan de Austria, un espacio presidido por la Fuente de las Cuatro Estaciones, una fuente monumental diseñada por el escultor sevillano Manuel Delgado Brackenbury en 1.929 y en cuyo cuerpo central aparecen representadas las cuatro estaciones del año.


Continuamos nuestro paseo por la peatonalizada Calle San Fernando, fruto de la reforma urbanística iniciada durante la primera mitad del siglo XVIII que supuso el soterramiento del arroyo Tagarete y la desaparición de la antigua muralla almohade.


A mano izquierda se alza la Real Fábrica de Tabacos, edificio de dos plantas construido en piedra durante el siglo XVIII para albergar la primera fábrica de tabaco establecida en Europa y que en la actualidad es sede del rectorado de la Universidad de Sevilla.
El edificio, de enormes dimensiones, estaba ubicado fuera de las murallas de la ciudad y rodeado en tres de sus lados por un foso que lo aislaba del exterior. Comenzó a construirse en 1.728 y es obra de los ingenieros militares Ignacio Sala, Diego Bordick Deverez y Sebastián Van der Borcht.



De estilo renacentista, presenta aires herrerianos tanto en su planta como en los patios y en los detalles de remate de sus fachadas, pero en su acceso principal, dispuesto en la Calle San Fernando, se aprecia la influencia del estilo barroco.


Presenta una imponente portada con dobles columnas a cada lado y en la planta superior balcón balaustrado y remate con tímpano decorado con atributos reales. Por encima se levanta una alegoría de la fama y jarrones de azucenas y en el arco de ingreso al edificio destacan relieves con temas concernientes a la historia y elaboración del tabaco.

Continuamos nuestro recorrido por la calle San Fernando y un poco más allá, también a mano izquierda, nos topamos con el impresionante Hotel Alfonso XIII.


Se trata de un edificio custodiado por palmeras diseñado por el arquitecto sevillano José Espiau Muñoz a principios del siglo XX para la Exposición Iberoamericana de 1.929 que fue inaugurado oficialmente el 28 de abril de 1.928 durante la celebración de un fastuoso banquete presidido por el rey Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia con el que se celebró el compromiso entre la infanta Isabel Alfonsa y el conde Juan Zamoyski.
Es de estilo neomudejar con toques regionalistas y un claro ejemplo de arquitectura historicista. Tanto en el exterior como en el interior cuenta con una gran cantidad de elementos decorativos y detalles elaborados con materiales típicos de la región como el ladrillo, el yeso, la madera y sobre todo la cerámica.

Estamos ya en la Plaza Puerta de Jérez, un espacio frecuentado por artistas callejeros dispuestos a zapatear al son de unas palmas y salpicado de terrazas en las que saborear una cervecita o un cafetín.


La plaza se extiende en el lugar que antaño ocupara una de las puertas de acceso al recinto amurallado de la ciudad de Sevilla durante la ocupación musulmana. La puerta fue derribada en 1.846 y sustituida por otra de carácter monumental y estilo neoclásico que desapareció, al igual que los paños de muralla a los que estaba unida, en 1.864.
En 1.928 se inauguró en el centro de la plaza la Fuente de Hispalis, una fuente monumental diseñada por Manuel Delgado Brackenbury. En el centro aparece representada la ciudad sentada sobre unas hojas de loto sostenidas por varios niños desnudos subidos a lomos de unas grandes tortugas y en el perímetro de la taza se disponen cuatro niños con caracolas de las que mana agua.


Si nos asomamos a nuestra izquierda podemos ver al fondo el río Guadalquivir custodiado por la robusta Torre del Oro. Se trata de una torre albarrana de treinta y seis metros de altura formada por tres cuerpos y situada en la margen izquierda del río.


El primer cuerpo, de planta dodecagonal, fue construido entre 1.220 y 1.221 por orden del gobernador almohade de Sevilla y formaba parte del sistema defensivo que protegía el Alcázar. Cuenta la leyenda que para impedir la entrada al puerto fluvial se extendía una gruesa cadena desde su base hasta otra torre situada al otro lado del río aunque lo más probable es que la única cadena que existiese fuera la que sujetaba el conjunto de barcas que unía la orilla sevillana con el castillo situado en la orilla de Triana.
La flota castellana rompió el puente en 1.248 remontando el río mientras las tropas de Fernando III sitiaba la ciudad e impidiendo la llegada de refuerzos. Este capítulo de la historia, protagonizado por marinos cántabros y asturianos al servicio de la marina castellana, ha quedado plasmado en los escudos de Laredo, Castro Urdiales, Santander, San Vicente de la Barquera y Avilés en los que aparece la Torre del Oro y una nave rompiendo las cadenas que cerraban el paso por el río Guadalquivir.
El segundo cuerpo, también dodecagonal, fue mandado construir por el rey Pedro I en el siglo XIV, quien dicen que encerró en la torre, custodiada por guardas, a alguna de sus amantes. 
La torre resultó muy dañada durante el terremto de 1.755. Estuvo a punto de ser demolida, pero el pueblo sevillano lo impidió y en 1.760 se repararon los desperfectos procediendo a macizar la planta inferior y convirtiendo la puerta del paso de ronda de la muralla en el acceso principal. Fue entonces cuando se construyó el tercer cuerpo, cilíndrico y rematado con una pequeña cúpula dorada, obra del ingeniero militar Sebastián Van der Borcht.


Tras ser conquistada, la torre se utilizó como capilla dedicada a San Isidoro y después como prisión. En la actualidad alberga el Museo Marítimo de Sevilla.

Nosotros giramos a la derecha para recorrer la Avenida de la Constitución, prolongación natural de la Calle de San Fernando. Ésta tiene su origen en un puñado de callejuelas con más de quinientos años de historia pero es fruto de la reforma llevada a cabo en 1.863 y está plagada de edificios de corte historicista diseñados a principios del siglo XX por algunos de los más importantes arquitectos sevillanos como José Espiau Muñoz o Aníbal González.

A mano izquierda nos topamos con el Edificio Coliseo. Fue proyectado como cinematógrofo en el año 1.924 por los hermanos José y Aurelio Gómez Millán pero muy pronto se convirtió en teatro y en la actualidad es sede de la Delegación de Economía y Hacienda de la Junta de Andalucía.


De claro estilo regionalista, se alza sobre una parcela casi rectangular. Su rotunda volumetría se articula en torno a tres plantas y sus accesos principales se abren bajo dos grandes balcones miradores dispuestos en sus fachadas principales, las cuales fueron tratadas con un gusto exquisito combinando el ladrillo tallado visto trabajado de forma monumental con paños de cerámica vidriada y elementos de hierro forjado, madera y mármol.

Pasamos frente al Archivo de Indias, la Catedral o la Iglesia del Sagrario y justo al final de la calle descubrimos un ecléctico edificio diseñado por José Espiau Muñoz para la compañía de seguros La Adriática con elementos de estilo mudejar, plateresco y regionalista.


El edificio fue construido entre 1.914 y 1.922 sobre un solar de planta triangular con un ángulo muy acusado. Su fachada principal se alza entre dos estrechos miradores verticales asimétricos. En medio queda un cuerpo horizontal retranqueado en el que se incluye, sólo en el nivel principal, un mirador cerrado con columnas de mármol y barandillas de forja sobre el que se dispone una terraza cubierta revestida con tejas vidriadas.


En la esquina destaca el conjunto de miradores de planta circular que se alzan formando un cuerpo cilíndrico de cuatro pisos con una impresionante galería de arcos sobre pórtico curvo en el segundo nivel inspirado en los antiguos minaretes árabes y coronado con una vistosa cúpula de azuejos vidriados policromados.


La avenida desemboca en la Plaza de San Francisco, un amplio espacio cubierto con amplias telas que proporcionan una sombra muy placentera. Se trata de uno de los rincones más antiguos de la ciudad. Durante el siglo XVI se celebraban en ella los Autos de Fe de la Santa Inquisición y las fiestas de toros y cañas y constituía entonces, como ahora, una de las principales estaciones de las procesiones de Semana Santa y del Corpus Christi.
Tomando un cafetín podemos contemplar la fachada posterior del Ayuntamiento de Sevilla, un extraordinario ejemplo de arquitectura plateresca del siglo XV, obra del trasmerano Diego de Riaño, con relieves en los que aparecen representados personajes históricos y míticos, heráldicas y emblemas alusivos a los fundadores de la ciudad.


En el siglo XIX la sede del Ayuntamiento fue reformada por Demetrio de los Ríos y Balbino Marrón, quienes trazaron una nueva fachada principal de corte neoclásico orientada al lado contrario y abierta a la Plaza Nueva.


Esta plaza ocupa un solar donado en 1.268 por el rey Fernando III a los franciscanos y en el que éstos construyeron su Casa Grande. El convento fue destruido durante la ocupación francesa y en la actualidad solo se conservan una pequeña capilla y un gracioso paso porticado situado junto al ayuntamiento que da acceso a la Plaza de San Francisco.
La plaza está presidida por un monumento inaugurado en 1.924 formado por una estatua ecuestre del rey Fernando III labrada en bronce y colocada sobre un gran pedestal flanqueado por cuatro figuras pétreas en las que aparecen representados cuatro coetáneos suyos: Alfonos X, Don Remondo, Garci Pérez de Vargas y Ramón Bonifaz.


Desde la Plaza de San Francisco continuamos nuestro paseo por la Calle Sierpes, una de las más concurridas de la ciudad...
Cuenta la leyenda que en el siglo XV comenzaron a desaparecer niños de la ciudad sin que la gente supiese cuál era la causa. Algunos apuntaban a que eran los judíos quienes les raptaban para practicar con ellos todo tipo de sacrilegios, otros que eran los moros quienes los vendían como esclavos al rey de Granada, otros que eran turcos disfrazados de mercaderes quienes los llevaban a su sultán y también había quienes pensaban que sólo eran víctimas colaterales de las rencillas familiares entre Ponces y Guzmanes.
Un día un forastero, bachiller de letras que había cursado sus estudios en Osuna, se presentó en la casa del regente de la ciudad contando que había sido encerrado en la Cárel Real después de alzarse contra el rey por orden del Duque de Arcos sin que la rebelión tuviese éxito. En su celda comenzó a excavar un túnel por el que logró llegar hasta las antiguas alcantarillas construidas por los romanos y allí descubrió la causa de las desapariciones. Prometió que la revelaría a cambio de un indulto que le concedieron y entonces regresó al tunel junto al regente, un escribano y varios hombres de armas y allí encontraron una enorme serpiente de más de seis metros de longitud junto a los restos de varios niños. La mataron y sus restos fueron expuestos en la calle durante varios días. Gente de todos los barrios de Sevilla acudieron a verla y pasados unos meses, a fuerza de contarse la historia, la calle pasó a denominarse 'Calle de la Sierpe'.


Sea como fuere, lo cierto es que se trata de una estrecha calle peatonal cubierta con toldos y repleta de confiterías y comercios en los que podemos encontrar algunos de los productos más típicos de la ciudad: cerámica, abanicos, mantones, dulces....


Como quien no quiere la cosa casi hemos dado la vuelta al casco histórico de la ciudad. Callejeamos sin rumbo fijo y regresamos a los Jardines de Murillo por el extremo opuesto. Desde allí volvemos al hotel para descansar. Mañana más....

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