jueves, 19 de julio de 2018

CHURCHILL: las playas siempre lo devuelven todo...

Santander, 14 de julio de 2.018


“Churchill” es una película dirigida por Jonathan Teplitzky en 2.017. Brian Cox interpreta al hombre que, después de haber conducido a los ingleses a través de la tormenta, se enfrenta a los fantasmas de su pasado y a la irrelevancia de su futuro, y regresa, débil y arrepentido, a los brazos de su esposa (Miranda Richardson), una mujer recia capaz de cantarle las cuarenta cada vez que se desboca.


Habituada a vivir en sus márgenes, ella será quien le recuerde que siempre será el hombre que les guio a todos y le ayude a comprender cuál es su deber: dejar de luchar para dar esperanza a los ingleses, estar a su lado y hacerles creer que, si Dios existe, ganaran la guerra.


Junio de 1.944, Francia permanece bajo la ocupación nazi. Durante cinco largos años, los ingleses han soportado los sufrimientos de la guerra mientras sus soldados han sobrellevado el peso de esta con valor y orgullo. Para poner fin al conflicto, los aliados deben derrotar a los alemanes en el frente occidental. La operación Overlord, diseñada por el general estadounidense Dwight Eisenhower (John Slattery) e impulsada por el general británico Bernard Montgomery (Julian Wadham), es un ataque frontal contra las fuerzas de ocupación nazi en el norte de Francia que requerirá una flota de siete mil barcos, enjambres de aviones y un cuarto de millón de hombres.

Hace casi treinta años, en 1.915, en un desembarco similar llevado a cabo durante la batalla de Galípoli -un ataque frontal diseñado por Winston Churchill mediante el cual las tropas inglesas, francesas, australianas y neozelandesas intentaron sin éxito arrebatar a los turcos el control del estrecho de los Dardanelos-, cientos de miles de hombres murieron. Churchill es ahora el primer ministro británico: la sangre de aquellos jóvenes cubre sus manos y no quiere que la historia se repita. Propone atraer a las fuerzas de Hitler hacia el Mar Egeo, apartar su atención de la costa de Francia y dividir el ataque para disminuir el riesgo, pero los líderes aliados no le prestan atención. Lo único que esperan de él es que mantenga alta la moral de la nación, una al pueblo, le de esperanza y poco más. Es como si su experiencia y su conocimiento sobre la guerra no contara para nada…


Decenas de miles de jóvenes morirán en las playas de Normandía. El desembarco será una carnicería, pero el pueblo no quiere oírselo decir al que muchos consideran el hombre más valiente de Inglaterra.


Les habla el Primer Ministro:
primero, las noticias de la gran operación que se desarrolla en Francia. Este magnífico esfuerzo coordinado por aire, tierra y mar ha logrado que las fuerzas aliadas hagan retroceder a los nazis y empiece la liberación de Francia. 
El paso del mar se ha conseguido con muchas menos pérdidas de las que temíamos. El bombardeo superior de nuestros barcos y aviones ha reducido con rapidez el fuego alemán. El valor del general Eisenhower es simplemente inigualable. Todo está organizado como nunca lo había estado anteriormente, y estamos en alerta hasta las yemas de los dedos.
Anoche los peligros se presentaban inmensos; esta mañana los hemos superado. Esta gran guerra contra la dominación nazi la libran personas normales y corrientes: los soldados, los marinos y los aviadores en combate, y también aquellos que están en casa. Nosotros desafiamos a Hitler, con nuestra resistencia y con nuestra fortaleza de espíritu, y con nuestro rechazo a ceder ante la tiranía, ante la opresión y ante el mal más temible de la historia.
Esta no es una guerra por la gloria; es una guerra por la libertad. Los alemanes contraatacarán. No sabemos dónde, ni cuándo lo harán. Sus nuevas bombas voladoras no tienen piloto: la destrucción enviada en una máquina desalmada. Esta es un arma de cobardes, y los cobardes no pueden ganar. Debemos afrontarlo con valor, como hacen nuestros soldados. Como los hombres valientes que luchan en las playas, nosotros también debemos luchar en la retaguardia, para que cuando ellos puedan regresar, cubiertos de gloria, podamos compartir su honor.
Hitler intenta amenazarnos con fuego. Hace cuatro años creyó que podía destruirnos con el Blitz. Se equivocó y vuelve a equivocarse ahora, porque no nos derretimos con el fuego. Nos templamos con el fuego, como el acero, y emergemos fuertes y listos para luchar. Hitler ha iniciado un fuego que le quemará y le echará de Europa.
Nuestras tropas seguirán luchando, y los aliados seguirán luchando, y yo seguiré luchando, hasta que seamos libres. Nosotros jamás nos rendiremos, y yo tampoco me rendiré jamás…



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