Santander, 20 de agosto de 2.018
“El libro del cementerio” (2.008) fue la
primera novela de Neil Gaiman que cayó en mis manos. Entonces, el nombre de su
autor todavía no me decía nada; no sabía quién era, pero me sentí
irremediablemente atraído por la ilustración de su portada, firmada por Chris
Riddle…
Los primeros capítulos son un ramillete de
interesantes cuentos góticos mal hilvanados, pero, poco a poco, la historia va
cobrando forma y al final engancha…
He
de reconocer que este libro le debe mucho, consciente e inconscientemente, a
Rudyard Kipling y a los dos volúmenes de “El libro de la selva”. De niño, su
lectura me impresionó y me emocionó enormemente; tanto, que de mayor he vuelto
a leerlos y releerlos mil veces. Si hasta ahora solo habéis visto la película
de Disney, deberías leer la novela…
Neil Gaiman
Como en su día hiciera el celebérrimo
Harry Potter, también Nadie Owens sobrevivió al ataque nocturno de un ser
tenebroso. Empecemos por el principio: ese no siempre fue su nombre…
Tenía algo menos de año y medio cuando un
escalofriante hombre de cabello oscuro y cara angulosa entró en su casa con
expresión ávida y airada. Pertenecía al gremio de los Jack, una hermandad muy
antigua poseedora del Primitivo Saber, una especie de magia que proviene de la
muerte. Mató a sus padres y a su hermana, pero él pudo escapar...
Aunque la luna brillaba en el cielo y las
farolas de la calle estaban encendidas, la niebla lo asfixiaba todo. Se le
enroscó alrededor de los pies, lo abrazó como se abraza a un amigo, y lo
condujo colina arriba, hasta el viejo cementerio que había junto al casco
antiguo de la ciudad. El asesino le siguió hasta allí, pero los espectros del
matrimonio Owens le ayudaron a ocultarse y el siniesro hombre Jack no fue capaz
de encontrarlo.
La Dama Gris intercedió por él, la
entrañable pareja de fantasmas se comprometió a adoptarlo y un enigmático
vampiro llamado Silas se convirtió en su tutor. El bebé salió adelante merced a
la colaboración de todos los habitantes del cementerio, que le aceptaron como a uno
más y a la que fue conociendo poco a poco.
Creció deambulando por la frontera que
separa a los vivos de los muertos hasta convertirse en un hombrecito dispuesto
a vengar la muerte de su familia, y llegó el día en que hubo de regresar al
mundo exterior para meterse en líos y salir de ellos, y conocer selvas, volcanes,
desiertos, islas…, y gente, muchísima gente.
Estar muerto no es tan malo -él lo sabe:
todos sus amigos lo están-, pero estar vivo le brinda a uno infinitas
posibilidades. El mundo es un lugar mucho más grande que un pequeño cementerio
en la colina, lleno de peligros y misterios que afrontar, nuevos amigos por
descubrir y viejos amigos que reencontrar, errores que cometer y muchos caminos
que recorrer, antes de regresar cabalgando a lomos del inmenso caballo de la
Dama de Gris.
Duerme, duerme mi sol…,
duerme hasta que llegue el albor.
Cuando seas mayor,
si no me equivoco,
viajarás por todo el mundo,
besarás a una princesa,
bailarás un poco,
hallarás tu nombre
y un tesoro ignoto.
Haz frente a tu vida:
habrá dolor y también alegría.
No dejes de explorar todos los caminos.
Duerme, duerme mi sol…
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