jueves, 9 de agosto de 2018

LA TEORÍA DEL TODO: ¡la física vuelve a la carga!

Santander, 16 de marzo de 2.018


El pasado 14 de marzo murió, a los setenta y seis años de edad, el brillante astrofísico y cosmólogo inglés Stephen Hawking.
Sus teorías y descubrimientos no están al alcance del común de los mortales, pero todos le conocíamos debido al ejemplar modo con el que afrontó la cruel enfermedad que lo mantuvo anclado a una silla de ruedas durante más de cincuenta años.


En 2.014, James Marsch dirigió “La teoría del todo”, adaptación cinematográfica de las memorias escritas por Jane Wilde, su primera esposa.



Jane (Felicity Jones) y Setephen (Eddie Redmayne) se conocieron en la Universidad de Cambridge, en 1.963. Ella estudiaba filología francesa y española y él -devoto de una ecuación desconocida, única y unificadora, que lo explicara todo en el universo-, cosmología: una especie de religión para ateos inteligentes.




Solo unas semanas después, a Stephen le diagnosticaron la enfermedad de la neurona motora (ELA), un trastorno neurológico progresivo que destruye las células cerebrales que controlan la actividad motora esencial: se interrumpen las señales que los músculos deben recibir para moverse, lo cual provoca una atrofia muscular gradual. El cerebro no se ve afectado, pero, al final, la habilidad para controlar voluntariamente los movimientos se pierde por completo.

Los médicos le auguraron dos años de vida, pero Jane y él se querían: deseaban luchar contra la enfermedad que les asediaba y pasar juntos el poco tiempo que les quedara.


Se casaron y tuvieron dos hijos. Él siguió estudiando y consiguió doctorarse. Enunció la teoría de la singularidad espaciotemporal y se propuso demostrar con una única ecuación que el tiempo tuvo un principio.
No pudo hacerlo. Se dio cuenta de que estaba en un error, y sus estudios cambiaron de dirección cuando comenzó a afirmar que el universo no tiene frontera alguna y que Dios está en peligro de extinción…


Una neumonía estuvo a punto de matarle. Los médicos tuvieron que hacerle una incisión en el cuello para insertarle una cánula en la tráquea. Sobrevivió, pero perdió la capacidad de hablar y tuvo que aprender a comunicarse utilizando un sintetizador de voz.

Los teoremas de Stephen eran mundialmente conocidos, pero la suya no era una familia normal. Él apenas podía moverse y Jane necesitaba ayuda…
Le había amado mucho: lo había hecho lo mejor que había podido, pero su llama se estaba apagando. Elaine, la asistente que contrató para ayudarla a atender a su marido, fue quien le acompañó a EE.UU. Stephen llevaba mucho tiempo buscando el origen del universo y parecía haberlo encontrado…


Solo somos una raza avanzada de primates en un planeta menor que gira alrededor de una estrella normal y corriente, en el extrarradio de una entre cien mil millones de galaxias, pero desde los principios de la civilización la gente siempre ha ansiado entender el orden subyacente en el mundo. Las condiciones en los límites del universo tienen que ser muy especiales, y que puede ser más especial que el hecho de que no haya límites.
Como tampoco debería haberlos para el esfuerzo humano. Todos somos diferentes. Por muy dura que nos parezca la vida, siempre hay algo que podemos hacer y en lo que triunfar. Mientras haya vida, hay esperanza.

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