lunes, 13 de agosto de 2018

CAMINO DEL NORTE: SANTILLANA DEL MAR - SAN VICENTE DE LA BARQUERA

San Vicente de la Barquera, 25 de junio de 2.018


Volvemos a madrugar y, mientras el sol se despereza, nos desplazamos en coche hasta Santillana del Mar para afrontar una etapa de treinta y tres kilómetros que, pasando por localidades como Cóbreces o Comillas, habrá de llevarnos hasta San Vicente de la Barquera, un trazado exigente, con constantes subidas y bajadas, que se viste de verde para resultar mucho más atractivo que el de ayer.



Aparcamos y nos acercamos a la Plaza Mayor de la villa de las tres mentiras para echar a andar por la calle de los Hornos. Pasamos junto al camping y después de cruzar la carretera tomamos una pista asfaltada que supera un discreto collado y entre verdes prados nos conduce hasta Oreña.




Al fondo vislumbramos la desangelada promoción ‘Residencial Puerto Calderón’, cinco bloques de pisos proyectados por Construcciones y Rehabilitaciones Cárcoba que después de muchos avatares tuvieron que quedarse en tres…


Pasmos junto a ellos antes y subimos hasta la iglesia de San Pedro, un sobrio edificio de grandes proporciones situado en lo alto de un discreto cerro y sin ninguna otra construcción a su alrededor.


Sus orígenes se remontan al siglo XVI, aunque ha sufrido multitud de reformas desde entonces. Está formado por una nave muy alargada, y cuenta con un gracioso pórtico y una torre de cuatro alturas, con tejado a cuatro aguas, decorada con bolas herrerianas en sus cuatro esquinas.


Desde aquí nos acercamos al centro del pueblo y pasamos junto a la pequeña ermita de San Bartolomé, una graciosa capilla románica del siglo XI, formada por una sola nave rematada con ábside semicircular y decorada con canecillos labrados, cuya piedra dorada luce hoy en su máximo esplendor.


Atravesamos el coqueto barrio de Caborredondo y salimos a la carretera autonómica que une Santillana del Mar y Comillas. Pasamos por encima de ella y poco después tomamos un desvío a la derecha que nos conduce hasta Cigüenza, una pequeña aldea de casas dispersas situadas al fondo de un solitario valle en la que sorprende toparse con la monumental iglesia de San Martin de Tours, obra del maestro de cantería Francisco Rubín, natural de Colombres. Fue construida durante la primera mitad del siglo XVIII y está considerada como el mejor ejemplo de barroco colonial en Cantabria.



Se levantó por orden de D. Juan Antonio Tagle-Bracho, indiano oriundo del lugar que emigró a Perú en busca de fortuna y terminó siendo prior del consulado de Lima. En 1.737 envío a su hermano Francisco, cura de Toñanes, los planos y medidas del edificio que pretendía construir, y aunque las cartas con las instrucciones en las que se indicaba como llevar a cabo las obras tardaban mucho tiempo en llegar y el dinero con el que pagarlas no se recibía regularmente, en 1.768, la iglesia estaba terminada.

Se trata de un vistoso edificio de sillería, simétrico, similar a la Iglesia de las Capuchinas, en Lima. Cuenta con planta de cruz latina formada por una nave de dos tramos, crucero con cúpula sobre pechinas, ábside cuadrado y dos capillas laterales.


Destacan las dos grandes torres cuadradas de su fachada occidental, rematadas por pirámides de piedra con balaustrada y pináculos. Ambas enmarcan una gran portalada, situada bajo un rotundo arco de medio punto, formada por un frontón partido flanqueado por sendos óculos circulares. La portalada situada en la fachada sur tiene un diseño similar.

   


Frente a la iglesia se alza la Casona de la Condesa, un edificio construido a principios del siglo XX por doña Rosa Echenique y Tagle, segunda condesa de la casa de Tagle de Trasierra, título otorgado en 1.744 por el rey Fernando VI a Juan Antonio Tagle-Bracho y rehabilitado en 1.919 por el rey Alfonso XII a favor de esta.


La casa, deshabitada, conserva en su fachada el escudo timbrado con la corona condal de la familia Echenique y Tagle.

La Casa del Allende, por su parte, es una casona del siglo XVII situada frente a las torres de la iglesia y perfectamente conservada. Perteneció a la familia Gutiérrez de Allende y por la vía del matrimonio pasó a la familia Tagle-Bracho. Posteriormente, de nuevo por la vía del matrimonio, pasó a la familia Gómez de Carandia, como pone de manifiesto el escudo de armas colocado en uno de los astiales, trasladado aquí desde la casa solariega que los Carandia tenían en Toñanes.


Atravesamos la aldea y nos dirigimos a Cóbreces. Llegamos al pueblo por su extremo sur y nos acercamos a la Iglesia de San Pedro Ad Vincula para hacer un alto en el camino y reponer fuerzas.



La iglesia data de finales del siglo XIX y es obra del arquitecto Emilio de la Torriente y Aguirre. De estilo neogótico afrancesado, presenta planta de cruz latina, con dos espigadas torres de tres cuerpos en la fachada principal, bóvedas de crucería, ábside semicircular con estilizadas ventanales y cimborrio octogonal sobre el crucero con vidrieras que permiten la entrada de luz.


Nos ponemos en marcha de nuevo y pasamos frente a la Abadía de Santa María de Viaceli, fundada por monjes cistercienses procedentes de Francia y actualmente convertida en monasterio trapense. El conjunto monástico fue construido a principios del siglo XX en un estilo neogótico muy desornamentado, adaptándose así a la austeridad propia del cister.


La estructura es de hormigón armado y constituye un conjunto arquitectónico muy equilibrado, articulado en torno a un claustro interior, con una sobria fachada que presenta ventanales ajimezados y arcos apuntados.

Queremos acercarnos a la costa. Apostamos por el último itinerario propuesto por la Consejería y de nuevo cruzamos la carretera autonómica para descender a la playa de Luaña, empaparnos de olor a sal y saborear el color del mar. El batir de las olas se funde con el trino de los pájaros y una suave brisa nos reconforta mientras cruzamos la regata de la Conchuga, cuyas aguas vienen a parar al arenal.


Ganamos cota rápidamente. Caminamos a través de un bosque de eucaliptos que crecen junto al poderoso Cantábrico y llegamos a Trasierra, pequeña localidad perteneciente al municipio de Ruiloba. Al fondo se recorta el sky-line de nuestros Picos de Europa que, sorprendentemente, en esta época del año aún parecen salpicados de nieve.



Cruzamos la carretera y nos dirigimos a La Iglesia, localidad perteneciente al municipio de Ruiloba, en el que destaca precisamente la Iglesia de la Asunción, edificio del siglo XVII transformado a finales del XIX conforme a un ecléctico proyecto del arquitecto local Casimiro Pérez de la Riva que contempló la construcción de una torre y una cúpula con cierto aire centroeuropeo o neobizantino.



Salimos del pueblo, nos dirigimos a La Concha y buscamos la Calle Mayor, un interesante rincón flanqueado por un puñado de remodeladas casonas.


Abandonamos el asfalto y recorremos un sendero que nos conduce hasta la entrada de Comillas.



Atravesamos el pueblo y nos dirigirnos a la modernista Fuente de los Tres Caños, diseñada por Lluis Domenech i Montaner. Buscamos un banco salpicado de sombra y nos sentamos para recuperar unas fuerzas que a estas alturas comienzan a escasear. Comemos algo, bebemos agua y cogemos aire. Reanudamos la marcha y salimos del pueblo por la calle del Marqués.



Pasamos frente al fastuoso Palacio de Sobrellano, proyectado por el arquitecto Joan Martorell a finales del siglo XIX para convertirse en residencia de Antonio López y López, primer Marqués de Comillas. Recorremos la campa que se extiende a sus pies y poco después, dejando a nuestra derecha las instalaciones de la Universidad Pontificia, salimos del núcleo urbano del pueblo.


De momento, la parada nos ha hecho más mal que bien. Nos hemos quedado fríos y nos cuesta coger ritmo, pero, poco a poco, vamos entrando en calor. Afrontamos el último tramo de nuestro largo paseo. Cruzamos la ría de la Rabia, desembocadura de pequeños arroyos entre los que destaca el río Turbio, y nos adentramos en el Parque Natural de Oyambre, una de las mejores representaciones de los ecosistemas costeros cantábricos.



Nos acercamos al mar y la ría se transforma en un recogido estuario formado por dos cuerpos, el correspondiente a las marismas de La Rabia, y otro más pequeño que se extiende hacia el oeste, donde el río Capitán da lugar a las marismas de Zapedo.



Recorremos el dique de un antiguo molino marinero que limita el sector occidental del conjunto y nos aproximamos a la lengua de arena situada en el interior del último meandro de la ría, conocido como playa de La Rabia. Caminamos junto al extremo sur de las instalaciones del campo de golf de Oyambre. Bordeamos la margen izquierda de la ría Capitán y llegamos a la carretera. Giramos a la derecha, pasamos junto al camping, y por un arcén pintado de verde subimos hasta el barrio de Gerra para disfrutar de unas extraordinarias vistas de nuestra costa.



A nuestra derecha queda el cabo de Oyambre y frente a nosotros, al fondo, con los Picos de Europa a sus espaldas, vislumbramos ya las casas de San Vicente de la Barquera.


Descendemos hacia la larguísima playa de Merón, confinada entre la Punta del Oeste y el espigón oriental de la ría de San Vicente, y el camino se convierte en un duro rompepiernas que nos lleva hasta la playa de El Tostadero, situada justo en frente del núcleo urbano de San Vicente, en la margen derecha de la ría.



Buscamos los veintiocho ojos del Puente de la Maza, importante obra de ingeniería del siglo XV que permite salvar las marismas de Pombo, alimentadas por el río Gandarillas.



Cogemos aire, aguantamos la respiración y cruzamos la ría. Salvamos el último obstáculo del camino y cumplimos nuestro objetivo:  estamos en San Vicente de la Barquera. ¡Prueba superada!

Treinta y siete kilómetros hasta Santillana del Mar y treinta y tres más hasta San Vicente de la Barquera, pasando por Cóbreces y Comillas…
Setenta kilómetros con vuestros nombres en mis labios 
Hago lo que me gusta, pero me acuerdo de vosotros.

¡¡Os quiero!!


No hay comentarios:

Publicar un comentario