miércoles, 23 de octubre de 2019

LAS AVENTURAS DE TONINO, EL INVISIBLE: ¡cuidado con lo que deseas!

Santander, 8 de octubre de 2.019


Angelina Gatell sostiene que, leyendo los relatos de Gianni Rodari, los niños siempre aprenden algo, pero no lecciones aburridas, de esas que están llenas de nombres, de fechas y de batallas, sino cosas que ocurren en la calle. Sus cuentos ponen en el acento en pequeños problemas cotidianos, pequeñas malas acciones que, rectificando a tiempo, irán puliendo la personalidad de los pequeños y haciendo de ellos los futuros hombres con los que el pedagogo cuenta para conformar una hermosa humanidad capaz de vivir en paz y con esperanza.



En 1.980, poco antes de morir, Gianni Rodari publicó “Las aventuras de Tonino, el invisible”, un cuento mediante el cual no solo pretende contarles a los niños una divertida historia, sino, además, compartir con ellos su manera de mirar y de ver el mundo que nos rodea, transmitiéndoles su permanente anhelo de que este sea, a cada minuto, un poco mejor y también un poco más hermoso. Utilizando palabras muy sencillas -tan sencillas como las que ellos emplean-, les dice que de nosotros depende combatir la soledad, el egoísmo, la falta de solidaridad, la mentira, el miedo…, y mejorar la realidad que nos envuelve y que constituye la gran casa que da cobijo a todos los hombres por igual: al albañil y al abogado, al blanco y al negro, al que piensa de un modo y al que piensa de otro…

Tonino desea ser invisible para que el maestro no le pregunte una lección que no ha estudiado y le ponga una mala nota. Consigue su deseo y, al hacerse invisible, pierde de golpe todo aquello que, hasta aquel momento, había poseído: su familia, sus amigos, las gentes que lo rodean…, porque, como ya no lo ven, es como si no existiera para ellos. ¿No es eso mucho peor que una mala nota en matemáticas, o en historia? Una mala nota se supera estudiando, pero cómo puede superarse la soledad. El pobre Tonino, al volverse invisible, se queda absoluta-mente solo, y la soledad es la cosa más fea que existe. Los seres humanos estamos hechos para vivir en comunidad, para ayudarnos unos a otros, para dar y recibir tantas cosas hermosas como hay en nosotros, pero, desgraciadamente, a nuestro alrededor hay demasiadas personas que, por diferentes motivos, se sienten invisibles. Muchas veces, sin darnos cuenta, ignoramos a las personas que tenemos a nuestro lado. Lo hacemos porque son diferentes a nosotros y pensamos que no tenemos nada en común con ellas, pero nos equivocamos: ellas también necesitan sentirse reconocidas y acompañadas.



Tonino Da Rosa no es ni alto ni bajo, ni guapo ni feo… Es, más o menos, como cualquier otro mu-chacho de diez años.
<<¡Ah, si pudiera ser invisible, al menos por un día!>>, pensó en cierta ocasión.
Dicho y hecho: <<Menos mal, nadie podrá preguntar la lección a un niño invisible>>.

El pequeño se lo pasó bien un rato, pero después de hacer unas cuantas trastadas comenzó a sentir en sus propias carnes lo frustrante y doloroso que puede llegar a ser que todo el mundo pase a tu lado sin detenerse, al menos, a saludarte. La soledad le pesaba tanto como una gran capa de plomo: ¡para ser felices necesitamos a los demás! Acurrucado en un rincón de la acera, tendía la mano a los transeúntes suplicando: “No me dejéis solo. Quiero ser como vosotros”, pero nadie lo escuchaba, porque era invisible.

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