lunes, 22 de junio de 2015

EL NÚMERO DE DIOS: la luz es la auténtica protagonista

Mogro, 18 de junio de 2.015


Me gusta la novela histórica.
José Luis Corral escribió en 2.004 un libro que trata de explicar como se produjo la transición del románico al gótico en la arquitectura peninsular centrándose en la construcción de las catedrales de Burgos y León: "El número de Dios". Tenía que leerlo...


En 1.157, atendiendo las disposiciones testamentarias del rey Alfonso VII, su reino se repartió entre sus dos hijos varones: a Fernando II le correspondíó la corona de León y a Sancho III la de Castilla. El efímero reinado de éste último propició que un año después su hijo Alfonso VIII se convirtiese en rey de Castilla originando un largo periodo de enfrentamientos entre ambos reinos que concluyó en 1.194, con la firma del Tratado de Tordehumos, en virtud del cual Alfonso IX -sucesor de Fernando II como rey de León- habría de casarse con doña Berenguela -hija de Alfonso VIII-, convirtiéndose en el legítimo heredero de la corona de Castilla en caso de que su rey muriese sin descendencia. En 1.204 el papa Inocencio III declaró nulo este matrimonio por estar los dos esposos directamente emparentados pero para entonces Alfonso y Berenguela habían tenido ya varios hijos.
Alfonso VIII de Castilla murió en el año 1.214. Le sucedió en el trono su único hijo varón vivo - el rey Enrique II de Castilla-, pero falleció sólo tres años después, siendo todavía un niño. Alfonso IX de León aprovecharía esta circunstacia para reclamar la corona de Castilla pero la que había sido su esposa fue más rápida que él: Berenguela se proclamó reina de Castilla en Valladolid y acto seguido renunció a sus derechos en favor de su hijo Fernando. Juntos se refugiaron en Burgos, una próspera ciudad surgida a la vera del Camino de Santiago considerada cabeza del reino de Castilla, donde fueron asediados por las tropas leonesas, pero el apoyo de los grandes concejos urbanos del reino y de sus familias más poderosas -los Girón, los Téllez o los Haro-, que veían en el joven Fernando a un soberano capaz de hacer frente a las ansias anexionistas del ambicioso rey de León, hicieron que Alfonso IX desistiese de sus pretensiones, regresase a León y un año después, en 1.218, firmase en Toro con su hijo y su antigua esposa un tratado que aseguró a los castellanos un periodo de paz que les permitió crecer como reino.

Doña Berenguela era consciente de que su hijo, el rey Fernando, debía buscar una esposa con la que tener descendencia y proporcionar al trono de Castilla un sucesor. Debería casarse con una princesa de sangre real con la que no estuviese emparentado y la princesa Beatriz de Suabia, prima del emperador Federico II, era la candidata perfecta. El obispo de Burgos, don Mauricio, sería el encargado de oficiar la ceremonia pero antes debía de viajar hasta Alemania para recoger a la novia.
En Francia se imponía entonces un nuevo modo de construir catedrales, basílicas y abadías que permitía que la claridad se impusiese a la penumbra abriendo en sus muros, merced al uso de los arcos ojivales y de los arbotantes, grandes ventanales por los que penetraba la luz a raudales iluminando el interior de los templos. El embajador castellano pretendía aprovechar el viaje para entrar en contacto en el país vecino con algún gran maestro constructor y acordar con él el inicio de la nueva catedral que ansiaba levantar en su ciudad.
Al llegar a París la comitiva se desvío para visitar la catedral de Chartres. El obispo Mauricio quedó impresionado por la obra del maestro Juan de Rouen y le propuso a éste construir una iglesia similar en Burgos. El arquitecto rechazó su oferta, pues aún quedaban algunos flecos que rematar en Chartres, pero le propuso otro candidato. Su hermano, Luis de Rouen, había trabajado siempre a su lado, conocía todos los secretos del oficio, acabada de conseguir brillantemente el grado de maestro de obra, era primer ayudante de obras en la catedral de Bourges y no le asustaban los retos: ¡él construiría la gran catedral de Burgos!.
El 30 de noviembre de 1.219 se celebró la boda entre don Fernando y doña Beatriz. La ceremonia tuvo lugar en la antigua catedral románica de Burgos pero ésta se quedó pequeña. Aquella fue una excelente oportunidad para que don Mauricio le recordase al rey la necesidad de construir un nuevo templo conforme al estilo imperante en Francia y poco después pudo anunciar que, gracias a la magnanimidad de Fernando III, Burgos tendría una nueva catedral: ¡la más hermosa de toda la cristiandad!
Don Mauricio hizo llamar al maestro Luis de Rouen para definir como sería la nueva catedral, con una cabecera inspirada en la de la catedral de Bourges pero con notables modificaciones respecto a ésta, y formada por tres naves, un ábside semicircular con cinco capillas perimetrales inspiradas en las de la catedral de Chartres y un gran crucero de una sola nave de gran amplitud. El 21 de julio de 1.221 se colocó la primera piedra del edificio y el rey Fernando III presidió la ceremonia.

Tres años después, pacificado y asegurado el reino, sometida la nobleza levantisca a su autoridad y acordada una paz estable y duradera con León, don Fernando decidió que era hora de recoger los frutos de la gran victoria encabezada por su abuelo don Alfonso VIII diez años antes. El rey había esperado pacientemente a que se agotara la tregua acordada entre cristianos y almohades en las Navas de Tolosa pero un tercio del territorio peninsular permanecía todavía en manos musulmanas y Castilla debía acabar con la presencia musulmana en estas tierras. Tras muchos meses de preparativos comenzó a reclutar efectivos para un ataque a los territorios ocupados del sur.

En 1.230 murió el rey Alfonso IX, legando en su testamento el reino de León a sus hijas Sancha y Teresa, fruto de su matrimonio con Teresa de Portugal. A doña Berenguela no le costó demasiado, sin embargo, llegar a un acuerdo con ésta, en virtud del cual sus hijas renunciaban a sus derechos al trono de León a cambio de una ingente cantidad de dinero y los nobles leoneses acataban a don Fernando como legítimo soberano.

Las obras de la catedral de Burgos avanzaban a buen ritmo cuando un lamentable accidente provocó la muerte del maestro Juan de Rouen. Don Mauricio ofició su funeral en la catedral nueva y sus restos fueron enterrados en el crucero, bajo la bóveda central del transepto. Enrique de Rouen -su sobrino-, un joven oficial que había pasado varios meses en Burgos antes de regresar a Francia para completar sus estudios en la universidad de París y obtener el título de maestro, fue el elegido para continuar al frente de la obra.

El 30 de mayo de 1.252 don Fernando mandó llamar a su presencia a sus hijos. Estaban con él casi todos sus vástagos fruto de su matrimonio con la hermosa Beatriz, encabezados por el príncipe heredero Alfonso, y también doña Juana, su segunda esposa, con sus tres hijos. Bendijo a su primogénito y le encomendó proteger y defender a todos sus hermanos y hacer valer, por encima de todo, los intereses de Castilla y León.
Sintiéndose morir, pidió entonces que le administraran la extrema unción y después de recibirla, con gran devoción, se despojó de las ropas reales que se había colocado él mismo al levantarse de la cama y las dejó encima del lecho pidiendo perdón al pueblo de Castilla y León por si en alguna ocasión había sido injusto. Por indicación suya todos los presentes rezaron una letanía y, finalizadas las oraciones, el rey, que se había quedado desnudo de cintura para arriba, se cubrió con una sencilla túnica de color blanco y se dispuso a recibir la muerte, que llegó poco tiempo después.


Don Alfonso heredó los reinos de Castilla, León, Galicia, Toledo, Sevilla, Córdoba, Jaén, Murcia y Badajoz. No tenía la fuerza interior de su padre, ni su sentido de la autoridad y de la justicia, ni su presencia causaba la sensación de respeto y confianza que generaba su progenitor, pero era un hombre culto, experto en leyes, y un gran mecenas de la cultura que promovió la construcción de una nueva catedral en León cuyo proyecto fue encomendado al maestro Enrique.
Los castellanos aún tuvieron energía para conquistar Jerez y Medina Sidonia, pero los musulmanes de Al-Andalus habían logrado asentar un reino firme y estable en Granada y todo parecía indicar que acabar con ellos sería muy difícil.

Teresa es un personaje ficticio. Había nacido en Burgos en el año 1.212, tres años después de que sus padres llegaran allí huyendo de la persecución que el papa Inocencio III había decretado contra los herejes del sur de Francia. Su madre había muerto durante el parto y desde entonces su padre, Arnal Rendol, le había cuidado con esmero. Él era un extraordinario pintor de frescos de escenas religiosas: trabajaba decorando los muros y bóvedas de iglesias y catedrales y ella se había convertido en su aprendiz.
Sin embargo las paredes de piedra se habían convertido en un estorbo para la luz y su superficie cada vez era menor. En el nuevo estilo arquitectónico la pintura se aplicaba sobre las esculturas y utilazaba como elemento decorativo para perfilar algunos elementos interiores pero no había espacio para las grandes pinturas murales, que serían sustituidas por grandes ventanales con vidrieras de colores que tamizaran la luz del sol.
Cuando Juan de Rouen comenzó la construcción de la catedral de Burgos el maestro Arnal se trasladó al reino de León y con él su hija. Su fama como pintora creció de tal manera que muchos maestros imitaban su técnica. Allí conoció a Enrique, un joven peregrino que viajaba a Santiago. Sus pasos volverán a cruzarse cuando éste regrese de París convertido en maestro constructor para acometer la construcción de la catedral de Burgos y su historia de amor permitirá al lector conocer los entresijos de las obras de las catedrales de Burgos y de León y sentir como sus pilares y bóvedas crecen hasta acariciar el maravilloso cielo azul de Castilla.


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