sábado, 23 de enero de 2021

SEXO FÁCIL, PELÍCULAS TRISTES: en el amor nada es tan fácil como en el cine

 Santander, 18 de enero de 2.021

El argentino Alejo Flah funde fantasía y realidad en su primera película: “Sexo fácil, películas tristes” (2.014), una comedia romántica inspirada en clásicos como “El apartamento” (1.960) o “Cuando Harry encontró a Sally” (1.989), y protagonizada por Marta Etura y Quim Gutiérrez, dos actores entre los que se respira una química especial que coincidieron por primera vez en el rodaje de “Azul oscuro, casi negro” (2.006), y que, desde entonces, han compartido varias veces la gran pantalla.

 


El amor idílico y perfecto de las comedias no es el amor real, pero, qué le vamos a hacer: a veces necesitamos soñar, aunque, en el amor, nada es tan fácil como en las películas.

 

Pablo (Ernesto Alterio) es un escritor argentino cuya vida sentimental se está desmoronando que recibe el encargo de escribir el guion de una comedia romántica ambientada en Madrid…


 

La última escena de una comedia romántica es siempre la más fácil de escribir: una gran declaración de amor en la que los dos protagonistas logran, al fin, superar todos los obstáculos y se deciden a estar juntos para siempre…



-¿Qué quieres?

-Quiero estar contigo hoy; este año, y todos los que vengas después, también, porque todo lo que venga a partir de ahora lo quiero hacer contigo. Y si tengo que cambiar mi vida, pues la cambio -a mi me da igual-; y si tú tienes que cambiar un poco la tuya, pues la cambias también. Pero estemos juntos, ¿de acuerdo? Donde sea… Y sí, ya sé que habrá otras mujeres en mi vida, y probablemente habrá otros hombres en la tuya -más guapos-, pero esto es como un gin-tonic: lo importante está en los pequeños detalles. Y a mí me gustan tus detalles: me gusta el olor de tu ropa sudada cuando vienes de bailar, me gusta que te imagines cada día una vida distinta, me gusta quedarme atontado cuando me lo cuentas, -aunque, a veces, la verdad, no entiendo muy bien lo que me estás contando-, me gusta que te imagines cómo vas a ser dentro de sesenta años y me gusta que te imagines cómo voy a ser yo, y me gusta tu gin-tonic -me encanta-, pero, sobre todo, me gusta la pasión con la que lo preparas, porque esa pasión es la que quiero yo en mi vida. Y las cosas que no me gustan de ti son, no sé, como las pepitas de limón, que las escupes y el gin-tonic sigue estando bueno. Es que, cuando descubres que quieres a alguien, no puedes perder el tiempo, y yo no quiero perder el tiempo. Yo quiero cuidar de ti.

 

El comienzo de la historia tampoco es tan complicado: una librería, como las que aparecen en cualquier comedia romántica de todos los tiempos. Marina (Marta Etura) y Víctor (Quim Gutiérrez) se conocen en un lugar así.




En una comedia romántica las parejas tienen, al menos, un momento en el que las cosas les salen bien; un momento en el que, si la película terminara ahí, sentiríamos que esos tipos van a permanecer así el resto de sus vidas: felices para siempre, para toda la eternidad…





Pero, en casi todas las comedias románticas, hay un momento en el que las parejas se separan…



A veces es un viaje que le surge a uno de los dos, pero puede ser cualquier otro motivo que haga que, ante la llegada inminente de la soledad, cada uno se tenga que plantear qué fue lo que les pasó hasta ahora y qué es lo que quieren que les pase de ahora en adelante; ver si ese amor que funcionó durante una época de sus vidas puede haber sido algo que, pasado un tiempo, se llegue a olvidar con la misma facilidad con la que surgió, o no. Quizás se tengan que dar cuenta de que están hechos el uno para el otro, para siempre.

 

En una comedia romántica, el protagonista siempre tiene que tener un amigo, más gordo o más tímido que él, con quien compartir sus confidencias. La protagonista también tiene que tener una amiga: alguien que viva de forma conflictiva sus historias de amor y que no parezca ser capaz de hablar de otra cosa.



En una comedia romántica, no sería nada raro que ambos acabaran enamorándose, y su boda podría ser la excusa perfecta para que Víctor y Marina se reencontraran después de estar un tiempo separados.


Todas las comedias románticas terminan con una gran declaración de amor, y con un beso: ¡este nunca puede faltar!


Lo que viene después, afortunadamente, no lo podemos saber. Solo conocemos lo que pasó antes, lo que tuvieron que atravesar sus protagonistas para llegar a ser quienes son ahora y para siempre, porque ellos, después de ese final, ya no pueden cambiar: permanecerán inalterables en el mejor momento de sus vidas, justo antes del momento en el que deberían empezar los verdaderos problemas y donde las películas empezarían a parecerse demasiado a la vida, repleta de conflictos que no se pueden resolver, de dudas, de muertes, de enfermedades, de mentiras, de engaños… Y yo no quiero que las películas se parezcan a la vida, al menos, no por ahora.


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