viernes, 24 de octubre de 2014

ROMERÍA DE SAN FROILÁN: pendones, carros engalanados y 'perdones de la Virgen' para quien correspondan...

León, 4-5 de octubre de 2.014

Cuenta la biografía escrita por Juan Diácono en 920 y conservada en la Catedral de León que San Froilán nació en los suburbios de Lugo en el año 833.
A los dieciocho años decidió seguir su vocación religiosa pero, aunque poseía el don de la palabra, no se ordenó sacerdote y optó por llevar una vida eremítica, para lo cual se retiró a El Bierzo, al interior de una gruta en Ruitelán.
Pese a todo, se le hacía difícil vivir en soledad ya que la gente le buscaba para escuchar "las maravillas del Señor que emanaban de su boca" y no tardó en abandonar su retiro. Tras recorrer gran parte de la actual provincia de León, se retiró junto al monje Atilano, con el que había entablado una profunda amistad, al monte Cucurrino, actualmente conocido como Peña de San Froilán, para habitar juntos la Gruta de Valdorria. Ambos atraían a multitudes procedentes de todo el reino Astur-Leonés y terminaron fundando un monasterio en las proximidades de su retiro espiritual.
Su fama se extendió por toda Hispania y llegó a oídos del rey Alfonso III, que en torno al año 885 les hizo presentarse ante él en Oviedo para encargarles la puesta en marcha de varias fundaciones y monasterios en la frontera del reino cristiano, junto al río Duero, que garantizasen la repoblación de los territorios abandonados.
Al morir el obispo Vicente de León, el rey, con el beneplácito del pueblo, eligió a Froilán para sucederle en el cargo. Fue ordenado sacerdote y el 5 de junio del año 900, en la catedral, fue investido obispo de León al mismo tiempo que su compañero Atilano lo fue de Zamora. Ambos fueron "como dos lámparas colocadas sobre sendos candeleros para iluminar con la claridad de la luz eterna las fronteras de España a través de la predicación de la Palabra de Dios".
Su obispado duró sólo cinco años: murió el 5 de octubre del año 905 y fue enterrado en la catedral de León, en el sepulcro que Alfonso III se había hecho construir para si mismo. En la actualidad sus restos reposan en el interior de una suntuosa arca de plata en el altar mayor de la remozada catedral gótica y su imagen y algunas escenas de su vida pueden verse en las puertas del hastial sur del transepto.



Convertido en Patrón de la Diócesis de León, cada año la ciudad honra su memoria durante diez días en los que la gente puede disfrutar de los sabores, olores y colores de la Feria de la Morcilla, del Mercado Medieval de las Tres Culturas o de la Feria de la Cerámica y Alfarería, y dejarse engatusar por el encanto de los trajes, cantes y bailes populares.


El año pasado visitamos León por estas fechas pero nos quedamos con las ganas de asistir al tradicional desfile de Carros Engalanados que se lleva a cabo por las calles de la ciudad el domingo más próximo al día 5 de octubre, festividad de San Froilán, para rememorar los días en que los habitantes de los pueblos de la provincia de León decoraban sus carros para acercarse a celebrar la fiesta de San Froilán al Santuario de la Virgen del Camino


Este año hemos repetido la visita con el firme propósito de asistir, esta vez sí, al vistoso desfile, pero lamentablemente hemos vuelto a equivocarnos de fin de semana...
Resignados, asumimos el despiste y nos sumergimos en la marabunta que satura el tradicional mercado desplegado en las calles próximas al Arco de la Carcel y la Plaza de San Isidoro para perdemos entre pulseras, pañuelos, carteras, bolsos, pendientes, jabones, mermeladas, quesos...: un cruel martirio para nuestros bolsillos.

Sin embargo en esta ocasión la suerte se ha puesto de nuestro lado: este año el 5 de octubre ha caído en domingo así que hemos podido desplazarnos hasta la cercana localidad de Virgen del Camino, donde cada año tiene lugar la popular Romería de San Froilán, declarada Fiesta de Interés Turístico Regional y Provincial.


A las nueve de la mañana empiezan a concentrarse en el aparcamiento de una superficie comercial próxima al pueblo los carros y pendones que a las diez partirán hacia el Santuario de la Virgen del Camino.
Madrugamos para ver como los miembros de peñas y agrupaciones procedentes de todas partes de la provincia de León engalanan los vistosos carros que tirados por burros, ponis, caballos, vacas y bueyes habrán de llevarlos hasta la campa donde a las doce se celebra la Misa Solemne en honor del santo.







Lo de los pendones me parecía algo secundario: preveía un desfile de graciosas banderolas sin más... ¡¡¡Que equivocado estaba!!!



Trapos de hasta veinticinco metros cuadros penden de mástiles de más de nueve metros de altura, adornados en sus extremos con cruces y flores, que son portados, sujetos a su cintura, por un único romero que en ocasiones es capaz hasta de hacerlo bailar sin ayudarse con las manos.


Acompañamos a los romeros a lo largo de los cuatro kilómetros que habrán de llevarles hasta la Basílica de la Virgen del Camino.
El recorrido, junto a la autovía y entre naves industriales, no tiene encanto ninguno pero el esfuerzo de los romeros, sus vistosos trajes, sus bailes y sus músicas lo hacen especial.






Llegamos a la explanada del templo y cogemos sitio para asistir a la Misa Solemne pero antes cumplimos con los rituales populares: besamos el manto de la Virgen, le tocamos tres veces la nariz al santo y compramos los tradicionales 'Perdones de la Virgen': unas riquísimas avellanas tostadas con las que los mozos pretendían congraciarse con las novias a las que no habían podido llevar a la romería (ya veremos si funcionan...)

Los romeros presentan sus pendones a la Virgen y frente al pequeño altar situado en el exterior del templo se alzan los mástiles que sostienen las banderolas.


Bajo un sol de justicia autoridades religiosas, civiles y militares presiden una larga ceremonia en la que se hacen ofrendas tanto a la Virgen como al santo.



Después de más de una hora la gente se dispersa.
Por esta vez ya hemos tenido bastante fiesta así que volvemos al coche y nos dejamos conducir hasta Valdevimbre, lejos del jaleo, para sumergirnos en la 'Cueva de San Simón': una típica bodega leonesa en la que degustar sus sabrosas carnes.




Con los estómagos llenos damos un paseo por el pueblo y antes de regresar a León, y desde allí a Santander, nos asalta un tipo peculiar. Es 'el Maño': un paisano regordete y simpático, coloradote, que nos invita a visitar una de las muchísimas bodegas particulares que salpican el pueblo. Aceptamos sin dudarlo y volvemos a sumergirnos bajo tierra mientras el simpático lugareño nos explica el origen de muchos de los 'tesoros' que allí esconde. Infinidad de botellas cubren las paredes de un refugio en el que guarda ricos elixires que comparte con nosotros: licores de pasas y orujos de los que no podemos abusar porque ahora lo que toca es ponerse en carretera otra vez...

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