miércoles, 21 de noviembre de 2012

ANDRÉS SUÁREZ: él ha nacido para cantar mirando a los ojos de la gente

Santander, 18 de noviembre de 2.012

Mi relación con Andrés Suárez es peculiar.
Le conocí durante un concierto mágico en el jardín de La Casa del Abuelo y unas semanas después presentó su disco "Cuando vuelva la marea" en el Black Bird Club donde contó con la magistral colaboración de Marino que con su violín le ayudó a vestir sus canciones.
Fueron dos conciertos únicos en los que pude saborear toda la fuerza del cantautor gallego.

Después le vi sobre un escenario en tres ocasiones más pero no volvió a ser lo mismo, aunque puede que los efectos del jet-lag o el ajetreo propio de un festival de cantautores contribuyesen a ensombrecer su trabajo.
De todos modos, la ingente y desproporcionada cantidad de elogios prodigados por su público más fiel y la incredulidad y desconfianza que me genera su actitud autocompasiva sobre el escenario me estaban haciendo perder la perspectiva y olvidar la multitud de sensaciones que este gallego es capaz de transmitirme cuando canta en directo y que, al fin y al cabo, es lo más importante cuando me sumo a uno de sus conciertos.

Ahora Andrés Suárez está a punto de alejarse de los escenarios durante una temporada para lanzarse en pos de algún misterioso proyecto pero antes quería venir a Santander para que juntos pudiésemos decirle adiós a las canciones que forman parte de "Cuando vuelva la marea".

Hoy ha vuelto al Black Bird Club aunque confieso que en esta ocasión me ha costado decidirme a acompañarle; menos mal que al final me dejé llevar...
Esta vez ha venido sólo; no ha habido artificios ni aderezos.
Ha comenzado cantando algunas de esas "canciones que nunca debió componer" y después, poco a poco, ha ido desgranando los temas del disco al que hoy decíamos adiós además de recordar a su admirado Enrique Urquijo y de presentarnos algún tema nuevo ("Justicia poética") que tal vez forme parte de su próximo trabajo de estudio.

Andrés hoy estaba cómodo. Ha confesado haber nacido para cantar mirando a los ojos de la gente y juraría que lo que hoy ha visto en ellos le ha gustado.
Puede que le haya sorprendido la gran cantidad de gente que ha venido a saborear sus canciones una tarde de domingo y éso le ha empujado a dar lo mejor de si mismo.
Este chico tiene una fuerza demoledora. Sabe jugar con el ritmo y con el tono de su voz: susurra, grita, se desata y pone pausa...
Este chico emociona cuando canta.

Se ha mezclado con el público, se ha sentado entre la gente y apurando el paso, sin micro, nos ha mostrado su playa. Después ha regresado al escenario y juntos, él y yo, nostálgicos, hemos dado rienda suelta a toda nuestra pena y nuestra rabia.
¡Me gustó la canción!
Los erizados pelos de mis brazos son prueba de ello.
Sólo por vivir momentos como éste merece la pena compartir tus conciertos. Prometo no volver a desconfiar. ¡Gracias!
Después de volar a Benijo ya no ha habido vuelta a atrás.
Ha sido otra noche mágica de la que Andrés no se ha querido despedir sin volver a homenajear a Pablo Milanés insistiendo en grabar voces y guitarras que restan emotividad al momento; yo insisto también: Andrés, no te hacen falta artificios para cruzar el Atlántico.

El concierto se ha acabado.
Su sudor, aunque no resulte nada erótico, es una prueba más de que hoy Andrés se ha entregado en cuerpo y alma. Genial.
¡GRACIAS!

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