martes, 13 de noviembre de 2012

MADAME BOVARY: Emma nunca fue feliz, nosotros sí podemos serlo

Santander, 9 de noviembre de 2.012


"Madame Bovary" es una novela escrita por el francés Gustave Flaubert en 1.856 perteneciente al incipiente movimiento realista de la segunda mitad del siglo XIX.

Pese a no haber leído la novela la adaptación teatral propuesta por Emilio Hernández y dirigida por Magüi Mira me parece muy atractiva. Varias escenas articuladas en torno a una sencilla escenografía y enlazadas mediante un acertado juego de luces y música hacen que el tiempo fluya sutilmente recogiendo la esencia del relato de Flauvert.


Con motivo del estreno de la obra el pasado mes de febrero su directora comentaba: "Esta es la historia de una mujer que luchó con pasión por cambiar el mundo en que le tocó vivir, en el que la mujer no tenía derecho al conocimiento, a gozar del sexo sin penalizaciones morales, a cuestionar el matrimonio... Entonces fue un escándalo pero lo más escandaloso es que hoy todavía hay muchas mujeres que creen que el matrimonio les va a solucionar la vida, se sigue juzgando su vida sexual de distinta manera a la de los hombres y, en algunos países, el acceso al conocimiento sigue siendo limitado. Por eso he querido hacerla real, de carne y hueso."

En el programa de mano reitera: "Desde 1.850 millones de mujeres han sucumbido al hechizo de esta mujer de ficción, nacida de la imaginación de un hombre. Millones de mujeres se han sentido identificadas con la necesidad de romper irracionalmente con un matrimonio que les ahoga".

No comparto esta lectura feminista de la obra.
Charles Bovary (Juan Fernández) es un buen hombre aunque incapaz de hacer feliz a su esposa mientras que ella, Emma Bovary (Ana Torrent), es una mujer insatisfecha, caprichosa, manipuladora y adúltera, presa de la época que le tocó vivir pero incapaz de enfrentarse a ella, que se declara infeliz pero no hace nada para remediarlo.

Creo que la lectura que hoy en día debería hacerse de esta obra va más allá de una guerra de sexos. No hace falta ser mujer para sentirse desdichado.
El individuo, hombre o mujer, no debe resignarse a su insatisfacción; debe revelarse contra aquello que le hace infeliz pero no lanzándose tras ilusiones y espejismos irreales que nunca llegarán a satisfacer sus necesidades sino tras sueños sólidos en cuya conquista persevere.

Es cierto que el primer paso es confesarnos insatisfechos, pero no debemos quedarnos ahí. Lo verdaderamente difícil es tener los arrestos necesarios para tomar las riendas de nuestra vida y buscar la felicidad.
Emma nunca fue feliz. Nosotros sí podemos serlo.


...

"Un barco amarrado a puerto no corre ningún riesgo, pero tampoco va a ninguna parte; aunque tampoco irá a ninguna parte sin un piloto sensato y con conocimiento en navegación" (Idoia Cantolla).


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