sábado, 17 de noviembre de 2012

PALABRA DE HIERRO: la importancia de las pequeñas cosas

Santander, 15 de noviembre de 2.012

No ha sido un buen día pero al dar las seis me he subido al coche, he puesto música y me he dicho: "tengo tres amigos, dos amigas, tres hermanos y dos amores; tengo 'treinta y seis' y soy feliz aquí".
Copazos como los del pasado viernes o como los del próximo concierto, desayunos como el de mañana y cafés como el de hace un rato apagan los incendios que algún bombero estúpido se empeña en azuzar cada día. Esas pequeñas cosas son las que me ayudan a recordar cuales son mis prioridades.


El poeta José Hierro, merecedor del premio Cervantes en 1.998, nació en Madrid en 1.922 pero pasó la mayor parte de su vida en Santander, una ciudad a la que siempre amó.



"Si muero, 
que me pongan desnudo,
desnudo junto al mar.
Serán las aguas grises mi escudo
y no habrá que luchar"
(José Hierro)

En el año 2.000 la compañía La Machina Teatro estreno "Palabra de Hierro", un espectáculo escénico creado sobre poemas de José Hierro en el que él mismo colaboró.
Hoy, para conmemorar el décimo aniversario de la muerte del poeta, la compañía ha reestrenado en el teatro Casyc este espectáculo.


Aquél que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría
no podrá morir nunca.
Yo lo veo muy claro en mi noche completa.
Me costó muchos siglos de muerte poder comprenderlo,
muchos siglos de olvido y de sombra constante,
muchos siglos de darle mi cuerpo extinguido
a la yerba que encima de mi balancea su fresca verdura.
Ahora el aire, allá arriba,
más alto que el suelo que pisan los vivos,
será azul.
Temblará estremecido, rompiéndose,
desgarrado su vidrio oloroso por claras campanas,
por el curvo volar de gorriones,
por las flores doradas y blancas de esencias frutales.
(Yo una vez hice un ramo con ellas.
Puede ser que después arrojara las flores al agua,
puede ser que le diera las flores a un niño pequeño,
que llenara de flores alguna cabeza que ya no recuerdo,
que a mi madre llevara las flores;
yo querría poner primavera en sus manos.)
¡Será ya primavera allá arriba!
Pero yo, que he sentido una vez en mis manos temblar la alegría,
no podré morir nunca.
Pero yo, que he tocado una vez las agudas hojas del pino,
no podré morir nunca.
Morirán los que nunca jamás sorprendieron
aquel vago pasar de la loca alegría,
pero yo, que he tenido su tibia hermosura en mis manos,
no podré morir nunca.
Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de mí.

("El muerto",
José Hierro)


Isabel Mier (violonchelo) ha silenciado el bullicio de alguno de los cafés en los que a él le gustaba escribir sus versos y Patricia Cercas, Miguel Ángel de Juan y un expléndido Juan Oyarbide le han puesto voz a sus pensamientos.

"En 'Palabra de Hierro' nos sumergimos en el universo poético de Hierro y navegamos por él con los instrumentos de nuestro oficio de gentes de teatro. Así, hemos querido traspasar las fronteras del teatro. Hemos percibido el color, olor y tacto de la palabra poética. Hemos escuchado su sonoridad, bailado su ritmo, y buscando las imágenes que encierra. Indagamos la esencia dramática de la poesía, construyendo una estructura dramática donde parecía imposible, y componiendo  un espectáculo con una veintena de historias/poemas. Sondeamos entre reportajes y alucinaciones como pasar del realismo al simbolismo. Rastreamos en las cosas atrapadas por la poesía, y también en las cosas perecederas. Convertimos el ritmo poético en ritmo dramático y acción escénica. Y todo ello lo traspasamos por nuestro humilde tamiz creador, acercándolo a nuestro lenguaje y adecuándolo a nuestro trabajo de mestizaje estético y transdisciplinar, donde espacio escénico, ámbito sonoro y musical, iluminación y atmósfera visual forman un conjunto armónico al servicio del ejercicio de interpretación de las palabras del poeta."


Un elegante trabajo que me ha brindado la posibilidad de descubrir  los maravillosos versos de un delicado poeta enamorado del mar, de la música, de las grandes ciudades y de las pequeñas cosas... Alguien que, por encima de todo, amaba la vida.

Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras.
Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente.
Que tú me entendieras a mí sin palabras
como entiendo yo el mar o la brisa enredada en un álamo verde.
Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte.
Hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones que tú no comprendes.
Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol invisible,
la pasión con que dora la tierra sus frutos calientes.
Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte.
Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve.
Yo quisiera que tú la sintieras también inundándote el alma,
yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también te quemase y te hiriese.
Criatura también de alegría quisiera que fueras,
criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte.
Si ahora yo te dijera que había que andar por ciudades perdidas
y llorar en sus calles oscuras sintiéndose débil,
y cantar bajo un árbol de estío tus sueños oscuros,
y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba muy verde...
Si ahora yo te dijera
que es tu vida esa roca en que rompe la ola,
la flor misma que vibra y se llena de azul bajo el claro nordeste,
aquel hombre que va por el campo llevando una antorcha,
aquel niño que azota la mar con su mano inocente...
Si yo te dijera estas cosas, amigo,
¿qué fuego pondría en mi boca, qué hierro candente,
qué olores, colores, sabores, contactos, sonidos?
Y ¿cómo saber si me entiendes?
¿cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos?
¿cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte?
¿cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna,
poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste?
Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras como tú me entendieses.
("Respuesta",
José Hierro)



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