martes, 5 de marzo de 2013

JÓVENES INTÉRPRETES - TAMAR BERAIA (piano): ¡maravillosa!

Santander, 4 de marzo de 2.013

Tamar Baraia es una joven pianista natural de Georgia que el verano pasado, durante la XVII edición del prestigioso Concurso Internacional de Piano Paloma O'Shea celebrado en nuestra ciudad recibió la Medalla de Bronce y el Premio del Público.





Hoy la Fundación Botín nos ha brindado la ocasión de volver a escucharle incluyendo su actuación dentro del ciclo dedicado a Jóvenes Intérpretes y proponiéndonos un atractivo programa con piezas de Tchaikovsky, Chopin, Albéniz y Liszt a las que  el programa de mano elaborado por Esteban Sanz Vélez nos ha acercado:

"...El género pianístico solista no se cuenta, bajo una conisderación histórica, entre la producción más transcendente de Piotr Ilich Tchaikovsky (1.840-1.893), aún siendo extenso y a pesar de incluir obras maestras como la "Gran Sonata" de 1.878 o, en un registro opuesto, las piezas "Op. 39", colección de veinticuatro miniaturas que son veinticuatro clases magistrales de composición.
"Las Estaciones Op.37" (la colección se publicó originalmente bajo el título francés de "Les Saisons", pero también se alude a ella ocasionalmente como "Doce piezas de carácter", o "Doce escenas características") que escucharemos hoy está está escrita en los mismos momentos en que lo fueron dos de los títulos más emblemáticos de este autor, su "Concierto para piano nº 1" y el ballet "El lago de los cisnes".

Tchaikovsky
Se trata de una colección de pequeñas piezas que Nikolai Bernadr, editor de Nouvellist, una revista musical de San Petersburgo, encargó a nuestro compositor en el año 1.875, a fin de ir ofreciendo a sus lectores una pieza con cada entrega mensual, hasta completar la docena. Tchaikovsky aceptó el encargo, así como los títulos, subtítulos y epígrafes poéticos que le proponía el mencionado editor, y por su cartas queda constancia de que se tomó la tarea como un trabajo alimenticio, lo que no impidió que la colección esté cuajada de fragmentos de gran belleza y sensibilidadad, que haya gozado de aceptación y múltiples reimpresiones (a partir de la segunda edición de 1.886), que se intrerprete con regularidad e, incluso, que se hayan realizado no pocas versiones para diversos instrumentos así como varioas orquestaciones.
Se trata de piezas en forma ternaria (reconocible facilmente durante toda la escucha: una primera sección que podemos llamar A, una sección central B que contrasta notablemente con la anterior, dibujando un claro cambio de paisaje, y una vuelta, A de nuevo, a la temática de la sección iniciail, acaso ahora con alguna elaboración ornamental añadida), sin muchas pretensiones aparentes, en las que despunta, sin embargo, la maestría con que se desarrollan y explotan sencillas ideas rítmicas y melódicas que fluyen siempre inspiradas.
La duración total de la colección es de unos cuarnta minutos.


https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOzz_lFseRq5BrZCpIRB6tNARAwmhIDAt0FI9fHQ_rfRyXcUKX5eWfh9mnsvf6Uv1IOFlZ8KdF5PWGThDz1EYDQi1CTT0PMNLTXYQuT34_8ObDAIN81wLavcbkgy_QvoY1acWehAVDEqM/s1600/Chopin_etching.jpgFrédéric Chopin (1.810-1.849) no fue comositor muy comprendido en vida, contra lo que pudiéramos pensar en la actualidad; desde luego, estuvo menos reconocido que como pianista. Y bien pensado parece natural que así fuera, verdaderamente.
Su música, que hoy nos resulta tan familiar y cercana, desarrolló en su momento un estilo radicalmente nuevo. En lo pianístico plantea una revolución de la escritura y la técnica de ejecucion. Su renovación de la armonía -los sonidos que hace escuchar simultáneamente, la manera de comibnar unos con otros-, situada en su época, resulta de una inventiva y originaldiad asombrosas.
Por su sensibilidad, Chopin da lo mejor de sí en las formas breves (impromptus, nocturnos, mazurcas, etc...) pero es también autor de piezas más extensass que, como sucede con dos de sus tres sonatas (la primera es muy de juventud), resultan magistrales. Escucharemos hoy precisamente la "Sonata nº 2, Op 35" escrita en 1.839.
Consta de un primer tiempo "Grave-Doppio movimento", como es perceptivo en forma de sonata, es decir, forma tripartita como acabamos de ver que lo eran las pequeñas piezas de Tchaikovsky. La diferencia básica es que que aquí las proporciones son mucho mayores y la sección central se dedica no al mero contraste sino a la elaboración y desarrollo de ideas musicales puestas en juego en la sección inicial. Por ambos aspectos -longitud y desarrollo temático-, el esfuerzo de memoria que se requerirá para captar durante la escuha las secciones A-B-A deberá ser bastante más exigente que en las pequeñas piezas de Tchaikovsky, pero merece la pena intentarlo.
Le sigue un pujante "Scherzo", situado aquí de manera poco habitrual, en lugar del acostumbrado tiempo lento. A continuación, ahora sí como tiempo lento, la célebre "Marcha fúnebre", que se escucha a menudo como pieza independiente en instrumentaciones de todo tipo (no sin coherencia pues de hecho la pieza se compuso dos años antes, en 1.837, y luego el autor la incorporó a esta  "Sonata op. 35").
Y cerrando el conjunto, un arrasador, casi demente, "Presto", cuya escritura en unísono (de manera bastante sorprendente ambas manos tocan exclusivamente una misma línea melódica durante toda la pieza) bien puede avalar por sí sóla, si no lo han hecho con suficiencia los anteriores movimientos, esa gran originalidad, subrayada con anterioridad, de este tan portentoso como hoy trillado autor.


http://s.fixquotes.com/files/author/isaac-albeniz_KqBXF.jpg
Seguirá una pequeña muestra del grandísimo logro del gerundense Isaac Albéniz (1.860-1.909) que supone su obra cumbre "Iberia", aportación a la historia del piano universal equiparable a las más altas de los más eximios autores.
Se trata de "El Puerto", perteneciente al primer cuaderno (1.905) de los cuatro de que consta la colección, que alude o evoca El Puerto de Santa María, en Cádiz, y de "Almería", del segundo cuaderno (1.907).
Ambas piezas, como toda "Iberia", proponen un nuevo nacionalismo que renuncia a lo pintoresco -que el propio Albéniz había venido cultivando, siempre con gran telateno, en su obra nterior-, para sumergirse en una búsqueda de fondo que acierta a dar con unos colores universales que, al mismo tiempo, nos parecen hoy una quintaesencia de lo español, bien alejada del tópico.


http://www.bach-cantatas.com/Pic-Lib-BIG/Liszt-Franz-04.jpgY si hablábamos de innovación en Chopin, bien podríamos redoblar el adjetivo al tratar de su compañero de generación Franz Liszt (1.811-1.886), porque al contrario que en áquel, mucha música de Liszt todavía hoy puede resultar sorprendente por sus sonoridades altamente especulativas, en particular las piezas de sus últimos años que a veces anticipan caminos que sólo llegarán a despejarsese bien entrado el siglo XX.
Se asocia siempre la figura de Liszt a la del virtuoso pianista -no en vano fue reconocido como el mejor de su tiempo- y tendemos a pensar en su obra como esclavizada por ese mismo virtuosismo. Sin embargo, es preciso aclarar que se trata en la mayoría de los casos de un virtuosismo necesario, es decir, un virtuosismo que nace y se despliega impulsado por profundos contenidos musicales.
Así tendremos oportunidad de comprobarlo hoy, al escuchar el emblemático "Vals Mefisto", una música escrita alrededor de 1.860, en una etapa ya de gran madurez creativa del autor, en torno a la figura del demoníaco personaje fáustico cuyo nombre, en una de sus etimologías posibles, podría venir a signifacar "el que no ama la luz".
Lo mefistofélico, lo diabólico, debió de resultar asunto de poderosa atracción para Liszt, si pensamos que además del que oiremos enseguida, escribió otros tres valses en torno a Mefisto y todavía alguna obra más, como la excepcional "Bagatela sin tonalidad" o una polca bajo idéntico sobrenombre, además de la "Sinfonía Fausto".
En este vals, Liszt, como sucede en las piezas mencionadas y como es característico en él en otras muchas ocasiones, plantea una pieza programática, es decir, se propone narrar mediante música una historia, en este caso de origen literario a partir de un episido del "Fausto" (1.836) del poeta romántico austriaco Lenau (no el célebre de Goethe, algo anterior).
Pero no es necesario en absoluto conocer dicho episodio. Basta con dejarse llevar por esta música poderosa que al fin y al cabo, en su grandeza, termina por narrar contenidos puramente musicales, llena de contrastes, de luces y sombras, de tensiones, de ascensiones y caídas, de irisaciones poéticas (toda la sección central resulta deslumbrante en sus claroscuros, en su indeterminaciòn), para los que la música no necsita de palabras, pues le basta la elocuencia de su su inefable lenguaje." 

Muy puntual, con el público buscando acomodo aún, ha hecho su aparición sobre el escenario Tamar Beraia: joven, alta y elegante, con el pelo recogido y un vestido largo de color rojo.


Se ha sentado frente al piano, erguida, con sus delgados brazos flotando en el aire y sus manos deslizándose sobre el teclado y, apasionada, se ha dejado llevar por los fantásticos sonidos que brotan de sus dedos.

El programa elegido ha sido una maravilla.
En el destacaría la "Marcha fúnebre" de Chopin, triste y esperanzadora a la vez, que ha hecho que las lágrimas inundasen mis ojos, y el aire andaluz de las piezas de Albeniz que nos ha transportado al sur sin necesidad de recurrir al habitual sonido de una guitarra.

El broche final lo ha puesto Franz Lizst.
Yo lo esperaba con impaciencia.
Ella se ha tomado su tiempo, concentrándose antes de que sus manos se lanzasen a una frenética actividad para regalarnos una maravillosa interpretación de una pieza cargada de contrastes que estrujan el corazón.
¡Maravilloso!
Gracias.    

 


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