viernes, 3 de octubre de 2014

BURGOS: visita fugaz en la mejor compañía posible (I)

Burgos, 30 de junio de 2.014


Visita fugaz a Burgos en la mejor compañía posible.
Antes de hoy había visitado la capital castellana en varias ocasiones pero no conservaba ningún recuerdo especial de ella. Ésta es una fantástica oportunidad para redescubrirla...

Visitar el Monasterio de las Huelgas era uno de nuestros objetivos pero es lunes y está cerrado. Lo dejamos para otra ocasión y al llegar a Burgos nos dirigimos a la Cartuja de Miraflores.


Se trata de un monasterio fundado por el rey Juan II de Castilla en 1.441 aprovechando la donación que él mismo hizo a la orden contemplativa de los Cartujos del palacio de caza que en aquel lugar, situado a apenas tres kilómetros del centro de la ciudad, junto al actual parque de Fuentes Blancas, había hecho construir su padre, el rey Enrique III.
Un incendio provocó en 1.452 la destrucción del palacio y al año siguiente se acometió la construcción del edificio actual, al que se denominó Cartuja de Santa María de Miraflores.
Las obras fueron encargadas a Juan de Colonia y, tras su muerte en 1.481, fueron continuadas por su hijo, Simón de Colonia, quién, a instancias de Isabel la Católica, hija de Juan II, las concluyó en 1.484.

Atravesamos el claustro de la portería para visitar la iglesia y nos topamos con un arco conopial cuyo tímpano está presidido por una hermosa imagen de La Piedad.


Sendos leones sostienen los dos escudos de grandes dimensiones, presentes también en el interior del templo, que coronan el conjunto: el de la izquierda muestra las armas reales de Castilla y León mientras que el de la derecha hace lo propio con la 'banda engolada' que constituía el distintivo personal de Juan II.

Cruzamos la puerta y atravesando un atrio de pequeñas dimensiones entramos en la iglesia.
Si alzamos la vista, en los muros laterales podemos contemplar un importante conjunto de vidrieras traída desde Flandes en 1.484: las cinco de la izquierda representan escenas de la Pasión de Jesús mientras que las de la derecha recogen escenas de su Resurrección y Gloria.

Se trata de un templo de planta rectangular formado por una sola nave, alargada y dividida en tres zonas claramente diferenciadas, característica de los templos cartujos, en los que la vida monástica de padres y hermanos se llevaba a cabo por separado.
En primer lugar está la estancia de los fieles, zona destinada a los seglares varones y en cuyas paredes podemos admirar hoy una hermosa talla de madera policromada del siglo XVII, obra de Manuel de Pereira, que representa a San Bruno, padre fundador de la orden de los Cartujos, y un espectacular tríptico de grandes dimensiones de finales del siglo XV, perteneciente a la escuela de Roger van der Weyden y que representa tres escenas diferentes relacionadas con la Pasión de Cristo: "Camino del Calvario", "Crucifixión" y "Llanto sobre Cristo muerto".


Una preciosa reja de forja da paso al espacio destinado a los hermanos, llamados también conversos o legos, que eran los encargados de desarrollar los oficios y trabajos necesarios para el correcto funcionamiento del convento mientras los padres desarrollaban una vida cenobítica basada en la meditación y el recogimiento.
Junto a los muros laterales de la iglesia se conserva el Coro de los Hermanos -sillería renacentista realizada en madera de nogal en 1.558 por el cántabro Simón de Bueras-, y en la pared de la derecha destaca la puerta de la clausura, por la que los hermanos acceden al templo desde el monasterio.

Dos altares con retablos barrocos del siglo XVII flanquean la puerta que permite acceder al espacio situado frente al presbiterio, destinado a los padres. Una hermosa talla de la Inmaculada, obra de Bernardo Elcarreta, corona el paso con una inscripción en latín dispuesta a sus pies: "FELIX COELI PORTA (FÉLIZ PUERTA DEL CIELO)".


El Coro de los Padres conservado en este espacio es de madera de nogal: obra del vallisoletano Martín Sánchez, data de 1.489 y consta de cuarenta sillas talladas, todas ellas diferentes. El conjunto se completa con un facistol situado en medio del coro, obra del mismo autor, que los monjes utilizan para apoyar los libros utilizados durante la misa y, sobre todo, en los oficios litúrgicos que cantan a medianoche ("maitines").


En la pared de la derecha se abre una nueva puerta de clausura, destinada en esta ocasión a los padres, coronada por una delicada imagen gótica de alabastro atribuida a Gil de Siloé que representa a la Virgen con el niño Jesús sobre sus rodillas y un libro abierto en su mano izquierda acompañando a los monjes en el canto de la salmodia.

Llegamos al fondo de la iglesia, al presbiterio, donde llama la atención por su originalidad compositiva y su riqueza iconográfica el retablo mayor, de madera de nogal dorada y policromada, tallado por Gil de Siloé entre los años 1.496 y 1.499 y decorado con el oro procedente de los primeros envíos recibidos del Nuevo Mundo.


Su composición se aleja de la tradicional división de cuerpos y calles. El cuerpo superior del retablo está presidido por la figura de Cristo crucificado inscrita en una gran corona de ángeles que dibujan la forma de la hostia consagrada haciendo alusión a la eucaristía.



Situados a ambos lados de ella, sostienen la cruz el Padre y el Espíritu Santo, y sobre la misma, como símbolo del amor divino, se representa a un pelícano sacrificándose por sus polluelos, como Cristo hizo para salvar a los hombres.


A los pies de la cruz se alzan sendas figuras de la Virgen y de San Juan, y dentro de la corona de ángeles se inscriben otros cuatro círculos de menor tamaño que representan escenas de la Pasión (la Oración en el Huerto, la Flagelación, el Camino del Calvario y la Piedad).





El cuerpo central del retablo se encuentra flanqueado por las figuras de San Pedro y San Pablo, pilares sobre los que Cristo fundó su Iglesia, y en las cuatro esquinas, inscritos dentro de círculos, aparecen los cuatro evangelistas.





En los espacios triangulares que quedan entre la corona de ángeles y las imágenes de los evangelistas se representa a los cuatro doctores de la Iglesia Occidental: San Gregorio, San Ambrosio, San Jerónimo y San Agustín.





En el centro del cuerpo inferior del retablo se sitúa el sagrario, sobre el que se dispone un nicho cuadrado que alberga un curioso torno giratorio que sostiene seis altorelieves diferentes relativos a las grandes fiestas del calendario de la Iglesia (Nacimiento, Bautismo, Resurrección y Ascensión de Jesús, Pentecostés y Ascensión de la Virgen) de los que sólo uno se muestra según la época del año en que nos encontremos.
A ambos lados del sagrario se muestran las imágenes de San Juan Bautista y Santa María Magdalena, patrones de los monjes, y al mismo nivel, pero desplazados hacia los laterales, las de Santa Catalina y Santiago Apóstol.
Entre estas imágenes se disponen dos círculos más que representan la Anunciación y la Adoración de los Reyes Magos y bajo ellos sendas escenas que recuerdan la Última Cena y el Prendimiento.






Por último, en los extremos del cuerpo inferior se muestran las imágenes orantes y los escudos de armas de Juan II de Castilla e Isabel de Portugal, acompañados por el apóstol Santiago el uno y por San Juan Bautista niño y su madre Isabel la otra.


Juan II de Castilla había fallecido en Valladolid en 1.454 y sus restos reposaban en el Monasterio de San Pablo. Isabel de Portugal, por su parte, murió en Arévalo en 1.496, donde provisionalmente fue sepultada, en el Monasterio de San Francisco.
En 1.486 Isabel la Católica encargó a Gil de Siloé la construcción en la Cartuja de Miraflores, donde su padre deseaba ser enterrado, de un sepulcro para sus progenitores y de otro para su hermano, el infante Alfonso de Castilla, cuyos restos permanecían también en el Monasterio de San Francisco.

El sepulcro de sus padres se encuentra situado en el centro de la nave, a los pies del altar mayor. De estilo gótico, es de alabastro y consta de lecho mortuorio, con forma de estrella de ocho puntas, y sendas estatuas yacentes.


Los vértices del lecho, de algo más de un metro y medio de altura, están adornados con figuras alegóricas e imágenes de santos y apóstoles entre las que destacan las de los cuatro evangelistas. Completan la abundante decoración del sepulcro una serie de escudos reales y algunos motivos animales, vegetales y arquitectónicos.

La estatua yacente muestra al rey Juan II de Castilla con su cabeza coronada, descansando sobre dos almohadones, vuelta ligeramente hacia el exterior y cubierto con un rico manto adornado con numerosas joyas que él recoge con su mano izquierda. Calza chapines que se apoyan sobre una peana bajo la que aparecen dos leones luchando con sus patas entrecruzadas.
En 1.808, durante la Guerra de la Independencia Española, las tropas francesas saquearon la Cartuja y se llevaron el cetro real que la figura del monarca sujetaba con su mano derecha para lo cual tuvieron que arrancársela.

A su lado, separada por una crestería gótica, la estatua yacente de su esposa muestra a la reina Isabel de Portugal coronada, con sobretúnica y manto lujosamente decorados, y con guantes y anillos en sus manos, con las que sostiene un devocionario abierto. A sus pies se sitúan las figuras de un niño, un león y un perro, símbolo éste último de la fidelidad.

El sepulcro del infante se encuentra en un lateral del presbiterio -el del Evangelio-, y, como el de sus padres, es estilo de gótico y está realizado en alabastro.


Es de tipo arcosolio y está rematado por un arco conopial con arcada angrelada, ambos decorados con motivos vegetales parcialmente perdidos, ángeles que sostienen el escudo del reino de Castilla y León y una imagen del Arcángel San Miguel que remata el conjunto.
El sepulcro está enmarcado por sendas pilastras adornadas con imágenes de apóstoles y santos que, arrancando desde el suelo de la iglesia, se prolongan más allá del arco conopial y son rematadas con un relieve que representa la Anunciación (la Virgen a un lado y el Ángel al otro).
Bajo el arco se coloca la estatua orante del infante, arrodillado sobre un cojín, frente a un reclinatorio ricamente adornado sobre el que se coloca un almohadón que sostiene su gorro y un devocionario abierto, con las manos unidas ante el pecho, en actitud devota, y mirando hacia el altar mayor de la iglesia.


La parte inferior del sepulcro corresponde al arca sepulcral, que descansa sobre un zócalo adornado con motivos vegetales y cuatro leones. El arca se divide en tres paneles: en los laterales aparecen varios pajes del infante mientras que en el central dos ángeles sostienen de nuevo el escudo de Castilla y León.

Las capillas laterales adosadas al lado norte de la iglesia se han convertido en un espacio expositivo en el que los monjes muestran al visitante algunos de los tesoros artísticos vinculados a la cartuja reunidos en una colección llamada "Explendor cartujano: de lo bello a lo divino", entre cuyas piezas destacan las cinco Tablas de la Vera Cruz que datan de principios del siglo XVI y que hacen referencia al hallazgo por parte de Santa Elena -madre del emperador romano Constantino el Grande- de la cruz de Jesús junto a las de los dos ladrones que fueron crucificados junto a él en el monte Gólgota, la identificación de la auténtica reliquia después de colocar los tres maderos sobre un hombre muerto que sólo resucitó al sentir el contacto de la Vera Cruz, el rescate de la reliquia robada por los persas por parte del emperador bizantino Heraclio, quién pretendía devolverla con gran pompa a la Basílica del Santo Sepulcro cuando un ángel se apareció ante él impidiéndole el acceso a Jerusalén en esas condiciones, la imagen penitente del propio emperador a quien sólo se le abrieron las puertas de la ciudad cuando humildemente cargó sobre sus hombros la cruz que en su día portó el hijo de Dios, y la devolución de la reliquia a la basílica que Santa Elena erigió sobre el Calvario. 


Burgos. Cartuja de Miraflores. Invención de la Vera Cruz. Maestro de la Santa Cruz. H. 1530-1540 Burgos. cartuja de Miraflores. Identificación de la Vera Cruz. Maestro de la Santa Cruz. H. 1530-1540

Burgos. Cartuja de Miraflores. Heraclio ante la puerta de Jerusalén. Maestro de la Santa Cruz. H. 1530-1540 Burgos. Cartuja de Miraflores. El Emperador Heraclio penitente entrando en Jerusalén. Maestro de la Santa Cruz. 1530-40

Burgos. Cartuja de Miraflores. Exaltación de la Santa Cruz. Maestro de la Santa Cruz. H. 1530-1540

La "Anunciación" pintada por el artista de origen palentino vinculado a Isabel la Católica y formado en Italia Pedro Berruguete (1.450-1.504) es probablemente el cuadro más hermoso de la colección y cautiva al espectador por la impresionante intensidad de sus colores.


La escena se sitúa en un espacio interior formado por dos habitaciones comunicadas entre sí iluminadas por la luz que penetra por un ventanal situado al fondo para dar profundidad al conjunto y que representan la esfera celeste del ángel, situado a la izquierda, y la terrenal de María, situada a la derecha.
Entre ambas figuras el pintor sitúa una jarra de cristal con tres flores que simbolizan la triple virginidad de la madre de Dios (ante partum, in partum, post partum).

La visita ha merecido mucho la pena pero va siendo hora de comer. Montamos en el coche y regresamos a Burgos...

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