jueves, 8 de enero de 2015

BURGOS: visita fugaz en la mejor compañía posible (III)

Burgos, 30 de junio de 2.014


Nos acercamos a la Catedral de Santa María, edificada sobre el solar que ocupaba la iglesia románica que a finales del siglo XI había mandado construir el rey Alfonso VI, ampliado gracias a la demolición de algunas casas contiguas.


Su construcción comenzó en 1.221 siguiendo los patrones propios del gótico francés y sus promotores fueron el rey Fernando III de Castilla y el obispo Mauricio.
Las obras avanzaron con rapidez y en 1.260 tuvo lugar la consagración del templo. Durante la segunda mitad del siglo XIII y los primeros años del XIV se completaron las capillas de las naves laterales y se construyó un nuevo claustro y en el siglo XV la familia Colonia incorporó las agujas de las torres de la fachada principal, el cimborrio sobre el crucero -destruido en el siglo XVI por un huracán y sustituido por otro de Juan de Vallejo-, y la espectacular Capilla de los Condestables.

Accedemos a la catedral desde la Plaza del Rey San Fernado, tras superar la pronunciada escalinata que conduce al extremo meridional del transepto, cuyos cuerpos superiores, flanqueados por sendos contrafuertes rematados por pináculos, son ocupados por un gran rosetón sobre el que se dispone una galería abierta formada por tres arcos con intradoses calados con triple cuatrifolio sustentados por maineles frente a los que se asoma un conjunto escultórico que muestra a Cristo administrando la Eucaristía flanqueado por doce ángeles.


La Puerta del Sarmental fue construida entre 1.230 y 1.240 y constituye uno de los mejores conjuntos escultóricos del gótico del siglo XIII de nuestro país.
El centro del tímpano, casi triangular, es ocupado por una figura de Jesús sedente mostrando el Libro de la Ley y está rodeado por las figuras de los Cuatro Evangelistas inclinados sobre sus pupitres de escritura representados además por el simbólico Tetramorfos.
El tímpano esta rodeado por tres arquivoltas decoradas con las figuras de los veinticuatro ancianos del Apocalipsis tocando o afinando instrumentos musicales medievales, coros de ángeles y una alegoría de las Artes.
En el dintel se representa un apostolado completo en posición sedente y en el parteluz aparece una moderna figura que sustituye a la original y representa a un obispo que podría ser D. Mauricio o San Indalecio, primer obispo de Almería y cristianizador de las tierras burgalesas.
Por último, en las jambas laterales se disponen seis figuras de origen posterior al resto del conjunto entre las que aparecen representados Moisés, Aaron, San Pedro y San Pablo.


Cruzamos la puerta y accedemos al interior del templo que presenta una planta con forma de cruz latina. Está formada por tres naves longitudinales -las dos laterales se unen en la cabecera mediante una girola-, atravesadas por una nave transversal que constituye el transepto.


1. Pórtico del Sarmental
2. Transepto (brazo sur)
10. Nave Central: Papamoscas y Martinillo
12. Capilla de Santa Ana
13. Transepto (brazo norte): Escalera Dorada
15. Crucero: Cimborrio y Tumba del Cid
16. Capilla y Retablo Mayor
17. Nave Central: Coro
21. Naves Laterales: Girola
22. Capilla de los Condestables
30. Puerta de Santa María
31. Puerta de la Coronería
32. Puerta de la Pellejería

Nos desplazamos hasta el extremo occidental de la nave longitudinal y alzamos la vista para buscar al Papamoscas, un simpático autómata del siglo XVIII que cuando el reloj que le acompaña marca las horas en punto mueve su brazo derecho para agitar el badajo de la campana que cuelga a su lado al mismo tiempo que abre la boca.
A su izquierda, desde un balconcillo, otro autómata de menor tamaño anuncia los cuartos de hora golpeando con ambas manos las campanas que le flanquean: es el Martinillo.


"No me avergüenzo de decir que jamás, en mis frecuentes visitas, perdí el encanto inocente de ver funcionar el infantil artificio del Papamoscas"
Benito Pérez Galdós

Continuamos nuestra visita deambulando por la nave lateral situada al norte y antes de llegar al transepto nos detenemos en la capilla de Santa Ana para admirar sobre todo su espectacular retablo mayor.
La capilla fue mandada construir por el obispo Luis de Acuña y Osorio para que le sirviera de lugar de enterramiento. Las obras, que fusionaron dos capillas anteriores, se llevaron a cabo entre 1.470 y 1.488 y fueron dirigidas por Juan de Colonia y su hijo Simón.
Se accede a la capilla a través de dos arcos cerrados con sendas rejas góticas encargadas en 1.495 a Luis de Paredes y en el centro se levanta el sepulcro exento de su promotor, obra de Diego de Siloé (hijo de Gil de Siloé).


Se trata de un monumento funerario de 1.519 realizado en alabastro que muestra sobre una cama mortuoria con forma de lápida y situada a poca altura la figura yacente del obispo con vestiduras pontificiales, mitra en la cabeza -que descansa sobre dos almohadones-, y báculo en su mano.
En el centro de los dos laterales de la urna se pueden ver sendos emblemas heráldicos sostenidos por grifos alados y flanqueados por una serie de figuras femeninas sedentes que representan una alegoría de las siete virtudes. 

En el muro oriental de la capilla se alza el retablo mayor, ejecutado entre 1.486 y 1.492 por Gil de Siloé.
Representa la genealogía de la Virgen y está compuesto por un cuerpo principal dividido en tres registros verticales bien definidos con doseles y pináculos que cobijan las figuras que forman el conjunto, repartidas sobre un fondo estrellado de color azul celeste.


En las calles laterales se distribuyen escenas que representan al obispo Acuña junto son sus familiares y canónigos, la aparición de Cristo a San Eustaquio, el encuentro de San Joaquín con el Ángel, el nacimiento de la Virgen, su presentación en el templo y sus desposorios con San José.


En la calle central se desarrollan los aspectos más importantes del programa iconográfico del retablo. En la parte inferior está la imagen de Jessé tendido en el suelo, dormido. De su pecho sale el árbol que representa la genealogía de la Virgen: de los brotes laterales nacen las figuras que representan a los reyes de Judá y envuelven la escena central que muestra el abrazo de San Joaquín y Santa Ana ante la Puerta Dorada de Jersulén y de la cual emergen unas ramas que ascienden hacia la parte superior del retablo para mostrarnos la imagen de María sentada con el niño en su regazo escoltada por dos figuras femeninas que representan una alegoría del Antiguo y Nuevo Testamento.



Un Calvario exento remata el conjunto en el ático, con el sol y la luna fijados en el cielo abovedado, mientras que una escena de la Resurrección de Cristo con las Marías y San Juan flanqueada por San Pedro y San Pablo en los espacios intermedios y por los cuatro Evangelistas en los extremos decora el banco sobre el que se apoya el retablo.

Continuamos nuestro paseo por la catedral y llegamos de nuevo al transepto. Estamos en su brazo septentrional y al volver la vista al fondo nos topamos con la monumental Escalera Dorada, encargada por el cabildo de la catedral en 1.519 a Diego de Siloé que, inspirada en el renacimiento italiano, permite salvar los casi ocho metros de desnivel existentes entre el interior de la catedral y la Puerta de la Coronería que en la actualidad permanece cerrada permanentemente.



Estamos en el crucero de la catedral. Bajo nuestros pies se encuentran desde 1.921 los restos del Cid y de su esposa, Doña Jimena, los cuales, procedentes del Monasterio de San Pedro de Cardeña, fueron inhumados bajo una simple losa de mármol rojo.
"Aquí yacen Rodrigo Díaz, El Campeador, muerto en Valencia en 1.099, y su esposa Jimena, hija del conde Diego de Oviedo, de regia estirpe. A todos alcanza la honra del que en buena hora nació."
Ramón Menéndez Pidal

Alzamos la vista al techo y contemplamos el espectacular cimborrio que cubre el crucero que el cabildo encargó a Juan de Vallejo en 1.539 para sustituir el diseñado por Juan de Colonia, hundido debido al colapso de sus pilares del lado norte.
Cuando volvamos al exterior podremos admirar una elegante estructura de estilo renacentista plateresco con planta octogonal dividida en dos cuerpos rematados con esbeltas agujas en sus vértices y complementada con cuatro torres de menor altura adosadas a ella.
Ahora, desde el interior, contemplamos los cuatro robustos pilares circulares sobre los que descansa la estructura y admiramos la espectacular bóveda estrellada que flota sobre nuestras cabezas permitiendo que la luz cenital se filtre entres sus filigranas para desparramarse sobre el impresionante conjunto escultórico que adorna el interior de la linterna.



Estamos en la nave central y al volver la vista hacia su extremo occidental contemplamos el coro, formado por una espléndida sillería en forma de "U" con ciento tres asientos tallados en nogal.


En su extremo oriental la nave central alberga la capilla mayor de la catedral, presidida por un retablo renacentista de estilo manierista obra de los hermanos Rodrigo y Martín de la Haya e inspirado en el retablo mayor de la catedral de Astorga.


Continuamos nuestra visita recorriendo la girola y admiramos los espectaculares relieves en piedra caliza encargados por el cabildo al escultor Felipe Vigarny en 1.498 para el trasaltar. Representan el Camino del Calvario, la Crucifixión y el Descendimiento, Entierro y Resurrección de Cristo y se trata de tres hermosos conjuntos engalanados con un marco arquitectónico decorativo atribuido a Simón de Colonia.


El conjunto se completó dos siglos después con dos relieves más situados en los extremos del trasalar ejecutados por Pedro Alonso de los Ríos entre 1.681 y 1.683 y dedicados a la Oración en el Huerto y la Ascensión a los Cielos.

En el extremo oriental de la girola se encuentra otra de las joyas de la catedral: la Capilla de los Condestables.


El título de Condestable de Castilla fue creado por el rey Juan I de Castilla en 1.382 para sustituir el de Alférez Mayor del Reino. El Condestable era el máximo representante del rey en ausencia de éste y en él recaía el mando supremo del ejército.
Fue Enrique IV quien en 1.473 nombró condestable a Pedro Fernández de Velasco, concediendo al título, que ya tenía carácter vitalicio, carácter hereditario.

Se trata de una capilla consagrada a la Purificación de la Virgen edificada en 1.482 sobre la primitiva capilla gótica dedicada a San Pedro, convertida en vestíbulo del nuevo recinto. Fue encargada por los Condestables de Castilla, Pedro Fernández de Velasco y su esposa Mencía de Mendoza y Figueroa, para que sirviese de panteón familiar y modifica notablemente los perfiles de la catedral.

Atravesando la capilla gótica convertida en vestíbulo nos topamos con una reja realizada por Cristóbal Andino en 1.523 para cerrar el panteón familiar flanqueada por unas jamas en las que se representa una hermosa Anunciación gótica.


Cruzamos la verja y accedemos a una capilla de grandes dimensiones diseñada por Simón de Colonia cubierta por una gran bóveda estrellada de planta octogonal, calada en la zona central para permitir el paso de la luz cenital, con una serie de imágenes en sus claves atribuidas al taller de Gil de Siloé y que representan a los doce apóstoles y a los cuatro evangelistas.


En su interior los escudos del matrimonio Velasco-Mendoza presiden ostentósamente un conjunto en el que destacan los tres retablos y el monumento funerario.


El retablo mayor, policromado, es obra de Diego de Siloé y Felipe Vigarny. Fue realizado entre 1.523 y 1.526 y en su programa iconográfico el asunto principal muestra con esculturas de tamaño natural y aspecto muy teatral la Presentación en el Templo.


Ocupa todo el primer cuerpo, dispuesto bajo un dosel y concebido como si fuera un escenario, y se alza sobre un banco con tres relieves que representan la Anunciación, la Natividad y la Visitación.


El cuerpo superior está flanqueado por sendas alegoría de la Iglesia Judaica y la Iglesia Cristiana y consta de tres hornacinas con imágenes que representan la Oración en el Huerto, a Cristo atado a la Columna y la Subida al Calvario.


El conjunto está rematado por un ático con un Calvario con imágenes de Jesús y los ladrones crucificados procedentes de un retablo anterior atribuido a Gil de Siloé.


En el lado derecho de la cabecera de la capilla podemos admirar el retablo de Santa Ana, obra de Gil de Siloé con policromía de León Picardo. Consta de banco y tres cuerpos rematados por un gran dosel inspirado en las agujas de la catedral, y el programa iconográfico dispuesto se distribuye en tres calles a las que se suma una más, lateral, orientada hacia el centro de la capilla.



El conjunto está presidido por una imagen de Santa Ana que muestra a la madre de María con su hija en brazos sujetando al niño Jesús (Santa Ana triple).
Su figura está flanqueada por Santa Isabel y Santa Elena y el resto de hornacinas albergan un hermoso conjunto de imágenes femeninas entre las que se cuela en el hueco central de la calle inferior una talla que representa a Cristo Muerto sujetado por varios ángeles ejecutada por Diego de Siloé tras la muerte de su padre.

Al otro lado del retablo mayor se alza un retablo renacentista obra de Diego de Siloé y Felipe Vigarny dedicado a San Pedro con esculturas policromadas de éste, los Apósteles, San Andrés -protector de la familia Velasco-, y varios santos fundadores de las principales órdenes religiosas a las que la familia había protegido.


El sepulcro de los fundadores ocupa el centro de la capilla, frente al altar mayor. Es obra de Felipe Vigarny, fue realizado en mármol de Carrara en torno a 1.492 y muestra las figuras yacentes de los condes con gran profusión de detalles en sus lujosas vestiduras sobre una cama lisa de jaspe rojizo y forma troncopiramidal sin ningún tipo de ornamentación.


Don Pedro aparece con las manos cruzadas sobre el pecho sujetando la empuñadura de su espada mientras que las de su esposa, Doña Mencía, sostienen un rosario que le cae sobre la túnica. A sus pies se disponen sendas cartelas individuales que contienen sus respectivos epitafios.


"Aquí yace el muy ilustre señor don Pedro Fernández de Velasco, Condestable de Castilla, señor del estado y gran casa de Velasco, hijo de don Pedro Fernández de Velasco y doña Beatriz Manrique, condes de Haro. Murió de sesenta y siete años, año de mil cuatrocientos noventa y dos, siendo solo virrey de estos reinos por los Reyes Católicos."

"Aquí yace la mujer y señora doña Mencía de Mendoza, condesa de Haro, mujer del condestable don Pedro Fernández de Velasco, hija de don Iñigo López de Mendoza y de doña Catalina de Figueroa, marqueses de Santillana. Murió de setenta y nueve años, año de mil quinientos."

En el vestíbulo de la capilla se conservan los sepulcros góticos de los obispos Pedro Rodríguez de Quexada y Domingo de Arroyuelo, pertenecientes a la primitiva capilla de San Pedro.

Se completa el conjunto con una pequeña sacristía adyacente diseñada por Francisco Colonia en 1.517 y a la que se accede a través de un pequeño vano de dimensiones funcionales abierto a la derecha del altar mayor.

Completamos la visita al interior de la catedral y salimos al exterior para dirigirnos a la Plaza de Santa María y contemplar su fachada occidental, inspirada en la de las catedrales de París y de Reims.


En el cuerpo inferior se abre la Portada de Santa María, formada por tres arcos apuntados que cobijan la Puerta del Perdón (arco central) y las Puertas de la Asunción y de la Inmaculada (arcos laterales). El grave deterioro de la hermosa portada gótica motivó una serie de desafortunadas actuaciones llevadas a cabo en los siglos XVII y XVIII.

El segundo cuerpo de la calle central está presidido por un gran rosetón del siglo XIII mientras que en el tercero se abre una galería formada por dos grandes ventanales de arcos apuntados con tracería de tres óculos cuadrilobulados y una serie de maineles entre los que están colocadas las estatuas de los ocho primeros reyes de Castilla. Se corona la calle con una elegante barandilla sobre la que se alza una imagen de la Virgen con el Niño realizada por Juan de Colonia en el siglo XV.


Sobre las dos puertas laterales del primer cuerpo se alzan sendas torres casi idénticas del siglo XIII. Constan de tres cuerpos con vanos ojivales en cada cara y sobre ellas se levantan sendos chapiteles piramidales de base octogonal y finos calados diseñados por Juan de Colonia a mediados del siglo XV.

Continuamos nuestro paseo hasta llegar a la fachada principal del brazo norte del transepto, en la calle Fernán González, y a un nivel situado varios metros por encima del suelo del templo nos encontramos la Portada de la Coronería, realizada entre los años 1.250 y 1.257 aunque las zonas próximas a la puerta fueron reformadas en el siglo XVIII.
A ambos lados de las nuevas jambas se extienden sendas galerías ciegas que albergan un Apostolado completo formado por figuras de tamaño casi natural.


El tímpano se divide en dos partes. Representa el Juicio Final y es muy similar al tímpano de la Puerta del Juicio de la fachada occidental de la Catedral de León.
Justo por encima del dintel de la puerta un relieve muestra una larga escena presidida por el arcángel San Miguel que sostiene una balanza con la que pesa el alma de los fallecidos y al que rodean, a la izquierda, unos demonios que intentan desnivelar a su favor el peso de los pecados y los condenados conducidos al Infierno, y a la derecha, una puerta abierta que representa la entrada a un paraíso en el que ya están unos nobles, un rey, una reina, un monje y un religioso franciscano (los bienaventurados).
En la parte superior del tímpano aparece Cristo entronizado como juez universal, con los brazos en alto, mostrando la herida del costado y flanqueado por la Virgen María y San Juan que imploran piedad para las almas de los desdichados.
En el vértice del tímpano, sobre unas nubes, unos ángeles portan las insignias de la Pasión y las tres arquivoltas que envuelven el conjunto albergan serafines, ángeles y escenas de la resurrección de los muertos.


La Portada de la Coronería se prolonga hacia arriba con un ventanal de triple arco escalonado sobre el que se abre una galería de tres arcos ojivales con tracería de tres óculos cuadrilobulados y maineles con doce estatuas adosadas alusivas a la realeza castellana. 


En el muro oriental del brazo norte del transepto, bajo un ventanal similar a los del ábside, se abre la Puerta de la Pellejería.


Se construyó en el año 1.516 como alternativa a la Puerta de la Coronería, a la que daban un uso no religioso los habitantes de la parte alta de la ciudad antes de que ésta fuese clausurada. Es obra de Francisco de Colonia, que la diseñó a modo de retablo gótico formado por dos cuerpos de tres calles más ático.
En el primer cuerpo de la calle central se abre la puerta, de arco de medio punto con arquivolta decorada con estatuillas de los Apóstoles. En el segundo cuerpo sendos relieves representan los martirios de San Juan Bautista y San Juan Evangelista y en el ático, flanqueado por las estatuas de San Pedro y San Pablo, un frontón semicircular muestra un relieve de la Virgen entronizada con el Niño entre ángeles músicos y con el obispo Juan Rodríguez de Fonseca arrodillado a su derecha.


El diseño de la desproporcionada puerta se completa con las imágenes de varios santos distribuidas en las calles laterales, bajo los escudos del obispo mecenas de la obra.

Contemplamos el exterior de la Capilla de los Condestables y el cimborrio de la catedral y damos por concluida la visita a un monumento que sin duda volverá a sorprendernos cuando volvamos a visitarlo.
Antes de regresar a Santander subimos al cerro de de San Miguel y junto al de castillo de Burgos le decimos hasta pronto a la capital castellana.

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