Torrelavega, 24 de enero de 2.015
El Festival de Invierno de Torrelavega se viste de gala para recibir en sus instalaciones del Teatro Concha Espina a Sir William Shakespeare.
La compañía Noviembre Teatro vive desde hace tiempo una peculiar relación con el dramaturgo inglés que en 2.013 le llevó a estrenar, bajo la dirección de Eduardo Vasco, su propia adaptación de "Otelo". Hoy han presentado su trabajo en Cantabria.
Shakespeare no se preocupó al escribir muchas de sus obras por la originalidad del argumento. En este caso, éste es el mismo que el italiano G. B. Giraldi Cintio desarrolla en la séptima narración de "Los Hecatónmitos", publicado en 1.566. Muchos de los detalles de su tragedia aparecían ya en la novela de Cintio pero el talento del genio inglés convierte el plomo en oro de ley elevando el argumento del italiano a la categoría de obra maestra.
El 'honrado' y taimado Yago, herido en su orgullo, presa de la ambición y la envidia, arremete contra su señor, el noble y prepotente Otelo, profundamente enamorado de la dulce e ingenua Desdémona. Susurra en sus oídos viles palabras que despiertan en él el punzante aguijón del recelo, el desgarrador arañazo de la duda y la sangrienta cuchillada del desengaño sumergiéndole en la más horrenda y corrosiva de las aflicciones: ¡los celos!
Sacudido por las dudas, enloquecido por los celos, el poderoso Otelo se convierte en un títere, víctima de la maldad humana, débil, oscuro y cruel.
La compañía Noviembre Teatro vive desde hace tiempo una peculiar relación con el dramaturgo inglés que en 2.013 le llevó a estrenar, bajo la dirección de Eduardo Vasco, su propia adaptación de "Otelo". Hoy han presentado su trabajo en Cantabria.
El 'honrado' y taimado Yago, herido en su orgullo, presa de la ambición y la envidia, arremete contra su señor, el noble y prepotente Otelo, profundamente enamorado de la dulce e ingenua Desdémona. Susurra en sus oídos viles palabras que despiertan en él el punzante aguijón del recelo, el desgarrador arañazo de la duda y la sangrienta cuchillada del desengaño sumergiéndole en la más horrenda y corrosiva de las aflicciones: ¡los celos!
Los celos son un monstruo de ojos verdes, que se divierte con la vianda que le nutre.
Vive feliz el cornudo que, cierto de su destino, detesta a su ofensor; que condenados minutos cuenta, sin embargo, el que sospecha y duda al tiempo que ama e idolatra profundamente.
En el hombre y en la mujer, el buen nombre es la joya más inmediata a sus almas.
Quién me roba la bolsa, me roba una porquería, una insignificancia, nada: fue mía, es de él y había sido esclava de otros mil... Pero el que me hurta mi buen nombre me arrebata una cosa que no le enriquece y me deja pobre de verdad.
Sacudido por las dudas, enloquecido por los celos, el poderoso Otelo se convierte en un títere, víctima de la maldad humana, débil, oscuro y cruel.
¡He ahí la causa! ¡He ahí la causa, alma mía!
Permitidme que no la nombre ante vosotras, castas estrellas...
No quiero verter su sangre; ni desgarrar su piel, más blanca que la nieve y tan lisa como el alabastro de un sepulcro. Pero debe morir, o engañará a más hombres...
¡Apaguemos la luz y después, apaguemos su luz!
Oh, aliento embalsamado que casi persuade a la justicia a romper su espada: ¡quédate así cuando estés muerta y te mataré y, acto seguido, volveré a amarte!
Este dolor es celestial: hiere allí donde ama.
Recortar el texto original es un atrevimiento difícil de justificar aunque el jugo que rezuman las letras del dramaturgo inglés respetadas es suficiente para compensar el pobre trabajo de una pareja de expertos y televisivos actores que pretenden asaltar el corazón del espectador a base de gritos y aspavientos sin conseguir plasmar sobre las tablas la poderosa personalidad de los personajes que interpretan.
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