miércoles, 14 de octubre de 2015

EL BIERZO (III) - VILLAFRANCA DEL BIERZO: adelante peregrino, a Compostela que el cielo de Galicia ya es vecino...

Villafranca del Bierzo, 13 de septiembre de 2.015


Nos levantamos pronto. Marta tiene ganas de llevarnos a comer a un restaurante instalado en el interior de una palloza de Balboa. Tomamos la autovía A6 en dirección a La Coruña y para allá nos vamos, pero antes de llegar hacemos una parada en Villafranca del Bierzo, un municipio leonés situado al oeste de la comarca considerado conjunto histórico-artístico desde 1.965.

Tras el descubrimiento del sepulcro del apóstol en el año 813, el comienzo de las peregrinaciones a Compostela convirtieron a esta localidad, antesala del acceso al angosto valle del río Valcarce, en término de una de las etapas del itinerario recogido en el Códice Calixtino de mediados del siglo XII.
En torno al Monasterio de Santa María de Cluniaco, fundado por monjes benedictinos franceses en torno al año 1.070 para atender a los peregrinos de origen galo, se formó un burgo de francos que dio importancia y nombre a la villa.

Aparcamos junto a la ciclópea Colegiata de Santa María del Cluniaco, construida sobre los restos del desaparecido monasterio.
La decadencia del cenobio comenzó a principios del siglo XIV y en 1.529 la abadía se convirtió en colegiata. Fue entonces cuando Pedro de Toledo, segundo marqués de Villafranca y virrey de Nápoles, emprendió la construcción de un nuevo templo inspirado en las mastodónticas basílicas renacentistas. De estilo gótico, aunque con elementos propios del renacimiento y del barroco, se aprecia en la parte de los pies que se trata de un edificio inacabado de cuya arquitectura exterior unicamente llama la atención su cabecera.


Comienza a llover...
Abrimos los paraguas y damos un breve paseo por los románticos y geométricos Járdines de la Alameda, construidos en 1.882 en torno a una graciosa fuentecilla del siglo XVI conocida como 'La Chata' y procedente del claustro del Monasterio de Santa María de Carracedo.



Nos acercamos a la oficina de turismo, donde nos advierten que hoy todos los monumentos del pueblo permancerán cerrados así que tendremos que conformarnos con visitar el exterior de sus iglesias y monasterios.
Pasamos frente a la imponente fachada principal del Convento de los Padres Paules, conjunto arquitéctónico fundado en el siglo XVII por D. Gabriel de Robles y destinado a convertirse en un colegio de primeras letras de la Compañía de Jesús en el que se enseñase a los niños a leer y escriber y se impartiesen además estudios de teología. En 1.767 los jesuitas fueron expulsados, aunque en sus instalacions se siguieron dando clases y se trasladó a su iglesia la Parroquia de San Nicolás. Posteriormente, en 1.822, cuando Villafranca del Vierzo se convirtió en capital de provincia, el edificio se convirtió en sede de la Diputación Provincial. Después pasó a manos de los herederos del fundador, quienes lo vendieron a los Padres Paules y en la actualidad alberga un Museo de Ciencias Naturales dedicado a la zoología.


Nos detenemos en los soportales situados frente al ayuntamiento para tomar un cafetín que nos ayude a entrar en calor. El pueblo está en fiestas y aspirábamos a presenciar el tradicional desfile de cabezudos pero la lluvia no cesa y el paseillo se cancela. Volvemos a abrir los paraguas, continuamos nuestro paseo y nos acercamos a la Iglesia de San Francisco.
A principios del siglo XIII el antiguo hospital de peregrinos de la localidad se convirtió en un monasaterio cuyo fundador no se sabe a ciencia cierta quién fue: pudo ser la reina Doña Urraca de León pero también San Francisco de Asís durante su peregrinación a Santiago. En cualqier caso, en 1.285 y gracias al patrocinio de María de la Cerda, el monasterio fue trasladado al emplazamiento actual aunque tras la desamortización de Mendizabal fue abandonado y hoy en día únicamente se conservan la iglesia, algunos muros y los arranques de la arquería del claustro. Su interior esconde un extraordinario artesonado mudejar del siglo XIV policromado a mediados del siglo XV con los escudos de armas de los principales protectores del convento (los condes de Lemos y los marqueses de Villafranca) que tendremos que visitar en otra ocasión.



La iglesia conserva su portada románica con cuatro arcos de medio punto decorados con molduras, pero la cabecera, de estilo gótico, data de 1.450. Durante el siglo XVII, se añadieron la imagen de San Francisco del imafronte y las dos sencillas torres que en lugar de levantarse junto a la fachada lo hacen en mitad de la nave principal separando dos tramos de diferente época y altura.

A lo lejos, en un alto a las afueras del pueblo, vislumbramos una pequeña iglesia y hacia ella nos dirigimos: es la Iglesia de Santiago, construida en torno al año 1.186, cuando el obispo Fernando de Astorga obtuvo una bula papal para fundar una iglesia en las proximidades de Villafranca en la que los peregrinos enfermos que no pudiesen concluir la ruta jacobea pudiesen obtener el jubileo.


Se trata de un sencillo edificio de una sola nave con una pequeña capilla adosada en el lateral sur durante el siglo XVII.
La sencilla puerta principal, situada en la fachada oeste, presenta un discreto arco de medio punto incrustado en el muro sin ningún tipo de decoración y por encima de él una pequeña ventana ilumina el interior de la iglesia y una espadaña de dos vanos construida con posterioridad sirve para albergar las campanas.

Un vistoso abside semicircular remata la nave principal. Está formado por tres paños separados por ligeras columnas adosadas a un muro en el que se abren tres discretas ventanas envueltas por sendos arcos de medio punto decorados con taqueado jaqués que descansan sobre columnillas rematadas con vistosos capiteles


La austeridad y sencillez del edificio contrastan con la rica ornamentación de la Puerta del Perdón, única puerta del Camino de Santiago, junto con la de la propia Catedral, que al ser cruzada durante el Año Santo Jacobeo, permite al peregrino obtener las gracias del jubileo, siempre y cuando haya cumplido una serie de prevendas: acreditar la imposibilidad de llegar a Compostela, haber recorrido a pie al menos ciento cincuenta kilómetros del Camino, confesarse, escuchar misa, comulgar y rezar por las intenciones del Papa.


Abierta en el muro lateral situado al norte, con vistas a la villa, es el elemento más llamativo de la iglesia. Consta de cuatro arquivoltas ligeramente apuntadas: la primera y segunda presentan decoración de media caña, la tercera motivos vegetales y la cuarta seis parejas humanas que forman un apostolado presidido por un pantocrátor de influenica bizantina en la clave.



Los capiteles de las columnillas sobre las que descansan las arquivoltas están decoradas con hojas de acanto animales fantásticos y varias escenas bíblicas (la Crucifixión, el viaje de los tres Reyes Magos y la Epifanía).







Volvemos la espalda a la iglesia y regresamos al pueblo siguiendo el itinerario marcado por el Camino de Santiago. A pocos metros nos topamos con las recias murallas del imponente Castillo de los Marqueses de Villafranca, en cuyos recios muros se exhiben los escudos de varios de sus propietarios a lo largo de la historia.


Se trata de un sobrio edificio de mampostería de carácter más palaciego que militar construido en el siglo XVI . Es de planta rectangular y cuenta con cuatro robustos torreones circulares de escasa altura en las esquinas cubiertos con originales chapiteles de pizarra.


Llegamos al pueblo y recorremos la pintoresca Calle del Agua, lugar de paso obligado para los peregrinos e importante muestrario de arquitectura barroca de caracter fundamentalmente civil en el que destacan el Palacio de los Marqueses de Villafranca, el Palacio de Torquemeda o la casa natal del escritor Enrique Gil y Carrasco, autor de la novela "El señor de Bembibre".


Llegamos al puente que cruza el cauce del río Burbia y dejamos que los peregrinos sigan su camino mientras nosotros regresamos al coche para seguir el nuestro...


Si es Dios lo que te mueve, peregrino,
o es el arte, la historia o la poesía,
Villafranca del Bierzo ya sería
el principio y final de tu camino,
más si tu corazón seguir anhela,
¡adelante, peregrino, a Compostela,
que el cielo de Galicia ya es vecino!
(Hernán Alonso, 1.999)


Va siendo hora de comer y nos vamos para Balboa pero nos equivocamos de carretera y nos llevamos una grata sorpresa: sin saber muy bien cómo, acabamos en Corullón y aparcamos un momento junto a la hermosa Iglesia de San Miguel.
De estilo románico, fue construida a principios del siglo XII. Consta de una nave de tres tramos en la que se abren varios ventanales abocinados con arquivoltas sobre columanas con capiteles decorados y está rematada con un sencillo ábside semicircular. La torre situada a los pies del templo es de época posterior.


La puerta del muro meridional está formada por un arco de medio punto decorado con una sencilla arquivolta que descansa sobre esbeltas columnas con capitel. Por encima de él se abre una triple arquería ciega sobre columanas similar a la del astial del brazo meridional de la Colegiata de San Isidoro de León.


Se nos ha hecho tarde y ya no podemos entretenernos más. Me hubiese gustado buscar la cercana Iglesia de San Esteban -románica, del siglo XI-, pero es hora de comer...

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