domingo, 19 de noviembre de 2017

LA DELICADEZA: hecho de ser delicado, muy fino, exquisito o refinado

Santander, 10 de noviembre de 2.017

Hace cinco años tuve ocasión de ver en los cines Groucho "La delicadeza", una película francesa protagonizada por Audrey Tautou y François Damiens, y dirigida por los hermanos David y Stéphane Foenkinos. Me gustó y, desde entonces, tenía ganas de leer la novela en la que se basaba la cinta...


Definición de la palabra 'delicadeza' según el diccionario Larousse de la lengua francesa:
        -Delicadeza: (n.f.) hecho de ser delicado, muy fino, exquisito o refinado.
     -Estar en una situación de delicadeza: no llevarse bien con alguien, mantener una relación fría y distante.
        -Situación delicada: situación difícil de manejar.

Nathalie era una mujer discreta que había atravesado la adolescencia respetando siempre los pasos de cebra. Le gustaba reír y también leer, dos aficiones que rara vez podía compaginar, pues prefería las historias tristes. Pese a su aire soñador, no se identificaba ni con la imprecisión ni con la imperfección. Estudió Economicas y se pasa horas observando curvas sobre la evolución del PIB en Estonia...

Conoció a François en la calle. Él balbuceó unas palabras y después las demás vinieron solas, con deslumbrante fluidez. Salió airoso de una situación incómoda, y lo hizo con tanta elegancia que ella accedió a tomar un café con él. Era un hombre lleno de vitalidad, desbordante de ideas y de energía. Se dedicaba a las finanzas, pero su profesión no le había impedido seguir cultivando sus pasiones. Le gustaban las rupturas: pasar del silencio al estruendo. Las transiciones no iban con él.
A su lado el tiempo transcurría a una velocidad de vértigo: acababan de conocerse y ya se estaban casando... Le hincaron el diente a la parte real de la vida, sin permitir que la rutina del día a día hiciera mella en ellos. Eran felices, aunque a ella le costase reconocerlo. Que todo les fuera tan bien a veces resultaba un poco inquietante...

Era domingo: Nathalie leía tendida sobre el sofá mientras François se preparaba para salir a correr. Lo hizo dejando un gran vacío tras de sí y poco después sonó el teléfono... Él había muerto, deteniendo su amor en el tiemp o, y su vida ya no volvería a ser la misma. Tras siete años de vida en común, sus recuerdos habían tenido ocasión de desperdigarse por todas partes...
Después de aquello, Nathalie tardó un tiempo en incorporarse a la empresa sueca en la que trabajaba. Marcus era un compañero oriundo de Uppsala. Sin saber muy bien porque, ella le había robado un beso para después salir corriendo, y él no se lo podía creer. Quizás hubiera sido un mero acto gratuito, pero para él tenía un valor incalculable. ¿Por qué lo había hecho...?
Tras la muerte de François, Nathalie había querido morirse, pero ella no era dueña de su reloj biológico interno. Seguramente aquel beso no había sido más que un impulso físico del todo inapropiado, pero él no estaba dispuesto a rendirse... Le devolvió el hurto y le arrancó una cena que resultó mucho más cómoda de lo que cualquiera de los dos había previsto. Marcus corroboró que estaba locamente enamorado de ella, mientras ella, por su parte, no alcanzaba a pensar nada más que se había sentido feliz compartiendo aquella velada con él. Repitieron, caminaron por el borde del precipicio sintiendo el viento bajo sus pies y abandonaron sus trabajos para huir de París como dos fugitivos. Se reunieron en Lisieux, donde visitaron juntos la tumba de François, y les dio una ventolera que les arrastró hasta la casa de la abuela de Nathalie. Allí él encontró un lugar donde esconderse y esperar a que ella abriera los ojos y lo descubriera. Las lágrimas de la risa se mezclaron con las del dolor y juntos redescubrieron el manual de instrucciones de la ternura...

"Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca... Voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar. Hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara; una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara y que, por un azar que no busco comprender, coincide exactamente con tu boca, que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja..."
("Rayuela", Julio Cortazar)

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