Adoro los cuentos, las leyendas y los
mitos. Me gustan las novelas de corte infantil y juvenil, repletas de magia y
fantasía. Hace unos meses mi prima me recomendó leer “El dragón de su
majestad”, primer ejemplar de la saga “Temerario” escrita por Naomi Novik.
Anoté el título y lo puse a la cola…
No es la primera aventura protagonizada
por dragones que cae en mis manos, pero parece que esta tiene algo diferente a
las demás… El gran acierto de la escritora estadounidense es fundir fantasía y
realidad, proponiéndonos una visión alternativa de las guerras napoleónicas.
Las cien primeras páginas son
fantásticas...
Por un momento llego a creerme que los
dragones jugaron un papel determinante en el conflicto bélico que asoló Europa
hace apenas doscientos años. Lamentablemente, esta sensación no tarda mucho en
diluirse. Naomi Novik recurre enseguida a los tópicos, su historia se vuelve
predecible y ya no me creo nada. Al final la novela se convierte en un libro
fácil de leer que no aporta nada nuevo. Entretenido, sí, pero sin más…
Will
Laurence pertenece a la Armada inglesa. Es capitán del Reliant, y su barco
acaba de abordar una fragata francesa de treinta y seis cañones cuya tripulación,
diezmada por culpa de la enfermedad y el hambre, ha presentado batalla.
Laurence se pregunta por qué su capitán ha arrastrado a sus hombres a un
combate que sabía que estaba perdido de antemano…
La
respuesta se encuentra en la bodega. Allí, los franceses habían dispuesto una
pequeña cámara cuyas paredes habían sido reforzadas con láminas de metal.
Habían acolchado el suelo con un puñado de lonas viejas, y en un rincón habían
colocado una pequeña estufa de carbón. El único objeto guardado en el interior
de la cámara era un gran cajón de embalaje amarrado al suelo por medio de
gruesas guindalezas sujetas a anillos de metal. Todo aquello era muy raro… Lo
que Laurence se encuentra al abrir el cajón le deja sin habla: ¡un huevo de
dragón!
Aquel
cascarón, en tierra, valdría diez veces, su peso en oro, pero lamentablemente
está a punto de eclosionar y es completamente imposible que el Reliant pueda
llegar a puerto antes de que el huevo se rompa. La situación es bastante
comprometida…
La
Fuerza Aérea inglesa atraviesa un momento delicado: los franceses tienen el
doble de crías que ellos y, además, una mayor variedad de especies. Un dragón,
correctamente enjaezado, tendría un valor incalculable. Su deber es intentar
que alguno de sus hombres le ponga un arnés al animal, pero, si la cría
consintiera que alguien lo hiciera, ambos quedarían vinculados para siempre…
Cuando
el cascarón se rompe, de su interior emerge un dragón completamente negro, con
la parte inferior de sus alas salpicada de manchas ovaladas de color gris y
azul oscuro. Ignorando al resto de la tripulación, la criatura se acerca a
Laurence, se sienta sobre sus cuartos traseros y lo mira de forma inquisitiva.
“No tengo nombre. ¿Os gustaría ponerme uno?”, pregunta.
“¡Temerario!”,
responde él, y, al bautizarlo, sella su destino. Ambos quedan vinculados para
siempre, y él abandona la Armada…
Temerario
pertenece a una raza de dragones excepcional: ¡es un Celestial Chino! Solo los
emperadores o sus familiares muy cercanos los poseen: el huevo era un regalo
personal para el emperador Bonaparte.
Los
chinos han criado dragones durante miles de años; ya lo hacían cuando los
romanos domesticaran las razas salvajes de Europa. Son extraordinariamente
celosos de su trabajo, y rara vez permiten que abandone el país ninguno de sus
ejemplares, ni siquiera especímenes adultos de razas menores. No les va a hacer
ninguna gracia saber que uno de sus más preciados tesoros ha caído en manos de
un oficial británico, pero ahora Laurence tiene otras cosas de que preocuparse…
Bonaparte
dispone de un ejército de cien mil hombres dispuestos a cruzar el Canal de la
Mancha en cuanto los ingleses se lo permitan. Su deber es ponerse al servicio
de la Fuerza Aérea, aprender a volar y tratar de impedirlo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario