Santander, 16 de febrero de 2.018
“El
hombre sabio sabe cuándo callar.
Solo
el loco cuenta todo lo que sabe.”
Este año, los Reyes Magos le trajeron a mi
sobrino un cuento deliciosamente ilustrado por Chris Riddle y escrito por Neil
Gaiman, autor de obras como “Stardust” (1.999), “Coraline” (2.002) o “El libro
del cementerio” (2.008).
“Odd y los gigantes de escarcha” (2.017)
es un breve relato épico, situado en la Escandinavia medieval e inspirado en la
mitología nórdica, estampado en blanco y negro y vestido de plata: ¡fascinante!
El padre de Odd murió hace dos años,
cuando él tenía solo diez. Era leñador y carpintero, y había raptado a su madre
durante una incursión vikinga en territorio escocés. A ella le gustaba cantar
deliciosas canciones de su tierra que siempre hablaban de apuestos señores cabalgando
a lomos de magníficos corceles, con sus nobles halcones posados en la muñeca y
un valeroso perro de raza corriendo a su lado, pero, desde que él murió, cada
vez lo hacía menos. El invierno estaba siendo largo y duro. Ella había vuelto a
casarse y Odd cada vez pasaba más tiempo solo. No era feliz, así que decidió
abandonar su aldea y refugiarse en la hermosa cabaña de madera que su padre había
construido en medio del bosque antes de morir…
Cuenta la leyenda que Asgard, la ciudad de
los dioses, estaba rodeada por una inexpugnable muralla de piedra construida
por un Gigante de Escarcha con el que los dioses habían llegado a un acuerdo:
el muro debería estar concluido en un plazo de seis meses o él no recibiría
nada a cambio del trabajo realizado. El precio que el gigante pretendía cobrar
era desorbitado: quería que los dioses le entregaran el sol y la luna, y además
pretendía llevarse con él a la hermosísima Freya, la más adorable de las
diosas.
Los dioses no estaban dispuestos a aceptar
sus condiciones, así que, cuando el plazo para construir el muro estaba a punto
de expirar, consiguieron engañarlo: sedujeron a los caballos que tiraban del
carro con el que el gigante transportaba los sillares que necesitaba para
terminar el muro y estos, rompiendo las correas, se perdieron en el bosque.
Cuando el gigante quiso quejarse, Thor lo mató con su poderoso martillo…
Poco después, los dioses se reunieron en
el gran salón de Odín para festejar que la muralla estaba por fin acabada. Bebían
y fanfarroneaban. Se peleaban, alardeaban y volvían a beber... Así estuvieron toda
la noche. La mayoría se quedaron dormidos, pero Loki, que permanecía despierto,
subió a lo alto de la muralla. A la luz de la luna, mirándole desde abajo,
descubrió a la mujer más hermosa que hubiera visto nunca.
“Salve,
valeroso guerrero”, le
saludo ella.
“Salve,
hermosa criatura -contestó
Loki-. ¿Qué hace una joven dama tan
encantadora como vos sola por estos parajes, de noche, con lobos, troles y
cosas peores sueltas a su alrededor? Permitidme que os ofrezca mi hospitalidad:
si lo deseáis os acogeré en mi morada y cuidaré de vos”.
“Lo
siento, pero no puedo aceptar vuestro ofrecimiento -respondió ella-, pues he prometido a mi padre que no entregaré mi corazón ni mis labios
a ningún caballero, salvo a aquel que posea el Mjolnir”.
Demorándose apenas lo necesario para
pedirle que no se moviera de allí, Loki regresó al gran salón. Recogió el
martillo de Thor -que, completamente borracho, dormía a pierna suelta-, cargó
con él hasta las puertas de Asgard, las abrió, cruzó su umbral y corrió junto a
la hermosa doncella. Esta, al verle, comenzó a llorar.
“¿Por
qué lloráis? -le preguntó
Loki-, ¿a qué se deben vuestras
lágrimas?”.
“Lloro
porque al verte supe que nunca podría amar a otro -respondió ella-, pero estoy condenada a entregar mi corazón solo a aquel que me permita
acariciar el Mjolnir”.
Loki, con la intención de pasar un buen
rato con la dama, le mostró el martillo, y entonces ella se lo arrancó de las
manos…
La hermosa mujer se convirtió en un
inmenso varón, grande como una montaña, con una poblada barba de la que
colgaban enormes carámbanos de hielo…
“Después
de tanto tiempo, solo ha hecho falta un zoquete borracho para que Asgard caiga
en nuestras manos”, exclamó
el gélido gigante de escarcha mientras transformaba a Loki en un zorro.
Acto seguido, hizo lo propio con Thor y
Odin, a quienes convirtió en un oso y un águila mientras dormían y después
obligó a Heimdall a abrir el Puente del Arco Iris. Para vengar la muerte de su
hermano, desterró a los tres a Midgard, donde el azar quiso que los animalillos
parlantes se toparan con Odd…
Quién sabe: tal vez él pueda ayudarles a
regresar a Asgard, expulsar al gigante y recuperar su ciudad…
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