jueves, 22 de febrero de 2018

ODD Y LOS GIGANTES DE ESCARCHA: un breve relato estampado en blanco y negro y vestido de plata

Santander, 16 de febrero de 2.018

“El hombre sabio sabe cuándo callar.
Solo el loco cuenta todo lo que sabe.”

Este año, los Reyes Magos le trajeron a mi sobrino un cuento deliciosamente ilustrado por Chris Riddle y escrito por Neil Gaiman, autor de obras como “Stardust” (1.999), “Coraline” (2.002) o “El libro del cementerio” (2.008).

  

“Odd y los gigantes de escarcha” (2.017) es un breve relato épico, situado en la Escandinavia medieval e inspirado en la mitología nórdica, estampado en blanco y negro y vestido de plata: ¡fascinante!


El padre de Odd murió hace dos años, cuando él tenía solo diez. Era leñador y carpintero, y había raptado a su madre durante una incursión vikinga en territorio escocés. A ella le gustaba cantar deliciosas canciones de su tierra que siempre hablaban de apuestos señores cabalgando a lomos de magníficos corceles, con sus nobles halcones posados en la muñeca y un valeroso perro de raza corriendo a su lado, pero, desde que él murió, cada vez lo hacía menos. El invierno estaba siendo largo y duro. Ella había vuelto a casarse y Odd cada vez pasaba más tiempo solo. No era feliz, así que decidió abandonar su aldea y refugiarse en la hermosa cabaña de madera que su padre había construido en medio del bosque antes de morir…


Cuenta la leyenda que Asgard, la ciudad de los dioses, estaba rodeada por una inexpugnable muralla de piedra construida por un Gigante de Escarcha con el que los dioses habían llegado a un acuerdo: el muro debería estar concluido en un plazo de seis meses o él no recibiría nada a cambio del trabajo realizado. El precio que el gigante pretendía cobrar era desorbitado: quería que los dioses le entregaran el sol y la luna, y además pretendía llevarse con él a la hermosísima Freya, la más adorable de las diosas.


Los dioses no estaban dispuestos a aceptar sus condiciones, así que, cuando el plazo para construir el muro estaba a punto de expirar, consiguieron engañarlo: sedujeron a los caballos que tiraban del carro con el que el gigante transportaba los sillares que necesitaba para terminar el muro y estos, rompiendo las correas, se perdieron en el bosque. Cuando el gigante quiso quejarse, Thor lo mató con su poderoso martillo…

Poco después, los dioses se reunieron en el gran salón de Odín para festejar que la muralla estaba por fin acabada. Bebían y fanfarroneaban. Se peleaban, alardeaban y volvían a beber... Así estuvieron toda la noche. La mayoría se quedaron dormidos, pero Loki, que permanecía despierto, subió a lo alto de la muralla. A la luz de la luna, mirándole desde abajo, descubrió a la mujer más hermosa que hubiera visto nunca.
“Salve, valeroso guerrero”, le saludo ella.
“Salve, hermosa criatura -contestó Loki-. ¿Qué hace una joven dama tan encantadora como vos sola por estos parajes, de noche, con lobos, troles y cosas peores sueltas a su alrededor? Permitidme que os ofrezca mi hospitalidad: si lo deseáis os acogeré en mi morada y cuidaré de vos”.
“Lo siento, pero no puedo aceptar vuestro ofrecimiento -respondió ella-, pues he prometido a mi padre que no entregaré mi corazón ni mis labios a ningún caballero, salvo a aquel que posea el Mjolnir”.
Demorándose apenas lo necesario para pedirle que no se moviera de allí, Loki regresó al gran salón. Recogió el martillo de Thor -que, completamente borracho, dormía a pierna suelta-, cargó con él hasta las puertas de Asgard, las abrió, cruzó su umbral y corrió junto a la hermosa doncella. Esta, al verle, comenzó a llorar.
“¿Por qué lloráis? -le preguntó Loki-, ¿a qué se deben vuestras lágrimas?”.
“Lloro porque al verte supe que nunca podría amar a otro -respondió ella-, pero estoy condenada a entregar mi corazón solo a aquel que me permita acariciar el Mjolnir”.
Loki, con la intención de pasar un buen rato con la dama, le mostró el martillo, y entonces ella se lo arrancó de las manos…


La hermosa mujer se convirtió en un inmenso varón, grande como una montaña, con una poblada barba de la que colgaban enormes carámbanos de hielo…


“Después de tanto tiempo, solo ha hecho falta un zoquete borracho para que Asgard caiga en nuestras manos”, exclamó el gélido gigante de escarcha mientras transformaba a Loki en un zorro.
Acto seguido, hizo lo propio con Thor y Odin, a quienes convirtió en un oso y un águila mientras dormían y después obligó a Heimdall a abrir el Puente del Arco Iris. Para vengar la muerte de su hermano, desterró a los tres a Midgard, donde el azar quiso que los animalillos parlantes se toparan con Odd…


Quién sabe: tal vez él pueda ayudarles a regresar a Asgard, expulsar al gigante y recuperar su ciudad…

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