Burgos, 3 de marzo de 2.015
Aunque en Santander nos hayan hecho pensar que eso es imposible aparcamos, sin pagar, en el centro de la ciudad y después de cruzar el río Arlanzón y pasar bajo el Arco de Santa María vamos dando un paseo hasta la Casa del Cordón.
Es hora de comer así que nos dirigimos a "El Morito", un restaurante situado junto a la catedral en el que no encontramos mesa la última vez que estuvimos en Burgos.
Por el camino, en una de las fachada laterales del Teatro Principal, en el Paseo del Espolón, me llama la atención un simpático reloj que lleva más de 150 años anclado a la pared en la que fue colocado en 1.887 como reclamo publicitario de una relojería situada en los bajos del teatro. Un gracioso autómata corona las dos esferas... No lo sabía, pero es el otro 'morito' de Burgos y le da nombre a un restaurante muy recomendable: mesas corridas, precios asequibles, raciones contundentes y platos sencillos pero muy bien presentados.
Satisfecho nuestro apetito, tomamos un cafetín en la Plaza Mayor y nos dirigimos a la Catedral de Santa María, joya del gótico español que se levanta sobre los cimientos de otra de estilo románico y cuyo principal promotor fue el rey Fernando III, responsable también de la construcción de la iglesia y el claustro gótico del Monasterio de las Huelgas.
La nueva catedral comenzó a levantarse en 1.221 y el primer maestro de obras fue un francés anónimo que el obispo Mauricio debió de traer a Burgos al regresar del viaje que le había llevado a Francia y Alemania para concertar la boda del rey con Beatriz de Suabia, ceremonia que había tenido lugar en la antigua catedral en 1.219.
La construcción de la catedral se comenzó antes de derribar la primitiva iglesia románica. Los trabajos empezaron por la cabecera y el presbiterio, lugar donde se pudo sepultar ya al obispo fundador, fallecido en 1.237, y cuyos restos fueron trasladados posteriormente al centro del coro capitular.
En torno al año 1.240 la dirección de las obras pasó a manos del maestro Enrique, también de origen galo, quien posteriormente se encargaría de la construcción de la catedral de León. Para entonces la cabecera casi se había terminado y se había construido ya buena parte del crucero y las naves naterales. La consagración del templo tuvo lugar en 1.260. Durante la segunda mitad del siglo XIII y la primera mitad del XIV se completaron las capillas de las naves laterales y se procedió a la construccion de un nuevo claustro.
La nueva catedral comenzó a levantarse en 1.221 y el primer maestro de obras fue un francés anónimo que el obispo Mauricio debió de traer a Burgos al regresar del viaje que le había llevado a Francia y Alemania para concertar la boda del rey con Beatriz de Suabia, ceremonia que había tenido lugar en la antigua catedral en 1.219.
La construcción de la catedral se comenzó antes de derribar la primitiva iglesia románica. Los trabajos empezaron por la cabecera y el presbiterio, lugar donde se pudo sepultar ya al obispo fundador, fallecido en 1.237, y cuyos restos fueron trasladados posteriormente al centro del coro capitular.
En torno al año 1.240 la dirección de las obras pasó a manos del maestro Enrique, también de origen galo, quien posteriormente se encargaría de la construcción de la catedral de León. Para entonces la cabecera casi se había terminado y se había construido ya buena parte del crucero y las naves naterales. La consagración del templo tuvo lugar en 1.260. Durante la segunda mitad del siglo XIII y la primera mitad del XIV se completaron las capillas de las naves laterales y se procedió a la construccion de un nuevo claustro.
1.- Pórtico del Sarmental
3.- Puerta del Claustro Alto
8.- Capilla de la Presentación
12.- Capilla de Santa Ana
12.- Capilla de Santa Ana
15.- Crucero
17.- Coro
24.- Claustro Alto
33.- Claustro Bajo
33.- Claustro Bajo
Accedemos al interior de la iglesia por el Pórtico del Sarmental, situado en el extremo meridional del transepto, y capta nuestra atención una puerta situada a la derecha. Es la Puerta del Claustro Alto y habitualmente permanece cerrada. Se trata de una portada interior, policromada, construida durante la segunda mitad del siglo XIII y obra del maestro Juan Pérez, que tomó el relevo al maestro Enrique, fallecido en 1.277.
La escena representada en el tímpano muestra el bautismo de Cristo en el río Jordán: la figura de Jesús preside un conjunto que se completa con el Espíritu Santo descendiendo sobre él en forma de paloma, una imagen de San Juan Bautista a su izquierda y otra de un ángel sosteniendo su túnica a su derecha, junto a varias personas que esperan a ser bautizadas.
En las dos arquivoltas que envuelven el tímpano están representadas la genealogía de Cristo y catorce figuras de profetas, mientras que la chambrana que enmarca el conjunto descansa sobre sendas ménsulas con forma de cabeza humana, una de las cuales podría representar a San Francisco de Asís, que pasó por Burgos realizando fundaciones.
En las jambas observamos una serie de esculturas relacionadas con la llegada del Mesías. A la derecha los profetas Isaías y David anuncian la llegada de Jesús a la Tierra mientras que en la izquierda está representada una hermosísima Anunciación inspirada en la de la fachada oriental de la catedral de Reims.
Una reiterada sucesión de escudos con castillos y leones decora la parte inferior de las jambas y el dintel de la puerta, cuyas hojas de madera datan de finales del siglo XV y fueron llevadas a cabo a instancias del obispo Luis Acuña -cuyo escudo figura en ellas-, por Gil de Siloé. En la parte baja de las puertas están representados San Pedro y San Pablo mientrsa que en la parte superior se muestran escenas de la entrada de Jesús en Jerusalén y su descenso al limbo o seno de Abraham.
Continuamos con nuestra visita y pasamos por delante del control de entrada a la catedral cuando cierto revuelo capta nuestra atención. Nos acercamos a la reja que impide el acceso al crucero desde la nave meridional y nos asomamos al coro. Frente a la escultura fúnebre del obispo Maurio -un bulto yacente gótico del siglo XIII tallado en madera recubierta de cobre con apliques de pedrería y esmaltes de Limoges-, forma un puñado de jóvenes extranjeros, miembros de alguna coral, que nos regala una canción: un instante mágico que se esfuma en un momento. ¡¡¡Que bonito!!!
Comenzamos la visita a la iglesia y atravesando una artística reja de hierro forjada por Cristóbal Andino nos detenemos en la Capilla de la Presentación y la Consolación, también conocida como Capilla de San José.
La capilla fue construida a principios del siglo XVI, en estilo tardogótico, por orden del canónigo Gonzalo Díaz de Lerma como una ampliación de los tramos tercero y cuarto de la nave de la Epístola, ocupando el espacio del primitivo claustro catedralicio de estilo románico.
Es obra del arquitecto Juan de Matienzo, pero su diseño evoca la Capilla de los Condestables de Simón de Colonia. Se trata de un amplio espacio de planta cuadrada cubierto por una vistosa linterna octogonal coronada por una bóveda estrellada de centro calado.
Las ocho puntas de la bóveda, formadas por la confluencia de tres nervios cada una, descansan sobre los ocho vértices de una linterna que es sustentada por cuatro grandes trompas que arrancan de unas veneras que cobijan los relieves de los cuatro evangelistas.
El sepulcro exento del fundador de la capilla, el canónigo Díaz de Lerma, ocupa el centro de ésta. Se trata de una obra labrada en alabastro blanco por Felipe Bigarny entre 1.524 y 1.525 formada por un expresivo bulto yacente del canónigo y cama funeraria con imagenes de San Francisco, San Jerónimo y las cuatro Virtudes esculpidas dentro de medallones en sus laterales.
En los lienzos perimetrales de la capilla se abren en arcosolio otros cinco artísticos sepulcros correspondientes a deudos del fundador profusamente decorados.
El retablo mayor, dorado y de estilo neoclásico, está formado por un único cuerpo rectangular delimitado por dos grandes columunas de orden corintio sobre las que descansa un frontón triangular sobre el que se encarama una representación del Espíritu Santo.
Una importante pintura del veneciano Sebastiano del Piombo preside el conjunto. Se trata de una hermosísima "Sagrada Familia" de 1.520 que el propio Gonzalo de Lerma trajo de Roma y bajo la cual, colocada dentro de una hornacina-tabernáculo, se muestra una delicada talla barroca del siglo XVIII obra de Juan Pascual de Mena que representa a San José con el Niño.
Están a punto de dar las cinco de la tarde...
Nos apresuramos hacia el extremo occidental de la nave y alzamos la mirada para ver al simpático Papamoscas en acción antes de continuar con nuestra visita.
Nos detenemos en la Capilla de Santa Ana y admiramos el magistral retablo de Gil de Siloé pero además descubrimos otra pequeña obra maestra: un pequeño retablo realizado en piedra por Diego de Siloé en torno a 1.522, de estilo renacentista plateresco.
El retablo está decorado con medallones y formado por un precioso conjunto escultórico policromado colocado en hornacinas y presidido por una hermosa pieza que representa a Santa Ana junto a la Virgen María y el niño.
Completamos la visita a la catedral: recorremos la girola, admiramos los relieves del trasaltar, nos detenemos en la espectacular Capilla de los Condestables y desde la antisacristía accedemos al claustro alto.
El nuevo claustro de la catedral fue construido a finales del siglo XIII. Es de planta rectangular y presenta doble planta para salvar el desnivel existente entre la calle y el suelo del interior de la iglesia.
El sobreclaustro es obra del maestro Enrique: sus galerías se cubren con bóvedas ojivales de crucería simple, cuatripartita, y sus grandes ventanales, de arco apuntado, llevan triple mainel y tracería formada por tres óculos cuatrilobulados.
Recorremos sus galerías deteniéndonos a admirar los hermosos grupos escultóricos que decoran sus cuatro pilares angulares y que representan la Anunciación, la Epifanía y sendos grupos de personajes relacionados con la construcción de la catedral.
Bajo los arcos ciegos ojivales de la galería norte aparecen esculturas que represetan escenas del Antiguo Testamento, como el Sacrificio de Isaac, imágenes de algunos Apóstoles (San Pedro, San Pablo y Santiago peregrino) y a personajes relacionados con la construcción de la catedral como el obispo Mauricio o el rey Fernando III, que aparece ofreciendo el anillo a su esposa, Beatriz de Suabia.
Bajo los arcos ciegos de los muros laterales de las tres galerías restantes se reparten varios sepulcros de los siglos XII al XVI, de estilo principalmente gótico o renacentista.
Descendemos al claustro bajo, restaurado a principios del siglo XX, y nos detenemos a estudiar las maquetas y proyecciones que muestran la evolución de esta extraordinaria catedral.
Salimos a la calle. Compartimos el último café de la jornada, coqueteamos con el futuro y emprendemos el regreso a Santander.
Volveremos...
Comenzamos la visita a la iglesia y atravesando una artística reja de hierro forjada por Cristóbal Andino nos detenemos en la Capilla de la Presentación y la Consolación, también conocida como Capilla de San José.
Es obra del arquitecto Juan de Matienzo, pero su diseño evoca la Capilla de los Condestables de Simón de Colonia. Se trata de un amplio espacio de planta cuadrada cubierto por una vistosa linterna octogonal coronada por una bóveda estrellada de centro calado.
Las ocho puntas de la bóveda, formadas por la confluencia de tres nervios cada una, descansan sobre los ocho vértices de una linterna que es sustentada por cuatro grandes trompas que arrancan de unas veneras que cobijan los relieves de los cuatro evangelistas.
El sepulcro exento del fundador de la capilla, el canónigo Díaz de Lerma, ocupa el centro de ésta. Se trata de una obra labrada en alabastro blanco por Felipe Bigarny entre 1.524 y 1.525 formada por un expresivo bulto yacente del canónigo y cama funeraria con imagenes de San Francisco, San Jerónimo y las cuatro Virtudes esculpidas dentro de medallones en sus laterales.
El retablo mayor, dorado y de estilo neoclásico, está formado por un único cuerpo rectangular delimitado por dos grandes columunas de orden corintio sobre las que descansa un frontón triangular sobre el que se encarama una representación del Espíritu Santo.
Nos apresuramos hacia el extremo occidental de la nave y alzamos la mirada para ver al simpático Papamoscas en acción antes de continuar con nuestra visita.
Nos detenemos en la Capilla de Santa Ana y admiramos el magistral retablo de Gil de Siloé pero además descubrimos otra pequeña obra maestra: un pequeño retablo realizado en piedra por Diego de Siloé en torno a 1.522, de estilo renacentista plateresco.
El nuevo claustro de la catedral fue construido a finales del siglo XIII. Es de planta rectangular y presenta doble planta para salvar el desnivel existente entre la calle y el suelo del interior de la iglesia.
Recorremos sus galerías deteniéndonos a admirar los hermosos grupos escultóricos que decoran sus cuatro pilares angulares y que representan la Anunciación, la Epifanía y sendos grupos de personajes relacionados con la construcción de la catedral.
Descendemos al claustro bajo, restaurado a principios del siglo XX, y nos detenemos a estudiar las maquetas y proyecciones que muestran la evolución de esta extraordinaria catedral.
Salimos a la calle. Compartimos el último café de la jornada, coqueteamos con el futuro y emprendemos el regreso a Santander.
Volveremos...
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