lunes, 6 de julio de 2015

Cueva EL CASTILLO: símbolos pintados en las paredes y ovejas escondidas en la roca

Puente Viesgo, 23 de agosto de 2.011

Las características orográficas sobre las que se asienta nuestra comunidad hacen que abunden las cuevas y cavernas, muchas de las cuales albergan verdaderos tesoros escondidos en su interior.
En el año 2.008, veintitrés años después de que la Cueva de Altamira, “capilla Sixtina del arte rupestre”, fuese declarada patrimonio de la humanidad, la UNESCO decidió catalogar como patrimonio de la humanidad el arte rupestre paleolítico de diecisiete cavidades del norte de España: Tito Bustillo, La Peña de Candamo, La Covaciella, Llanín y El Pindal en Asturias, Chufín, Hornos de la Peña, Las Monedas, El Castillo, La Pasiega, Las Chimeneas, El Pendo, La Garma y Covalanas en Cantabria y Santimamiñe (Kortezubi), Ekain (Zestoa) y Altxerri (Aia) en el País Vasco.
A pocos kilómetros de nuestras casas tenemos lugares escondidos tremendamente hermosos que sólo tenemos que querer descubrir.
Yo estoy dispuesto ha conocerlos y para hacerlo me he buscado un socio.
Junto a Dani inicio un largo paseo por las cuevas de Cantabria.

El monte del Castillo, en Puente Viesgo, junto al río Pas, es una elevación caliza de forma cónica que alberga un intrincado laberinto de cuevas.


La cueva El Castillo, descubierta por Hermilio Alcalde del Río en 1.903, es la que más valor arqueológico tiene de todas ellas.
El mezenazgo de Alberto I de Mónaco permitió llevar a cabo unos estudios arqueológicos que aún continúan en la actualidad.



En el vestíbulo de la cueva, la zona denominada “visera”, se aprecia un corte estratigráfico que permite viajar desde el Paleolítico inferior hasta hace sólo un puñado de años.


Un depósito, de unos 20 metros de potencia que contiene evidencias de la ocupación humana y cuyo registro arqueológico ha permitido tener un conocimiento de las condiciones ambientales, de la flora, de la fauna, de la anatomía humana, del desarrollo tecnológico, de las actividades económicas y del comportamiento social y simbólico de los últimos 150.000 años. Del Homo neandertal y del Homo sapiens, de periodos glaciares e interglaciares, de fauna fría y fauna templada, de la organización de la caza, de la planificación en la explotación y el uso de los recursos naturales, de los procesos técnicos del trabajo del hueso, la piedra y el asta, de los adornos como elementos decorativos y de uso social, de los soportes decorados como formas de expresión artística y de cohesión social, y de un largo etcétera, hablan sus sedimentos y los materiales que en ellos se encuentran.

Pero es necesario adentrarse en el interior de la cavidad para disfrutrar del tesoro que la Cueva El Castillo alberga.
En las paredes de los casi 275 metros de cueva que visitamos podemos disfrutar de un bestiario que representa gran parte de los animales que cohabitaron en estas tierras con el hombre en el Paleolítico Superior (36.000-10.000 a.C.): bisontes, uros, ciervos, caballos…
Se trata de pinturas realizadas en color rojo y negro complementadas con las grietas y fisuras de la roca y los volúmenes de ésta.
Sin embargo son los signos y formas geométricas pintados en sus paredes lo que más llama la atención. Series de puntos y tectiformes asociados al chamanismo.


Las manos en negativo grabadas en la pared (casi cincuenta) utilizando la técnica del aerógrafo, consistente en apoyar la mano en la pared y aplicar el pigmento soplando a traves de pequeños huesecillos de animales, son el sello de identidad de la cueva y se interpretan como un símbolo iniciatico.



Son muchos los enigmas que encierra la cavidad pero también algún detalle anecdótico como la oveja que el tiempo y el agua han labrado en la roca...

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