domingo, 27 de marzo de 2016

YO, CLAUDIO: culebrón a la romana aderezado con sutiles toques de humor

Santander, 22 de marzo de 2.016

En 1.976 la BBC produjo "Yo, Claudio", una miniserie de televisión que repasa la historia de Roma desde los tiempos de Augusto hasta la muerte de Claudio -historiador y político romano convertido en el cuarto emperador de la dinastía Julio-Claudia- aprovechando que éste último, poco antes de morir, revisa la historia de su familia.


La serie, creada por Jack Pullman basándose en el contenido de las novelas de Robert Graves "Yo, Claudio" y "Claudio, el dios, y su esposa Mesalina", fue rodada sin recurrir a exteriores, con una escenografía muy teatral. La excelente interpretación del extraordinario elenco de actores contratados es el ingrediente principal de un culebrón a la romana aderezado con sutiles toques de humor...

Yo, Tiberio Claudio César Augusto Germánico, esto, lo otro y lo de más allá, conocido no hace mucho tiempo por amigos y parientes como Claudio el idiota, el tonto o el tartamudo, escribo la extraña historia de mi vida...


La sibila lo profetizó: "Escucha Claudio: Apolo te habla por mi boca, escucha con atención. La que gime bajo la púnica maldición y se ahoga bajo el peso de su oro, antes de sanar, aún más enfermará. Dentro de diez años y cincuenta y tres días recibirás un regalo que todos codician menos tú, más cuando hayas enmudecido y ya no estés, hablarás con claridad y todos te escucharán".
Lo pondrá todo por escrito: la historia de su familia y el fin de la República. Dirá sólo la verdad. Lo esconderá y después de mil novecientos años, o más, de repente, todo saldrá a la luz. El mundo lo leerá y sabrá la verdad...


Año 24 a. C. Han pasado siete años desde que la bravía reina Cleopatra, soñando con destruir Roma, embarcó su esperaza en el puerto de Accio, y desde allí, con el noble Marco Antonio, lanzó maldiciones contra los barcos de Octaviano gritando: "¡Húndase Roma y todos sus esbirros: Egipto no será conquistado!". Pero las palabras no matan y las maldiciones no hunden barcos. Antes de que el viento cambiara y ella pudiera recobrar su perfumado aliento, el poderoso Marco Vipsiano Agripa, comandante de los ejércitos del que habría de convertirse en César Augusto -primer emperador de Roma-, acabó con sus ínfulas de grandeza arrastrando a ambos hasta las puertas del suicidio.

Veinte años antes Augusto (Brian Blessed) gobernaba con Marco Antonio y Lépido (año 43 a. C.) pero aquello no podía durar, tarde o temprano uno de ellos se quedaría sólo. Livia (Siân Phillips) lo sabía: se divorció de su anterior marido, se casó con él y esperó. Ahora Augusto gobierna el mundo en solitario y ella le gobierna a él...


El destino de su hjo Tiberio (George Baker) es prometedor: los auspicios el día de su nacimiento fueron realmente favorables. Sólo tienen que esperar y buscar el modo de eliminar a Marcelo. El sobrino de Augusto está casado con su hija, Julia (Frances White), pero no tienen familia. Es muy popular y seguro que hubiese sido su sucesor si una misteriosa enfermedad no hubiese acabado con su vida (año 23 a. C.).

Mi querido Augusto, se ha producido un suceso trágico y terrible: Marcelo, tu hijo adoptivo, ha muerto inexplicablemente tras una breve enfermedad. Nadie conoce su causa aunque se sospecha de algún alimento en mal estado. Personalmente creo que es la explicación más razonable.
Livia

La sospechosa muerte de Marcelo volvió a encender en Roma los deseos de la vuelta a la República. La capital del imperio estalló en gritos furiosos y Agripa (John Paul) hubo de regresar de su retiro para apaciguar al pueblo, aunque puso como condición casarse con la desolada Julia.


Livia era una mujer muy paciente. Soportó durante nueve largos años la presencia de Agripa y cuando éste ya no le fue útil se deshizo de él administrándole un poco de veneno (año 12 a. C.).
Entonces, Tiberio se divorció de su mujer y se casó con Julia, aunque los hijos de ésta -Cayo y Lucio-, adoptados por Augusto, le precedían en la línea sucesoria. Druso (Ian Ogilvy), su hermano, temía que Roma se convirtiese en una monarquía hereditaria y ansiaba retornar a la República, pero murió demasiado joven (año 9 a. C.): su hijo Claudio acababa de nacer...

Las repentinas e inexplicables muertes de Cayo y de Lucio (año 2 d. C.) favorecieron el ascenso en la línea sucesoria de Tiberio, que había sido adoptado por Augusto. Éste, a su vez, adoptó a su sobrino Germánico (David Robb), hijo de Druso y hermano mayor de Claudio (Derek Jacovi), mientras Julia, acusada de adulterio, había sido condenada a un exilio perpetuo.
Póstumo (John Castle) -el hijo pequeño de Julia-, fue seducido por Livila (Patricia Quinn) -hermana de Claudio y esposa de Cástor (Kevin McNally), el hijo de Tiberio-, pero ésta le traicionó. Le acusó de intentar violarla y a instancias del emperador fue castigado por el Senado y desterrado a un pequeño islote deshabitado (año 7 d.C.).

Tres legiones habían sido aniquiladas más allá del Rhin. No quedaban tropas entre los bárbaros germanos y las provincias galas. Augusto envió a Tiberío a recuperar los emblemas de Roma, y a Germánico con él. La provincia fue pacificada y los bárbaros fueron derrotados y castigados con severidad (año 11 d.C.).
Mientras tanto, Claudio había observado que todos aquellos que se interponían entre Tiberio y Augusto morían en extrañas circunstancias o desaparecían sin dejar rastro así que, para tener una vida larga, optó por exagerar su cojera y su tartamudez y se hizo pasar ante los demás por más tonto de lo que era en realidad. 


Compartió sus sospechas con Germánico -recién llegado del norte- y éste con Augusto, que empezó a desconfiar de su esposa Livia: ¡ella siempre le había mentido!.
Apenas tuvo tiempo de modificar su testamento para nombrar a Póstumo su sucesor antes de caer enfermo y morir (año 14 d. C.). De poco sirvió: su heredero fue asesinado y Tiberio ocupó su lugar.
Sólo Germánico cuestionaba las decisiones del nuevo emperador así que fue enviado a la provincia de Siria y un mal día amaneció muerto (año 19 d.C.). 
Agripina (Fiona Walker) -su esposa-, pidió a Tiberio que investigase las circunstancias de la muerte de su sobrino, pero al no ver mucho interés por su parte comenzó a sospechar que el emperador podía estar implicado en la muerte de su marido ya que Germánico comenzaba a ser muy popular y podía suponer un peligro para la estabilidad de su gobierno.

Cástor fue nombrado sucesor de Tiberio pero Sejano (Patrick Stewart), amigo y consejero del emperador y amante de Livila, convenció a ésta para que matase a su marido (23 d. C.).
En Roma proliferaban las injurias y las traiciones: el pueblo no quería al emperador y los nobles tampoco. Tras la muerte de Livia (29 d. C.), Tiberio entregó el gobierno del imperio a Sejano y se retiró a Capri. En la capital del imperio reinaba el terror: ¡nadie estaba a salvo!


Tras la muerte de Germánico, Agripina se había unido a un grupo de senadores que se oponía al creciente poder de Sejano y llegó incluso a acusar a Tiberio de ser el responsable del asesinato de su esposo. Fue detenida y acusada de conspirar contra el emperador. Fue desterrada, lo mismo que Nerón César y Druso César, sus dos hijos mayores (año 30 d. C.); sólo Calígula (John Hurt) permaneció en Roma...

La ambición de Sejano no tenía límites: se divorció de su esposa e intentó casarse con Livila pero, pese a la amistad que les unía, Tiberio no aprobó el enlace, pues eso elebaría al más alto rango a un hombre que ni siquiera pertenecía a la orden senatorial, despertando la envidia de muchos. La pareja planeó entonces el asesinato del emperador pero fueron descubiertos...


Sejano, sus hijos y todos sus amigos y parientes fueron ejecutados mientras Livila era confinada en sus habitaciones hasta morir de hambre (año 31 d. C.). De los cinco últimos años de reinado de Tiberio cuanto menos se hable será mejor.


Gemelo, su nieto, era todavía un niño y Roma debía ser gobernada por hombres, así que nombró a Calígula su sucesor: el hijo de Germánico estaba loco y pensaba que su forma de gobierno haría que a él, después de su muerte, se le recordase con agrado. Hasta entonces, siguió retirado en Capri, entregado a sus perversiones, y allí murió (37 d. C.).

Calígula, el nuevo emperador, cayó gravemente enfermo. Acusó al joven Gemelo de conspirar contra él durante su convalecencia y lo mató (38 d. C.). Sus días estaban contados debido a sus continuos abusos y perversiones. Perdió la razón: se creía un dios pero murió como un hombre (41 d.C.).
En el senado eran muchas las voces que demandaban la restauración de la República pero la guardia pretorioana, después de asesinar a Calígula, proclamó a su tío Claudio como nuevo emperador de Roma. Su nombramiento no se había llevado a cabo conforme a las leyes pero un ejército de cuatro mil hombres refrendaba su elección. Él, como su hermano, su padre y su abuelo, creía en la República: no deseaba ser emperador pero no podía hacer nada para evitarlo pues era consciente de que su renuncia desembocaría en una cruenta guerra civil, así que asumió el poder.
Mesalina (Sheila White), su tercera esposa, fue para Claudio lo que Livia para Augusto. Él era un viejo enamorado: un juguete en manos de una mujer culpable de adulterio y de desenfrenada promiscuidad que fue víctima de sus propios excesos (48 d. C.).


Claudio lloró amargamente y prometió no volver a casarse, pero lo hizo. Su cuarta esposa fue Agripina la Menor (Barbara Young) -hija de Germánico, hermana de Calígula y sobrina suya-, una ambiciosa mujer, aborrecible y corrupta. Adoptó a su hijo, Lucio Domicio Nerón (Christopher Biggins), y favoreció su acceso al trono en detrimento de Británico (Graham Seed), su hijo natural.


Claudio siempre fue leal a Roma, a sus amigos y a la verdad. Unos soldados le sacaron de detrás de una cortina tras la que se escondía y le hicieron emperador pero él jamás lo quiso y siempre pensó que fue una equivocación. Murió de noche y sólo (54 d. C.). Le envenenaron y el Imperio siguió adelante sin él...

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