jueves, 14 de abril de 2016

ROMA (temporada 1): alea jacta est

Santander, 5 de abril de 2.016

En 2.005 las cadenas de televisión BBC, HBO y RAI coprodujeron una serie de ficción de gran calidad que narra de un modo muy acertado los últimos años de la República de Roma


La vida novelada de dos personajes históricos irrelevantes cuyos nombres aparecen mencionados en los "Comentarios sobre la guerra de Las Galias" de Julio César -el primer centurión Lucio Voreno (Kevin McKidd) y el legionario Tito Pullo (Ray Stevenson)-, sirve para conducir nuestros pasos por el pestilente entramado de conjuras y traiciones que se teje en torno a la nobleza romana.


Cuatrocientos años después de que el último rey fuera expulsado de la ciudad, la República de Roma gobierna sobre muchas naciones, pero no puede gobernarse a si misma. La ciudad está constantemente sumida en conflictos entre el pueblo y la nobleza. El poder es compartido y el orden lo mantienen dos soldados: los viejos amigos Cneo Pompeyo el Grande y Cayo Julio César. Hasta hace poco todo el mundo reconocía que Pompeyo era un gran hombre pero durante los últimos ocho años, mientras él mantenía la paz en Roma, César ha librado una guerra de conquista en La Galia que le ha hecho más rico y popular. El equilibrio de poder está cambiando y la nobleza empieza a tener miedo, pues, a pesar de ser de noble nacimiento, César está al lado del pueblo, Un hombre como él, un aristócrata con soldados, dinero y el amor del pueblo, puede llegar a ser rey...

Año 52 a. C.: el jefe de los galos se ha rendido ante Cayo Julio César (Ciarán Hinds). La guerra ha acabado...


Porcio Catón (Karl Johnson) y sus partidarios niegan a Cayo el honor de celebrar un triunfo y le acusan de haberse hecho inmensamente rico merced a la sangre derramada en la Galia para comprarse una corona, destruir la República y goberner Roma como un maldito tirano. Pretenden que el Senado le cese como gobernador, disuelva sus legiones y le obligue a regresar a Roma para enfrentarse a los cargos de guerra ilegal, robo, soborno y traición. Hasta ahora su viejo amigo Cneo Pompeyo (Kenneth Cranham) -proconsul de Roma-, haciendo uso de su derecho a veto, siempre había voicoteado las mociones presentadas contra él, pero las cosas están cambiando: siente que su amigo le ha arrebatado el cariño del pueblo y la batalla entre ambos parece inevitable...


Cuando uno se enfrenta a un lobo hambriento no es muy inteligente provocar a la bestia pero tampoco lo es imaginar que el peligroso animal sea un amigo y ofrecerle la mano.

Dos años después César se dirige a Roma con la décimotercera legión. Ha propuesto al arrogante y provocador Marco Antonio (James Purefoy) como tribuno de la plebe -un cargo sagrado con derecho de veto en el Senado-, y pretende que los nobles, cuando finalice su mandato como gobernador de La Galia, le concedan el mando de la legión de al menos una provincia -Iliria a ser posible-, de manera que sus adversarios políticos no puedan arrastrarlo ante los tribunales. Los partidarios de Catón, por contra, insisten en que ha de renunciar a su cargo, licenciar a sus legiones y regresar a Roma para ser juzgado o le declararán traidor y enemigo público del Senado.
Durante una sesión un tanto irregular, la moción propuesta en el Senado por Metelo Escipión es aceptada, ignorando el derecho a veto del tribuno de la plebe...
Julio Cayo César había sido declarado traidor; sólo le quedaban dos opciones: obedecer la ley, rendir sus armas al Senado y ver como la República caía en la tiranía y el caos o regresar a Roma con la espada en la mano y echar a esos maniacos hasta la Roca Tarpeya.
La suerte estaba echada: el 12 de enero del año 49 a. C. César y los hombres de la decimotercera legión cruzaron el Rubicón. ¡La guerra estaba servida!


Catón representaba los derechos de la nobleza y defendía la divinidad de la República mientras el pueblo romano sufría: los esclavos hacían todo el trabajo, los nobles se quedaban las tierras y las calles se llenaban de pobres hambrientos. César estaba a las puertas de la ciudad: ¡las cosas tenían que cambiar!
Mientras trata de reunir a sus legiones, Pompeyo inicia una retirada táctica y obligando a todos los nobles y patricios a hacer lo mismo si no quieren ser considerados enemigos de la República: había perdido Roma sin desenvainar una espada pero su posición era engañosamente débil...


He vuelto a Roma con la sola intención de reclamar mis derechos morales y legales. No tengo deseo de ningún poder ilegal. No consideraré enemigo a ningún hombre que no se declare él como tal y áún así, las propiedades de esos enemigos no serán expropiadas y su persona seguirá siendo inviolable siempre y cuando su oposición sea pacífica. Y lo que es más, a cualquier hombre que se haya levantado en armas contra mí y ahora lo lamente le ofreceré la amnistía total. Sin embargo, aquellos que continúen utilizando la violencia para oponerse a mis derechos legales recibirán aquello que esperan infligir.
Bajo los auspicios de Júpiter Capitolino, estas son las palabras de Cayo Julio César.

Los augurios habían sido buenos: los Dioses favorecían a César y el pueblo lo sabía...
Sus tropas marchan tras Pompeyo, persiguiéndole de un extremo a otro de Grecia, pero su enemigo evita entrar en combate mientras poco a poco recupera sus legiones del este. Sus hombres están cansados y pronto tendrán que luchar. Las tropas de Marco Antonio, que habían permanecido en Roma para garantizar la paz, zarpan para reunirse con las suyas pero muchas de sus naves se pierden en el mar... Pompeyo, seguro de su victoria, prepara el ataque final. César está acorralado. Sus enemigos le superan en número: vencer o morir, no hay otra opción...


Sorprendentemente, la batalla de Farsalia (48 a. C.) supuso el aniquilamiento de las tropas pompeyanas. Su general hubo de buscar refugio en Egipto, donde creía que estaría a salvo, pero aquellos a quienes él consideraba amigos no tuvieron reparos en traicionarle y cortarle la cabeza para entregársela a César, que había seguido sus pasos.

Marco Antonio regresó a Roma y anunció la muerte de Pompeyo pero César permaneció en Egipto para tratar de resolver los problemas políticos que asolaban a sus vasallos...
El apoyo de las legiones romanas había sido fundamental para que Ptolomeo XII pudiese recuperar el trono que su hija Berenice IV le había arrebatado (año 55 a. C.). Éste dispuso que, tras su muerte (año 51 a. C.), el trono pasase a manos de sus hijos Ptolomeo XIII y Cleopatra VII. El nuevo faraón, muy joven y manipulable, dejándose influenciar por sus pérfidos consejeros, derrocó a su hermana obligándola a exiliarse a Siria (año 48 a. C.) desde donde ella pretendía recuperar el poder. La disputa entre los dos hermanos debía finalizar. Roma deseaba que en Egipto reinase la paz: sus naves cargadas de grano debían seguir surcando el Mediterráneo...

Los esbirros de Ptolomeo planeaban asesinar a Cleopatra (Lyndsey Marshal) pero los hombres de César lo impidieron. Él pretendía convertirla en una reina fácil de manipular pero ella le sedujo y juntos derrotaron a las tropas de Ptolomeo convirtiéndose así en dueños de todo Egipto.


César regresó a Roma (año 46 a. C.) y demostró ser tan sabio y compasivo en la victoria como implacable en el campo de batalla. Muchos de los miembros del recompuesto Senado habían luchado contra él y deseado su muerte, pero él no les guardaba rencor ni buscaba venganza. Tan sólo deseaba construir una nueva Roma que ofreciese justicia, paz y tierra a todos sus ciudadanos, y no sólo a un puñado de privilegiados. 
En la víspera de su más gloriosa victoria, Cicerón (David Bamber) propuso al Senado que Cayo Julio César fuese nombrado emperador y se le otorgase el poder absoluto sobre Roma durante un periodo de diez años. El joven Bruto (Tobias Menzies) ansiaba el final de las contiendas civiles y defendió elocuentemente la proposición de su colega. Su moción fue aprobada por unanimidad y la paz fue sellada con el beneplácito de todos.
César celebró su triunfo: cinco días de festejos y juegos durante los que fue ejecutado Vercingétorix -cabecilla de los galos- como agradecimiento al pueblo de Roma por la confianza y el apoyo que le había brindado. Un gran desfile que marcaría el comienzo de una nueva era para la ciudad...




Roma había caído en manos de un tirano, despertando la ira de muchos. Un puñado de partidarios del desaparecido Catón planeban una traición pero el pueblo no aceptaría la muerte del dictador salvo que Bruto empuñase el cuchillo. Él cumplirá con su deber: asesinará a César en el Senado y con sus propias manos  (año 44 a. C.)... 

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