Santander, 26 de junio de 2.016
La lucha en Italia era desigual: no sería fácil defender al papa del acecho francés. Sin aliados sería difícil detener el avance del rey Carlos y contener su voracidad...
Isabel y Fernando sabían que Francia era la corona más poderosa de Europa y su enemigo natural. Tratar de frenar sus aspiraciones en el Mediterráneo podría consumir sus reinados... Castilla y Aragón no podrían contener por sí sólos a tan poderoso adversario: ¡necesitaban aliados! Sería sangre de su sangre la que les permitiría garantizar el dominio de sus reinos en Europa.
Isabel tenía derecho a sentir como una madre, aunque debía decidir como una reina. Muy distinta hubiese sido la vida de sus hijos de no haber nacido del vientre de una reina, pero el bien de la corona estaba por encima de todos ellos: estaban destinados a sellar y fortalecer las relaciones de Castilla y Aragón con sus aliados y para ello Isabel y Fernando formalizarían compromisos matrimoniales con los herederos de sus casas reales de manera que su familia se extendiese por las principales cortes europeas.
Inglaterra ya había sido invadida en el pasado y miraba con recelo al francés: la boda de la pequeña Catalina con el Príncipe de Gales garantizaría a los ingleses el respaldo de Castilla y Aragón y a Isabel y Fernando les permitiría asegurar el noroeste.
Conseguir un acuerdo similar con el emperador Maximiliano les permitiría cercar a los franceses por los cuatro costados: el príncipe Juan se casaría con Margarita de Austria -hija del emperador-, y la infanta Juana lo haría con el archiduque Felipe -duque de Borgoña y heredero del sacro imperio-, forjando así un doble compromiso que convertiría a los Hasburgo en sus más fieles aliados.
Afianzando la paz con Portugal evitarían tener un enemigo a la espalda: el heredero a su trono se casaría con la infanta María.
Entre todos garantizarían el auxilio del Papa, amenazado por el turco y por el rey Carlos, y empujarían al francés hacia sus fronteras. Sus hijos serían la argamasa que mantendría unida su alianza. ¡La Liga Santa era un hecho!
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