Santander, 26 de junio de 2.016
Tras la muerte del príncipe Juan, el archiduque Felipe, esposo de Juana, reclamó para sí mismo el título de Príncipe de Asturias, un reconocimiento que sólo el heredero al trono de Castilla podía poseer...
Por suerte, el 30 de septiembre de 1.497 la infanta Isabel se había casado con el rey de Portugal. Los Reyes Católicos les convocaron con urgencia para proclamarles herederos de sus reinos pero las cortes de Aragón, amparándose en la tradición que negaba a las mujeres el derecho a heredar el trono, se negaron a reconocer a la infanta Isabel como legítima heredera, aunque reservaron tal derecho al primer hijo varón que tuviese la reina de Portugal.
Felipe, que había firmado un acuerdo con el nuevo rey de Francia, pretendía que su esposa Juana acatase sus decisiones y se plegase ante sus designios, aunque eso supusiese traicionar a sus padres. Le amenazó con alejarla de su lado y enviarla sola de vuelta a Castilla si no lo hacía y ambos solicitaron que los Reyes Católicos firmasen un documento en el que se les reconociese como legítimos herederos a los tronos de Castilla y Aragón si la infanta Isabel no tuviese un hijo varón.
Amados padres,
temo que mi esposo no es el hombre que vos y yo esperábamos pero, ¿qué hace una mujer cuando el ser amado es a la vez el puñal que le desgarra las entrañas...? Amo al esposo con la misma furia que detesto al príncipe, y ambos son la misma persona. ¿Es tal cosa posible? Sabed mis señores que esta hija vuestra os lleva a vos y a vuestros reinos siempre en el corazón.
Juana, Infanta de Castilla y Aragón
La infanta había sido madre de una niña pero el archiduque necesitaba un heredero. Con el fin de ganarse el favor de su esposo trató de asimilar los gustos de la corte borgoñesa y, sometida a los dictados de su esposo, solicitó a los reyes de Castilla un obispado para uno de los consejeros de Felipe, pero los tiempos de las prevendas habían terminado y éstos no consintieron que su eminencia se hiciese con las rentas de una diócesis que no tenía ninguna intención de pisar.
Dios no podía permitir que los enemigos de Castilla se saliesen con la suya: ¡la reina de Portugal estaba embarazada! El 23 de agosto de 1.498 la infanta Isabel dio a luz un hijo varón. Había cumplido con su deber y tras el parto fue al encuentro del único esposo que debería haber aceptado...
Con su madre muerta, nada ni nadie podría apartar al niño de su abuela Isabel: éste habría de crecer en Castilla pues era su heredero y una pieza fundamental para mantener en pie el mecanismo que ella y su esposo habían puesto en pie.
El niño era débil y sólo su frágil existencia separaba a la infanta Juana y a su esposo Felipe de los tronos de Castilla y Aragón.
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