Santander, 26 de junio de 2.016
Catalina era la única hija que les quedaba en casa a sus Católicas Majestades. Formalizar su compromiso con el principe Arturo de Gales le permitiría al rey inglés Enrique VII sanear sus finanzas y atajar las aspiraciones de los York a la corona así que, el 17 de agostó de 1.501, la última infanta de Castilla partió hacia Inglaterra.
Su enlace tuvo lugar en la londinense catedral de San Pablo el 14 de noviembre de ese mismo año pero su esposo falleció sólo unos meses después -el 2 abril de 1.502-, sin haber llegado a consumar el matrimonio.
La infanta había de regresar a Castilla pero el rey de Inglaterra no contemplaba esa posibilidad. Pesa a triplicar la edad de Catalina, Enrique VII pretendía casarse con ella para no tener que devolverla y por tanto restituir su dote: ¡sus Católicas Majestadas no podían consentirlo!
La infanta era virgen y su matrimonio nulo. La ley de Dios no prohibía su matrimonio con el padre del difunto príncipe de Gales pero si éste se celebraba, algún día, no muy lejano, Catalina se convertiría en una reina viuda que ni siquiera habría podido parir al herederero de Inglaterra. Eso sería orillar el destino de la princesa y la alianza pactada con el reino de Castilla; si en lugar de casarse con el rey de Inglaterra lo hiciese con su hijo Enrique ella recuperaría rango e influencia. Habrían de pasar varios años para ver el fruto de esa unión pero ella sería princesa de Gales y después reina de Inglaterra...
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